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Por Rania Entifi
En el tiempo de Navidad, la cripta de la catedral de Tánger se convirtió en un refugio de luz para los niños y adolescentes del proyecto El Faro. A las 16.00 horas del 26 de diciembre, el espacio se abrió a una celebración donde el arte, la convivencia y la esperanza caminaron juntas.
La velada comenzó con la recitación de la surat Mariam, interpretada por un niño de El Faro 2, parte esencial del proyecto El Faro. Un inicio cargado de silencio y respeto, donde las culturas dialogaron con naturalidad y la emoción encontró su lugar.

Sobre el escenario, los niños contaron su historia a través del teatro, la música y el gesto. Pequeños sueños y su continuación Amigos hablaron del hambre, del frío y de la falta de amor, pero también de las elecciones, de la lucha interior entre el bien y el mal y de la posibilidad de un camino distinto. Los niños del Faro 1 sumaron su voz con Mejor aquí que allí, una obra que puso palabras y cuerpo a la elección diaria entre la escuela y la calle, entre la violencia y el deseo de una vida normal.

La risa llegó de la mano de un one man show lleno de sutileza, protagonizado por uno de los niños en el papel de payaso. Un humor delicado, sostenido con talento y entusiasmo, donde el gesto repetido de limpiarse la nariz se convirtió en un mensaje implícito contra el consumo de sustancias, tratado con cuidado y profundidad simbólica.
La tarde fue también un reflejo del trabajo constante del proyecto El Faro. Los talleres educativos y artísticos, intensificados a lo largo del año, muestran resultados visibles: niños más presentes, más estables, con una clara reducción del consumo de drogas y un cambio profundo en su comportamiento y en su manera de relacionarse con el mundo.

Juegos educativos dinamizados por los educadores del proyecto completaron la celebración, creando un ambiente positivo y compartido. La interacción de los niños con la música, el teatro y el arte fue natural y profunda, y se reflejó claramente en la evolución positiva de sus personalidades y de su conducta.
La presencia del arzobispo de Tánger, monseñor Emilio Rocha Grande, dio un valor especial al encuentro. Sus palabras resumieron el espíritu del momento: «En mi vida he participado en muchas fiestas, pero nunca he visto una que se haya vivido con tanta naturalidad y alegría».
Junto a él, la responsable del proyecto El Faro, Silvia Beatrice Dall’O, expresó su agradecimiento a todas las personas implicadas en el proyecto, desde el personal de limpieza y cocina hasta los educadores, los artistas de los talleres y los coordinadores, recordando que cada gesto cotidiano es fundamental en este proceso de cuidado y acompañamiento.
En el tiempo de Navidad, El Faro volvió a encenderse como un espacio de humanidad compartida. Una celebración donde el arte se hizo lenguaje, la convivencia se volvió hogar y la infancia encontró, una vez más, un lugar seguro desde el que mirar al futuro.



