Una de las primeras citas pastorales al empezar el año es el encuentro de los “nuevos llegados”, para referirse a las personas que durante el año anterior han llegado a Marruecos para desarrollar en este país su servicio a favor del Reino de Dios.
Del 3 al 8 de enero de 2025 se han reunido en el Centro de acogida Notre-Dame de la Paix, de Rabat, algo más de 40 “trabajadores de la mies”(cfr. Mt9, 37-38), entre personas laicas, religiosos, religiosas procedentes de las diócesis de Tánger y Rabat. Ha sido, una vez más, una oportunidad de convivencia, formación e intercambio sobre las realidades de Marruecos y de la Iglesia en este país.
Este es, precisamente, el objetivo del encuentro: familiarizar a los recién llegados con las realidades sociales y religiosas de Marruecos, informarles sobre la misión de la Iglesia en el país y crear vínculos fraternos a través de momentos de convivencia.
Las ponencias han ido a cargo del cardenal Cristóbal López, arzobispo de Rabat, y Fr. Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, sobre la realidad eclesial en este país; Fr. Manuel Corullón hizo una panorámica de la religión y las fiestas islámicas; otros ponentes expertos marroquíes han sido el Sr. Driss Khrouz y la Sra. Fouzia Yassine, sobre la legislación de la familia en Marruecos, la situación de la mujer en la sociedad, la evolución del país a lo largo del tiempo, etc.
Visita a Temara
También se han realizado diversas visitas, sea por ejemplo al Centro Social de Temara, llevado adelante por las Hijas de la Caridad, que visitó el papa Francisco en 2019, o la medina de la ciudad de Salé.
Durante la visita a Salé
El programa se ha completado con momentos de oración personal y comunitaria, así como con celebraciones eucarísticas, ofreciendo a los participantes la oportunidad de confiar a Dios su misión en tierra marroquí.
Provenientes de la Archidiócesis de Tánger (Alhucemas, Asilah, Fnideq, Nador, Tánger y Tetuán) han participado 13 personas. Un grupo variado entre los cuales tres laicos y religiosos y religiosas de diversas congregaciones e institutos: trinitarios, javerianos, franciscanos, hijas de la caridad, misioneras franciscanas del Corazón Inmaculado de María y misioneras del Señor de los Corazones y Santa María de Guadalupe. Como muestra un botón, algunos de ellos han compartido sus impresiones sobre la experiencia vivida.
Ha sido un encuentro muy provechoso, que me ha ayudado mucho a tener una visión general de la Iglesia en Marruecos. En mi día a día en Cáritas voy conociendo la realidad, proyectos, comunidades presentes en la Archidiócesis de Tánger, pero no conocía nada de otros lugares de Marruecos. También ha sido muy interesante la formación recibida sobre la vida, la cultura, la religión del lugar, etc. Y en los momentos más recreativos hemos podido establecer vínculos con las personas que trabajan por la misma misión. Merece la pena que otros laicos vinculados a la Iglesia en Marruecos, desde el trabajo o el voluntariado, puedan participar en encuentros como este.
Paula – Cáritas Tánger
La impresión que me llevo es muy positiva. Este espacio me ha permitido ponerme en contacto con otros compañeros que están realizando su misión aquí y poder vivir fraternalmente estos días, recibiendo formación sobre este país y su realidad social, cultural y política a través de expertos marroquíes. El compartir la oración y la misa y los momentos de diálogo y ocio han generado un clima de eclesialidad vivo y dinámico entre los participantes. La organización y la presencia cotidiana de Mons. Cristóbal López ha contribuido a que pudiéramos sentirnos animados y apoyados en nuestra misión en Marruecos así como la presencia de Fr. Emilio Rocha como arzobispo de Tánger.
La solemnidad de la Epifanía del Señor se celebró en la catedral de la Inmaculada Concepción ayer, 6 de enero, con la eucaristía a las 18h, presidida por Fr. Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger y con la posterior recepción de los Reyes Magos, expresión de la universalidad del mensaje de Jesús, hijo de Dios, reconocido por los sabios de diversas culturas.
Imprevistos de última hora provocaron que los Reyes Magos no pudieran llegar al templo en camello, pero no quisieron perder la cita con los numerosos niños y adultos que les esperaban en el atrio de la catedral. Una vez en la iglesia, presentaron sus ofrendas al Niño Jesús y después ofrecieron también a los niños presentes algunos regalos, para la alegría de pequeños y mayores.
Este es el título del mensaje del papa Francisco con motivo de la LVIII Jornada Mundial de la paz, que se celebra hoy, 1 de enero de 2025, solemnidad litúrgica de María, Madre de Dios. Este mensaje se hizo público el pasado 12 de diciembre.
El tema escogido manifiesta una consonancia natural con el sentido bíblico y eclesial del año jubilar que acabamos de iniciar. Francisco se ha inspirado sobre todo en sus encíclicas Laudato Si y Fratelli tutti, especialmente en los conceptos de «esperanza» y de «perdón», cruciales en el Jubileo. Es una llamada a la conversión, no a la condena, sino a la reconciliación y a la pacificación.
MENSAJE
DE SU SANTIDAD FRANCISCO
PARA LA LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2025
Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz
I. Escuchando el grito de la humanidad amenazada
1. Al inicio de este nuevo año que nos da el Padre celestial, tiempo jubilar dedicado a la esperanza, dirijo mi más sincero deseo de paz a toda mujer y hombre, en particular a quien se siente postrado por su propia condición existencial, condenado por sus propios errores, aplastado por el juicio de los otros, y ya no logra divisar ninguna perspectiva para su propia vida. A todos ustedes, esperanza y paz, porque este es un Año de gracia que proviene del Corazón del Redentor.
2. En el 2025 la Iglesia católica celebra el Jubileo, evento que colma los corazones de esperanza. El “jubileo” se remonta a una antigua tradición judía, cuando el sonido de un cuerno de carnero —en hebreo yobel— anunciaba, cada cuarenta y nueve años, uno de clemencia y liberación para todo el pueblo (cf. Lv 25,10). Este solemne llamamiento debía resonar idealmente en todo el mundo (cf. Lv 25,9), para restablecer la justicia de Dios en distintos ámbitos de la vida: en el uso de la tierra, en la posesión de los bienes, en la relación con el prójimo, sobre todo respecto a los más pobres y a quienes habían caído en desgracia. El sonido del cuerno recordaba a todo el pueblo —al que era rico y al que se había empobrecido— que ninguna persona viene al mundo para ser oprimida; somos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre, nacidos para ser libres según la voluntad del Señor (cf. Lv 25,17.25.43.46.55).
3. También hoy, el Jubileo es un evento que nos impulsa a buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra. Al comienzo de este Año de gracia, en lugar del cuerno nosotros quisiéramos ponernos a la escucha del «grito desesperado de auxilio» [1] que, como la voz de la sangre de Abel el justo, se eleva desde muchas partes de la tierra (cf. Gn 4,10), y que Dios nunca deja de escuchar. También nosotros nos sentimos llamados a ser voz de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo [2]. Dichas injusticias asumen a menudo la forma de lo que san Juan Pablo II definió como «estructuras de pecado» [3], porque no se deben sólo a la iniquidad de algunos, sino que se han consolidado —por así decirlo— y se sostienen en una complicidad extendida.
4. Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad. Así se fomentan y se entrelazan desafíos sistémicos, distintos pero interconectados, que asolan nuestro planeta [4]. Me refiero, en particular, a las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar. Son todos factores de una amenaza concreta para la existencia de la humanidad en su conjunto. Por tanto, al comienzo de este año queremos ponernos a la escucha de este grito de la humanidad para que todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios. Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero [5].
II. Un cambio cultural: todos somos deudores
5. El evento jubilar nos invita a emprender diversos cambios, para afrontar la actual condición de injusticia y desigualdad, recordándonos que los bienes de la tierra no están destinados sólo a algunos privilegiados, sino a todos [6]. Puede ser útil recordar lo que escribía san Basilio de Cesarea: «¿Qué cosa, dime, te pertenece? ¿De dónde la has tomado para ponerla en tu vida? […] ¿Acaso no saliste desnudo del vientre de tu madre?, ¿no tornarás desnudo nuevamente a la tierra? Los bienes presentes, ¿de dónde te vienen? Si dices del azar, eres impío, porque no reconoces al Creador, ni das gracias al que te ha dado» [7]. Cuando falta la gratitud, el hombre deja de reconocer los dones de Dios. Sin embargo, el Señor, en su misericordia infinita, no abandona a los hombres que pecan contra Él; confirma más bien el don de la vida con el perdón de la salvación, ofrecido a todos mediante Jesucristo. Por eso, enseñándonos el “Padre nuestro”, Jesús nos invita a pedir: «Perdona nuestras ofensas» ( Mt 6,12).
6. Cuando una persona ignora el propio vínculo con el Padre, comienza a albergar la idea de que las relaciones con los demás puedan ser gobernadas por una lógica de explotación, donde el más fuerte pretende tener el derecho de abusar del más débil [8]. Como las élites en el tiempo de Jesús, que se aprovechaban de los sufrimientos de los más pobres, así hoy en la aldea global interconectada [9], el sistema internacional, si no se alimenta de lógicas de solidaridad y de interdependencia, genera injusticias, exacerbadas por la corrupción, que atrapan a los países más pobres. La lógica de la explotación del deudor también describe sintéticamente la actual “crisis de la deuda” que afecta a diversos países, sobre todo del sur del mundo.
7. No me canso de repetir que la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados [10]. A esto se agrega que diversas poblaciones, más abrumadas por la deuda internacional, también se ven obligadas a cargar con el peso de la deuda ecológica de los países más desarrollados [11]. La deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación que culmina en la crisis de la deuda [12]. Pensando en este Año jubilar, invito a la comunidad internacional a emprender acciones de remisión de la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el norte y el sur del mundo. Es un llamamiento a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia [13].
8. El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesitados unos de otros, según una lógica de responsabilidad compartida y diversificada. Podremos descubrir «definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros» [14].
III. Un camino de esperanza: tres acciones posibles
9. Si nos dejamos tocar el corazón por estos cambios necesarios, el Año de gracia del jubileo podrá reabrir la vía de la esperanza para cada uno de nosotros. La esperanza nace de la experiencia de la misericordia de Dios, que es siempre ilimitada [15].
Dios, que no debe nada a nadie, continúa otorgando sin cesar gracia y misericordia a todos los hombres. Isaac de Nínive, un Padre de la Iglesia oriental del siglo VII, escribía: «Tu amor es más grande que mis ofensas. Insignificantes son las olas del mar respecto al número de mis pecados; pero, si pesamos mis pecados, respecto a tu amor, se esfuman como la nada» [16]. Dios no calcula el mal cometido por el hombre, sino que es inmensamente «rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó» ( Ef 2,4). Al mismo tiempo, escucha el grito de los pobres y de la tierra. Bastaría detenerse un momento, al inicio de este año, y pensar en la gracia con la que cada vez perdona nuestros pecados y condona todas nuestras deudas, para que nuestro corazón se inunde de esperanza y de paz.
10. Por eso Jesús, en la oración del “Padre nuestro”, establece una afirmación muy exigente: «como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden», después de que hemos pedido al Padre la remisión de nuestras ofensas (cf. Mt 6,12). Para perdonar una ofensa a los demás y darles esperanza es necesario, en efecto, que la propia vida esté llena de esa misma esperanza que llega de la misericordia de Dios. La esperanza es sobreabundante en la generosidad, no calcula, no exige cuentas a los deudores, no se preocupa de la propia ganancia, sino que tiene como punto de mira un sólo fin: levantar al que está caído, vendar los corazones heridos, liberar de toda forma de esclavitud.
11. Al inicio de este Año de gracia, quisiera, por tanto, sugerir tres acciones que puedan restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza, para que se supere la crisis de la deuda y todos puedan volver a reconocerse deudores perdonados.
Sobre todo, retomo el llamamiento lanzado por san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000, de pensar «en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones» [17]. Que, reconociendo la deuda ecológica, los países más ricos se sientan llamados a hacer lo posible para condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben. Ciertamente, para que no se trate de un acto aislado de beneficencia, que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda, es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos.
Además, pido un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos. Sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas. Aquí, en particular quisiera invitar una vez más a un gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida. Me refiero a la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación [18].
Me atrevo también a volver a lanzar otro llamamiento, apelándome a san Pablo VI y a Benedicto XVI[19], para las jóvenes generaciones, en este tiempo marcado por las guerras: utilicemos al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático [20]. Debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos. El futuro es un don para superar los errores del pasado, para construir nuevos caminos de paz.
IV. La meta de la paz
12. Aquellos que emprenderán, por medio de los gestos sugeridos, el camino de la esperanza, podrán ver cada vez más cercana la tan anhelada meta de la paz. El salmista nos confirma en esta promesa: cuando «el Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán» ( Sal 85,11). Cuando me despojo del arma del préstamo y restituyo la vía de la esperanza a una hermana o a un hermano, contribuyo al restablecimiento de la justicia de Dios en esta tierra y me encamino con esta persona hacia la meta de la paz. Como decía san Juan XXIII, la verdadera paz sólo podrá nacer de un corazón desarmado de la angustia y el miedo de la guerra [21].
13. Que el 2025 sea un año en el que crezca la paz. Esa paz real y duradera, que no se detiene en las objeciones de los contratos o en las mesas de compromisos humanos [22]. Busquemos la verdadera paz, que es dada por Dios a un corazón desarmado: un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo; un corazón que disipa el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás; un corazón que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo.
14. El desarme del corazón es un gesto que involucra a todos, a los primeros y a los últimos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres. A veces, es suficiente algo sencillo, como «una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito» [23]. Con estos pequeños-grandes gestos, nos acercamos a la meta de la paz y la alcanzaremos más rápido; es más, a lo largo del camino, junto a los hermanos y hermanas reunidos, nos descubriremos ya cambiados respecto a cómo habíamos partido. En efecto, la paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado.
15. ¡Concédenos tu paz, Señor! Esta es la oración que elevo a Dios, mientras envío mis mejores deseos para el año nuevo a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, a todas las personas de buena voluntad.
Perdona nuestras ofensas, Señor,
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
y en este círculo de perdón concédenos tu paz,
esa paz que sólo Tú puedes dar
a quien se deja desarmar el corazón,
a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos,
a quien sin temor confiesa de ser tu deudor,
a quien no permanece sordo al grito de los más pobres.
El domingo 29 de diciembre 2024, fiesta de la Sagrada Familia, se celebró el inicio del Jubileo 2025 en todas las diócesis del mundo, también en la de Tánger. En nuestro caso, a diferencia de otros lugares, la apertura del Jubileo no se realizó con una procesión desde otra iglesia sino a través de una sencilla pero solemne procesión desde el claustro de la catedral, como signo de ser y vivir como “Peregrinos de esperanza”. Este momento inicial comenzó a las 10.45h y prosiguió con la eucaristía de las 11h, como signo visible de comunión y unidad.
En su homilía, Fr. Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, profundizó el lema del Jubileo e hizo hincapié en la actitud de la esperanza, que no nos defrauda, aun en medio de un mundo marcado por tensiones de todo tipo, porque se basa en Cristo, que nos dice “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Recordaba también Fr. Emilio que el mensaje de esperanza del Jubileo es para todos los cristianos pero también para tantos hermanos y hermanas que viven situaciones difíciles: los enfermos y discapacitados, los encarcelados, los jóvenes, los migrantes, los ancianos, los pobres, las personas que viven en soledad…
El Jubileo es una ocasión de penetrar el misterio de la gracia y, en relación a la indulgencia que acompaña el año jubilar, subrayaba Fr. Emilio que “siempre hay esperanza para cada uno de nosotros; Dios perdona siempre, solo necesita que no rechacemos su misericordia”.
Acabó su homilía recordando los templos jubilares que se han establecido en la Archidiócesis de Tánger, recogidos en sucarta con motivo del Jubileo:
Atendiendo a la peculiaridad de la archidiócesis de Tánger, establezco como templos jubilares, únicamente para el día de su fiesta titular, todas las parroquias, la iglesia del monasterio de las Carmelitas de Tánger y la iglesia de san Francisco en Mdiq; la capilla del Hospital Español de Tánger y la capilla del Hospital Español de Tetuán serán templo jubilar en dos fechas vinculadas a su misión pastoral y al Fundador de las Hijas de la Caridad:
Al-Hoceima, parroquia de San José 19 de marzo
Assilah, parroquia de S. Bartolomé 24 de agosto
Larache, parroquia de Nuestra Señora del Pilar 12 de octubre
Nador, parroquia de Santiago El Mayor 25 de julio
Tánger, parroquia del Espíritu Santo 8 de junio
Tánger, parroquia de la Asunción 15 de agosto
Tetuán, parroquia de Nª Sª de las Victorias celebrada en 2025 el 12 de octubre
Mdiq, iglesia de San Francisco de Asís 4 de octubre
Tánger, iglesia del Monasterio de la Sagrada Familia y santa Teresa de Jesús -Carmelitas descalzas- 15 de octubre (Sta. Teresa de Jesús)
Capilla del Hospital Español de Tánger 26 de julio (S. Joaquín y Sta. Ana)
Capilla del Hospital Español de Tetuán 27 de septiembre (S. Vicente de Paúl)
El jueves 26 de diciembre tuvo lugar una fiesta en el centro de día El Faro 1 en la que participaron 44 chicos que forman parte de este proyecto diocesano destinado a menores que viven en situación de calle en la ciudad de Tánger.
Con la intención de festejar el fin de año con estos niños en situación de vulnerabilidad, el equipo de educadores de los proyectos El Faro 1 y El Faro 2 prepararon una serie de actividades de animación, con juegos, canciones y merienda, que resultó ser un entrañable momento de familia, con la participación de Fr. Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, laicos, religiosos y religiosas de la ciudad y amigos colaboradores. También recibieron la visita de Papá Noel, que trajo el regalo de una mochila, con un chandal, zapatillas, guantes y gorro para cada chico.
Cada detalle de esa tarde y el ambiente que se creó daba muestra del amor, dado y recibido, que circulaba entre niños y adultos.
Los proyectos El Faro quieren ofrecer a los niños que viven en situación de calle y han entrado en el círculo de la adicción a los disolventes un lugar donde recuperar la confianza en ellos mismos y crecer como personas. A lo largo del año pasado, en el Faro 1 (centro de día) se ha trabajado sobre todo para recuperarlos físicamente, con intervenciones médicas y psicológicas. La segunda etapa del proyecto para el nuevo año añade otros aspectos educativos y deportivos. En los primeros meses de 2025 esta prevista la inauguración del Faro 2 (casa hogar para menores en acogida), inicialmente con cuatro chicos, pero con capacidad de hasta doce menores.
El próximo año 2025 la Iglesia católica celebrará el Jubileo ordinario, con el lema “Peregrinos de esperanza”. El inicio del Año Jubilar en Roma está programado para el martes 24 de diciembre, con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano pero en las diócesis de todo el mundo, el inicio del Jubileo tendrá lugar el domingo siguiente, 29 de diciembre, coincidiendo con la fiesta de la Sagrada Familia.
En la Archidiócesis de Tánger, la apertura del año jubilar tendrá lugar en el marco de la misa solemne de las 11h en la Catedral de la Inmaculada Concepción, a continuación de la cual, las corales de las parroquias de la ciudad ofrecerán un concierto.
Fr. EMILIO ROCHA GRANDE O.F.M. Arzobispo de Tánger
PEREGRINOS DE ESPERANZA
CARTA CON MOTIVO DEL AÑO JUBILAR ORDINARIO 2025
A los sacerdotes, miembros de la vida consagrada
y fieles laicos de la archidiócesis de Tánger,
el Señor os bendiga con la paz.
El 9 de mayo del pasado año 2024, el papa Francisco publicó la bula Spes non confundit (SnC) -La esperanza no defrauda- con la que convocaba oficialmente a la Iglesia católica a celebrar el Jubileo Ordinario del año 2025. En Roma ha iniciado el 24 de diciembre de 2024 con la apertura solemne de la puerta Santa de la basílica de S. Pedro en el Vaticano, y concluirá el 6 de enero de 2026. La Santa Sede ha programado muchas iniciativas que se desarrollarán en Roma; pero el papa ha previsto que el Jubileo pueda ser vivido también en las iglesias particulares de todo el mundo.
EL JUBILEO EN EL PUEBLO DE ISRAEL
La ley de Moisés preveía que cada siete años se celebrase el “año sabático”, durante el cual se prescribía: el reposo de la tierra (cf. Lev 25, 8-10) -lo que producía por sí sola era para los pobres, el perdón de las deudas y la liberación de los esclavos. Cada siete sabáticos, es decir, cada cincuenta años, se celebraba el año jubilar, llamado así porque era anunciado mediante el sonido de un cuerno de carnero (Shofar o Yobel en hebreo, que dio origen al Jobelaios griego y al Jubileus latino); en definitiva, se trataba de un año sabático que se celebraba con mayor solemnidad.
EL JUBILEO DE LOS CRISTIANOS
La historia del “Año Santo” tiene su origen en la Edad Media; el primer Jubileo fue convocado formalmente por Bonifacio VIII en 1300. Inicialmente se celebraba cada 100 años; luego, cada 50, asumiendo el sentido bíblico de los años sabáticos; después, cada 33, en recuerdo de la edad a la que Jesús fue crucificado, y actualmente, cada 25 años. Pero su origen teológico lo encontramos en la vida y misión del Señor Jesucristo, quien al comienzo de su ministerio público, en la Sinagoga de Nazaret -lugar en el que se había criado- leyó unos párrafos del libro del profeta Isaías aplicándolos a sí mismo, afirmando que su misión era: “proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,19). Según esto, el Jubileo es una dimensión esencial de la misión de Jesús. Él ha sido enviado por el Padre para instaurar “el año de gracia”, para ofrecer a la humanidad un “tiempo de salvación”.
Celebrar el Jubileo, por tanto, es actualizar de forma especial esa misión de Jesús. Por eso, al instaurar la Iglesia los años santos o jubileos, lo que intenta es poner en práctica la misión que define a Jesús: “Anunciar el año de gracia”. Según esto, el Jubileo que actualmente celebramos cada veinticinco años pretende facilitar a los cristianos un tiempo privilegiado de encuentro más intenso con el Señor en el que recibir con mayor plenitud los dones de la gracia y la misericordia, de modo que cada bautizado, abriéndose a la reconciliación que Dios no se cansa de ofrecer, pueda tejer de nuevo el tapiz de la armonía con Dios mismo, con las demás personas y con la creación.
Todo ser humano -imagen y semejanza divina- (cf. Gn 1,26) lleva grabada en lo profundo de su ser la llamada a vivir en unión con Dios. Según la doctrina de la Iglesia el pecado más allá de su realidad concreta es siempre ruptura de esta comunión, produce una culpa e implica una pena (1). Por el Misterio Pascual de Jesucristo y la efusión del Espíritu Santo, en el sacramento del Bautismo se cancela la culpa de todos los pecados; hecho que se realiza también en la Reconciliación sacramental, pero permanece “la culpa, que es instrumento de purificación”. Atendiendo al poder de “atar y desatar” (Mt 18,18) recibido de Jesús resucitado, y acudiendo a la “comunión de los santos” que confesamos en el Credo, la Iglesia concede a los fieles la indulgencia, es decir la cancelación de la pena temporal (2).
Según la norma de la Iglesia, para obtener la gracia de la indulgencia plenaria se requiere, además de realizar el acto unido a la indulgencia como condición, tener un firme deseo de romper con la experiencia del pecado, que se expresa visiblemente a través de tres actos profundamente significativos: celebrar del sacramento de la Reconciliación, participar en la celebración de la eucaristía y recibir la comunión, y orar por las intenciones del Papa rezando un Credo, un Padrenuestro y un Ave María; cada fiel puede añadir además otras oraciones. El lunes 13 de mayo, la Penitenciaría Apostólica ha dado a conocer las Normas sobre la concesión de la Indulgencia durante el Jubileo de 2025 (3).
La indulgencia que va unida al Jubileo es, por encima de todo, signo de la misericordia de Dios y expresión de la comunión intercesora de la Virgen María y de todos los santos; al liberarnos de las ataduras que el pecado deja en nosotros, sostiene con fuerza una esperanza que no defrauda. No puede, por tanto, quedarse en algo exterior y está pidiendo nos adentremos en un serio camino de conversión personal y comunitaria.
Siempre es tiempo propicio para ello, pero me invito y os invito de modo particular en este Año Santo, marcado fuertemente por la esperanza, a que nos detengamos a preguntarnos con atención si nuestra vida y la de nuestros grupos y comunidades parroquiales y religiosas son portadoras de esperanza y qué tenemos que hacer para que esa esperanza crezca en nosotros y se extienda a quienes nos rodean, especialmente a aquellas personas y ambientes en los que dominan la desesperanza, el miedo y el desaliento.
Con la celebración del Jubileo 2025, Dios nos ofrece un momento fuerte de gracia, y nos regala todo un año para restañar nuestras heridas y romper nuestra connivencia con el pecado. En su bula “Spes non confundit” con la que convoca el “Año Santo”, el Papa Francisco afirma: «la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús» (n. 5).
«Al mismo tiempo -como sigue afirmando el Papa (SnC n. 6)-, este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en el 2033 se celebrarán los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Nos encontramos así frente a un itinerario marcado por grandes etapas, en las que la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que camina entusiasta en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza (cf. 1 Ts 1,3)».
PEREGRINOS DE ESPERANZA EN LA ARCHIDIÓCESIS DE TÁNGER
Atendiendo a los deseos del Papa, en todas las diócesis del mundo el Año Jubilar se abre en la iglesia catedral el domingo 29 de diciembre (4); en nuestra archidiócesis lo haremos ese día en la catedral de la Inmaculada Concepción de Tánger. Las peculiares circunstancias en que vivimos no permiten realizar desde otra iglesia una procesión hacia la catedral; pero no renunciamos al signo de caminar como pueblo de Dios hacia la iglesia madre. La celebración de apertura del Jubileo comenzará, Dios mediante, a las 10,45 horas en el atrio de la catedral, desde allí caminaremos en una peregrinación simbólica hasta la entrada del templo donde celebraremos la Eucaristía a las 11,00 horas. Ese día no se celebrará la Misa en la parroquia de Notre Dame de l’Assomption, con el fin de poder encontrarnos todos en la catedral como signo visible de comunión y unidad.
Atendiendo a la peculiaridad de la archidiócesis de Tánger, establezco como templos jubilares, únicamente para el día de su fiesta titular, todas las parroquias, la iglesia del monasterio de las Carmelitas de Tánger y la iglesia de san Francisco en Mdiq; la capilla del Hospital Español de Tánger y la capilla del Hospital Español de Tetuán serán templo jubilar en dos fechas vinculadas a su misión pastoral y al Fundador de las Hijas de la Caridad:
Al-Hoceima, parroquia de San José 19 de marzo
Assilah, parroquia de S. Bartolomé 24 de agosto
Larache, parroquia de Nuestra Señora del Pilar 12 de octubre
Nador, parroquia de Santiago El Mayor 25 de julio
Tánger, parroquia del Espíritu Santo 8 de junio
Tánger, parroquia de la Asunción 15 de agosto
Tetuán, parroquia de Nª Sª de las Victorias celebrada en 2025 el 12 de octubre
Mdiq, iglesia de San Francisco de Asís 4 de octubre
Tánger, iglesia del Monasterio de la Sagrada Familia y santa Teresa de Jesús -Carmelitas descalzas- 15 de octubre (Sta. Teresa de Jesús)
Capilla del Hospital Español de Tánger 26 de julio (S. Joaquín y Sta. Ana)
Capilla del Hospital Español de Tetuán 27 de septiembre (S. Vicente de Paúl)
En la bula Spes non confundit con la que el papa Francisco convoca la celebración del Año Jubilar Ordinario se nos ofrecen muchas sugerencias que pueden inspirar acciones concretas a nivel personal, pero también para nuestras comunidades y grupos que alimenten en nosotros y en los demás “una esperanza que no defrauda” (cf. Rom 5,5): la paz destruida y amenazada en tantos lugares del mundo, los condenados en las cárceles, los enfermos, los migrantes, exiliados y desplazados, los jóvenes, que con frecuencia ven que sus sueños se derrumban, los ancianos, quienes viven bajo el peso de una pobreza deshumanizante… (cf. SnC nn. 7-15). La lectura atenta de la bula encenderá en nosotros respuestas audaces y concretas generadoras de esperanza capaces de responder desde nuestra propia realidad a las llamadas que percibimos en nuestros ambientes inmediatos y a nivel global. Compartir en los Medios de Comunicación de la diócesis las iniciativas que emprendamos en nuestros respectivos lugares será un modo de animarnos mutuamente a seguir caminando con esperanza por las sendas de una historia marcada frecuentemente por los signos del desaliento, la frustración y la desesperanza.
El Jubileo concluye en las Iglesias locales el 28 de diciembre de 2025, para la Iglesia universal “se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Epifanía del Señor (SnC n. 6). Los mejores frutos del Año jubilar son los que el mismo papa sugiere: “Que la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas, como mensaje del amor de Dios que se dirige a todos. Y que la Iglesia sea testigo fiel de este anuncio en todas partes del mundo”. (SnC n. 6)
MARIA, MADRE DE LA ESPERANZA
Quisiera concluir mi carta con estas palabras de una célebre oración del abad san Bernardo de Claraval (1090-1153): “Mira la estrella, invoca a María”. Para vivir el Año Jubilar con intensidad y sentido haremos bien en poner nuestra mirada en María; en ella -discípula y madre- encontramos a la mujer firmemente anclada en una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta. María, que se fio del anuncio angélico, caminó toda su vida como “peregrina de la fe”, alentando su cotidiano vivir con la luz de la esperanza y donando a los demás con generosidad la caridad que inflamaba su corazón. Sea ella, en la entrañable advocación de Nuestra Señora de Marruecos quien acompañe nuestra peregrinación de esperanza a lo largo de este Año y durante toda nuestra vida.
Con mi afecto y mi bendición.
Tánger, 25 de diciembre 2024
+Fr. Emilio Rocha Grande, ofm
NOTAS
(1) Catecismo de la Iglesia católica 1472 “Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la «pena eterna» del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la «pena temporal» del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf. Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820). 1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del «hombre viejo» y a revestirse del «hombre nuevo» (cf. Ef 4,24).
(2) La indulgencia, en efecto, permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios. No sin razón en la antigüedad el término “misericordia” era intercambiable con el de “indulgencia”, precisamente porque pretende expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites.
El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios quita nuestros pecados. Resuenan con su carga de consuelo las palabras del Salmo: «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. […] El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; […] no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados» (Sal 103,3-4.8.10-12). La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno. En ella permitimos que Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo. No hay mejor manera de conocer a Dios que dejándonos reconciliar con Él (cf. 2 Co 5,20), experimentando su perdón. Por eso, no renunciemos a la Confesión, sino redescubramos la belleza del sacramento de la sanación y la alegría, la belleza del perdón de los pecados.
Sin embargo, como sabemos por experiencia personal, el pecado “deja huella”, lleva consigo unas consecuencias; no sólo exteriores, en cuanto consecuencias del mal cometido, sino también interiores, en cuanto «todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio». Por lo tanto, en nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los “efectos residuales del pecado”. Estos son removidos por la indulgencia, siempre por la gracia de Cristo, el cual, como escribió san Pablo VI, es «nuestra ‘indulgencia’» (Bula del papa Francisco convocando el Jubileo del año 2025S “Spes non confundit” n. 23)
(4) “Establezco además que el domingo 29 de diciembre de 2024, en todas las catedrales y concatedrales, los obispos diocesanos celebren la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar, según el Ritual que se preparará para la ocasión. […]. Que la peregrinación desde una iglesia elegida para la collectio, hacia la catedral, sea el signo del camino de esperanza que, iluminado por la Palabra de Dios, une a los creyentes. Que en ella se lean algunos pasajes del presente Documento y se anuncie al pueblo la indulgencia jubilar, que podrá obtenerse según las prescripciones contenidas en el mismo Ritual para la celebración del Jubileo en las Iglesias particulares. Durante el Año Santo, que en las Iglesias particulares finalizará el domingo 28 de diciembre de 2025, ha de procurarse que el Pueblo de Dios acoja, con plena participación, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su eficacia” (SnC n. 6).
A las puertas de celebrar el nacimiento de Jesús, Fr. Emilio Rocha Grande, ofm, arzobispo de Tánger, se dirige a los diocesanos y a la sociedad en general con sus deseos para esta Navidad y el próximo año 2025, año jubilar.
El 18 de diciembre se celebra esta conmemoración, proclamada por las Naciones Unidas en el año 2000. La ONU señala que esta jornada es una “buena ocasión para resaltar las inestimables contribuciones de millones de migrantes en todo el mundo” a la vez que reconoce que “sirve también para poner de relieve el entorno cada vez más complejo en el que se produce la migración”.
Con este motivo y con la intención de sensibilizar a la opinión pública y a los miembros de la Iglesia, se han realizado diversas actividades en el día de ayer.
Tánger, interior de la catedral
– Se ha retomado la iniciativa de los “Circulos de silencio” en varias ciudades: Tánger, Alhucemas, Nador. Se trata de una acción no violenta en solidaridad con las personas migrantes y de reivindicación de los derechos de todas las personas.
Nador, patio de la DDMAl Hoceima, salón de la iglesia parroquial
– En el Centro sociocultural Lerchundi de Martil, organizada conjuntamente con el Consejo nacional de migrantes de Marruecos, se realizó un Foro Social en el que a través de diversos participantes, se compartieron experiencias y se reflexionó conjuntamente sobre la situación de los migrantes en Marruecos y en Europa.
A lo largo de estas semanas antes de llegar a la Navidad, se realizan retiros e iniciativas de oración y de encuentro para prepararnos espiritualmente a celebrar el nacimiento de Jesús, hijo de Dios.
En este tiempo de conversión y de esperanza, ya se han realizado algunos retiros:
En primer lugar, el sábado día 7 de diciembre en Nador, las Hijas de la Caridad y las Esclavas de la Inmaculada Niña se reunieron en una jornada de retiro en la casa de estas últimas, que concluyó con la vigilia a la Inmaculada.
La familia franciscana presente en Tánger se reunió en Asilah el sábado 14 de diciembre, junto a las Misioneras del Señor de los Corazones y Santa María de Guadalupe, en la ciudad de Asilah. Fue ocasión de profundización y de confraternización.
Próximamente, el sábado 21 de diciembre por la mañana, será el turno para los religiosos y religiosas de la zona de Tetuán.
También hay comunidades parroquiales que organizan momentos de retiro para los fieles en general:
En la Capilla de San Francisco, en M’diq, el domingo 22 de diciembre, a continuación de la eucaristía de las 9.30h, se ofrece también un momento de reflexión y retiro.
En Nuestra Señora de las Victorias de Tetuán, el sábado 21 de diciembre, los jóvenes de la AECAM celebran un retiro a las 15h, sobre la figura de Zaqueo, con la posibilidad de recibir el sacramento de la reconciliación y acabando con la misa de las 19h.
El 12 de diciembre es la fiesta de esta advocación mariana, venerada como “Reina de México y Emperatriz de América”. Así nos lo explican la religiosas Misioneras del Señor de los Corazones y de Santa María de Guadalupe, que llevan adelante la misión católica en Asilah desde el mes de octubre. Se trata también, pues, de la patrona de su congregación y forma parte de su carisma, tal y como explican: “Es ella la que nos invita a dar a conocer su amor maternal, porque con su amor va en busca de sus hijos para llevarlos a su Hijo Jesús”.
La Virgen se apareció un 12 de diciembre de 1531 en la tilma de Juan Diego, en el cerro del Tepeyac, en la ciudad de México, y a San Juan Diego le dirigió estas palabras de conforto: «Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra?»
Toda esta devoción popular y amor a María se pudo poner de manifiesto en la celebración de la misa que tuvo lugar por la tarde en la Parroquia de San Bartolomé, concelebrada por Fr. Emilio, arzobispo de Tánger, Mons. Ilario, obispo emérito de Túnez, el párroco Fr. Marko y los otros padres franciscanos Natale, Virgilio y Agatino. Se hicieron presentes algunas personas de la comunidad parroquial y al término de la eucaristía se llevó a cabo un convivio en el salón de la casa parroquial.
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