Entra en el misterio

jesusEntra en el misterio de la santa Navidad: misterio de encarnación, abajamiento, anonadamiento.

Si iluminas el misterio con las palabras de la divina Sabiduría, oirás el mandato que ha recibido: “El Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: _Habita en Jacob, sea Israel tu heredad… Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”.

Si lo iluminas con la oración del Salmista, se te mostrará que, en la Navidad, Dios, tu Dios, “ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina, envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz”.

Si en tu camino por el misterio te guía el evangelista, te dirá que, en la Navidad, “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”; te dirá que Dios, entrando en nuestra noche, ha asumido nuestra fragilidad; te dirá que, en esa carne frágil, hemos contemplado la gloria de la Palabra, “gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

Si quieres que sea el apóstol quien te lleve de la mano al corazón de la Navidad, graba en el tuyo sus palabras: “Dios nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos”. Es como si te hubiese dicho que en la noche santa de la Navidad, nació para ti toda bendición: nació para ti la gracia de Dios, la redención, el perdón, el conocimiento de la esperanza a la que Dios te llama.

Te dije: “Entra en el misterio de la santa Navidad”. Ahora más bien digo: Entra en el misterio de la Eucaristía que celebras, del Cuerpo de Cristo que recibes, y guarda en tu corazón, escrito con palabras tuyas, lo que de Dios hayas conocido y gustado. Es en verdad inefable: “A cuantos lo recibieron les da poder para ser hijos de Dios”.

Feliz domingo.

“Hoy nos ha nacido un Salvador”

 

sagradafamiliaA los fieles laicos, a las personas consagradas y a los presbíteros de la Iglesia de Tánger: Paz y Bien.

Cuando oímos: “Hoy nos ha nacido un Salvador”, oímos una revelación que hace estremecer de alegría la oscuridad de la noche.
Cuando en la fe acogemos la palabra del Señor: “Ha aparecido la gracia de Dios”, la vida, por el oído, se nos empapa de esperanza.
Mientras nosotros aprendemos a creer, los ángeles, que ya han entrado en el misterio de la noche santa, alaban a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Y cuando celebrando el misterio hayamos visto lo que hemos oído, cuando la fe haya iluminado con su luz nuestro corazón, también nosotros, “dando gloria y alabanza a Dios”, volveremos al quehacer de cada día.
Volveremos como los pastores a lo cotidiano, pero ya nada será lo que era: Ya nadie puede devolver al cielo la paz que del cielo ha venido, y nadie puede privarnos de la alegría por el niño que se nos ha dado, por el Salvador que nos ha nacido, por la paz que del cielo ha bajado a la tierra; ya nadie puede privarnos de la libertad que nos da sabernos amados de Dios, cuidados por Dios, recibidos en Dios; ya nadie puede apartar de nuestra noche la luz de la Navidad.

Es un misterio:
Cuando oímos: “Hoy nos ha nacido un Salvador”, se nos anuncia un misterio en el que habremos de entrar si queremos que su luz ilumine lo que somos y lo que hemos de hacer.
Ese misterio el apóstol lo llamó gracia y salvación, cuando dijo: “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres”. De esa gracia y salvación hablaba también cuando dijo: “Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”. Y se refería al mismo misterio cuando, para nuestra enseñanza, escribió: “Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
Mira hasta donde ha bajado el Señor de los cielos, admira al Verbo de Dios hecho hombre por ti, contémplalo hecho camino para que puedas ir a la casa que Dios ha preparado para ti desde la creación del mundo.
Tú, hija del tiempo y, como el tiempo, fugaz y medida, pretendiste apropiarte de lo que era eterno, y te atreviste con el árbol del conocimiento del bien y del mal. Y el Verbo eterno, Dios de Dios, Luz de Luz, para darte lo que era suyo, asumió lo que era tuyo, y se hizo hombre, como tú fugaz y medido; y la Sabiduría radiante e inmarcesible, efluvio del poder de Dios, irradiación de la luz eterna, para que conocieses su designio eterno, hubo de aprender a balbucear como un niño nuestras pobres palabras.
Tú, para hacerte un nombre que no te correspondía, pretendiste alcanzar el cielo levantando una torre hacia lo alto. Y el Verbo que estaba junto a Dios desde el principio y era Dios, para darte un nombre que no tenías, hizo su torre hacia lo hondo, y se hizo hombre, se hizo niño, se hizo pequeño, y hallándote no sólo frágil como un niño sino también clavada a la cruz de tu condena, bajó a lo más oscuro de tu noche, se abrazó a lo más alto de tu cruz, para que renacieses con su gracia, vivieses con su vida, subieses con él a su cielo.

Es un camino:
Lo recorrió el que nos precedió: el Verbo hecho carne.
Siguiéndole a él, aprendimos que a Dios se va por el camino de los pobres, que a lo alto se llega bajando, y que tanto más grande uno será cuanto más pequeño y siervo de todos uno se haya hecho.
Siguiéndole a él, aprendimos a compartir, no el pan que nos sobra, sino el último puñado de harina que nos queda, el último aceite de la alcuza, lo necesario para la vida, hasta dar la vida misma.
Siguiéndole a él, hemos declarado abiertas las fronteras de la casa, hemos abierto de par en par el corazón, hemos empezado a construir, después de haberlo soñado en el regazo de Dios, un mundo nuevo, un mundo de hermanos que se aman porque Dios los ama.
Bautizados en Cristo, nos hemos revestido de Cristo, y éste es el uniforme que se nos ha dado: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión.
En tu corazón de creyente resuena como un estribillo el mandato: “Haced vosotros lo mismo”. El que te instruye, dice: “El Señor os ha perdonado”, y tu corazón responde: “Haced vosotros lo mismo”. El mismo Señor te enseña: “Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies…”; y tú, que guardas en la memoria la enseñanza, ya vas diciendo antes de que él lo diga: “Haced vosotros lo mismo”. Y si lo oyeses decir: “Como yo os he amado…”, róbale las palabras para repetir: “Haced vosotros lo mismo”.
Arrodillarse a los pies de los hermanos es el secreto para hacer fuerte la unión en la familia, la vida en el pueblo de Dios, la paz en la comunidad civil. Él lo hizo, el Maestro y el Señor: “Haced vosotros lo mismo”.
De ese modo, arrodillado, Jesús se manifestó como hijo del hombre. De ese modo, arrodillados, nosotros nos manifestamos como hijos de Dios.
Un abrazo de vuestro hermano menor.

 

Encinta de esperanza

Adviento-2 “La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Enmanuel”. La Navidad está cerca. La liturgia ya entra en el misterio de una maternidad asombrosa. Aún no vemos al hijo, pero ya sabemos que la madre está encinta, y sabemos también qué nombre le va a poner al hijo que viene.

No pienses, sin embargo, que la palabra del profeta te anuncia sólo la cercanía de un nacimiento. Hoy has escuchado una noticia asombrosa: En este niño que esperas, Dios visita a su pueblo; en este niño, Dios se hace Dios con nosotros; en la pequeñez de un niño nos visita el Rey de la Gloria. Deja que desde el asombro suba a tus labios un cántico de alabanza: “Va a entrar el Señor: Él es el Rey de la gloria”.

Vuelve, Iglesia de adviento, vuelve a escuchar la palabra profética: “La virgen está encinta y da a luz un hijo”.  A tu memoria vendrán otras palabras, luminosas como promesas divinas: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa”. Algo te dice que es el mismo milagro de amor el que se anuncia y se vela en la maternidad de una virgen y en la alegría del páramo, en la fecundidad de la estéril y en el gozo del erial.

Mira el rostro de la virgen, fíjate en el desierto y el páramo. Míralos con los ojos del profeta: Verás a los pequeños de la tierra, a hombres y mujeres de manos débiles, de rodillas vacilantes; verás a ciegos, sordos, cojos, mudos y esclavos. Míralos también con tus propios ojos y desde tu fe, y cuenta, si puedes, el número de los seres humanos privados de derechos fundamentales que la conciencia común les reconoce a todos. Pon un rostro a esta virgen, dale nombre a este desierto. Cuenta a los que han sido privados del derecho a la vida, del derecho a una vida digna, del derecho al trabajo, del derecho a emigrar, del derecho a no emigrar, del derecho a la paz, del derecho a la libertad. No podrás contarlos, como no puedes contar las estrellas del cielo.

También de ellos, también de ti, también de esta virgen, de este erial,  habla hoy la palabra del Señor: “La virgen está encinta y da a luz un hijo”. “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa”.

 Alégrate, estepa en adviento, porque la Navidad está cerca y te trae memoria de una dicha que nadie podrá arrebatarte. Alégrate, Iglesia pobre, porque hoy, escuchando con fe la palabra de tu Dios, enclaustras en tu seno la esperanza. Alégrate, Iglesia de los pobres, porque, recibiendo a Cristo el Señor, recibes del cielo al Justo, y la tierra se abre para que brote el Salvador.

“¡La virgen está encinta y da a luz un hijo!” Hoy, en tu fe y en tu pobreza, virgen Iglesia, la esperanza, como un hijo, vuelve a encantar el mundo.

Feliz domingo.

Carta-felicitación‏

Tánger, 10 de diciembre de 2013

navidadfelicA los fieles laicos, a las personas consagradas y a los presbíteros de la Iglesia de Tánger: Paz y Bien.

Aunque es adviento, os hablo ya de la Navidad, como la liturgia, que presiente la fiesta y la anuncia a los fieles: “Estad alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”.

Así será la Navidad que se acerca: “Dios vendrá y nos salvará”, vendrá con justicia, pan y libertad; “vendrá en persona, resarcirá y salvará”. “El Señor abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan, ama a los justos, guarda a los peregrinos”.

No habrá Navidad sin Dios: él es justicia, pan y libertad. No hay Navidad sin pobres: oprimidos, hambrientos y cautivos a la espera de Dios. No hay Navidad sin Jesús, Dios y pobre verdadero.

“Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de unos discípulos”: ¿Ya ha llegado la Navidad o tenemos que seguir esperando?

Y Jesús les respondió: “los ciegos ven y los inválidos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Id a anunciar a Juan: la Navidad ya está aquí.

Pero podemos no dejarla entrar:

La Navidad llamó a las puertas del rey Herodes; estuvo tan cerca de él como lo estaban los niños de Belén y sus alrededores; pero el rey tuvo miedo de ella y mandó que la matasen.

La Navidad llamó a las puertas del corazón de escribas y fariseos; estuvo tan cerca de ellos como lo estaba la enseñanza de Jesús de Nazaret: Oyeron sus palabras, vieron sus signos, pero no creyeron para recibirlo, se escandalizaron para rechazarlo, y se confabularon con los herodianos para acabar con él, para quedarse sin Navidad.

La Navidad llamó a las puertas del rico epulón; estuvo echada en su portal, cubierta de llagas y hambrienta; esperó recibir algo de lo que caía de la mesa del rico. Pero el rico la ignoró y dejó que a sus puertas se muriese.

Hoy, para que la Navidad no se nos cuele en el reino, la disuadimos con vallas recrecidas, carreteras perimetrales, radar de aproximación con cámara de visión nocturna, dispersores de productos antidisturbios, alambradas de cuchillas, cables con sensores conectados a una central de seguimiento, garitas de vigilancia, cámaras de televisión. Esa muralla, que se pretende infranqueable, no se levanta contra la corrupción, no contra la violencia, no contra la injusticia, no contra la explotación, no contra la marginación; se levanta contra hombres, mujeres y niños hambrientos de futuro y de pan; esa muralla se levanta contra la esperanza, contra la Navidad.

Cuanto más difícil se les hace a los pobres franquear las fronteras, más probable será que esa Navidad que llama a nuestras puertas termine ahogada en el mar.

A vosotros, hijos muy queridos, no necesito deciros que quitéis la valla. Os digo sólo: Feliz Navidad.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo de Tánger

Mensaje de la Iglesia de la diócesis de Tánger

En tiempo de Adviento

con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos:

 Mensaje de la Iglesia de la diócesis de Tánger

Sobre migraciones y fronteras del sur de Europa

igls“El Señor doblegó a los habitantes de la altura y a la ciudad elevada; la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó al polvo, y la pisan los pies, los pies del humilde, las pisadas de los pobres” (Is 26,5-6).

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (Declaración Universal de Derechos Humanos 3).

“Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” (Declaración Universal de Derechos Humanos 5).

 “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país” (Declaración Universal de Derechos Humanos 13,2).

En tiempo de Adviento para ella, cercano el Día Internacional de los Derechos Humanos, la Iglesia de la Diócesis de Tánger, con la fuerza de la fe, la esperanza y el amor de sus hijos, pide que esos derechos, que han sido reconocidos como universales y que han de ser respetados con todos, “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”, sean respetados de modo escrupuloso y discriminatoriamente positivo con quienes, por hallarse en situación de mayor vulnerabilidad, necesitan mayor protección.

Esta comunidad eclesial es testigo asombrado y apenado de que, en las fronteras del sur de Europa, son vulnerados no pocos de los artículos incluidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Nadie puede considerar respetuoso con la dignidad de las personas y con “su derecho a salir de cualquier país, incluido el propio”, el que, en veinte años, las fronteras se hayan cobrado la vida de más de 20.000 jóvenes.

Las medidas adoptadas hasta ahora por los Gobiernos de los países europeos para el control de las fronteras del sur, han sido y son un fracaso político y humano, pues dejan a los emigrantes en una situación de abandono, y transforman en sarcasmo sus proclamados derechos “a la vida, a la libertad y a la seguridad”.

Desde la fe, con esperanza, y por la caridad que nos une a quienes padecen las consecuencias inhumanas de esas medidas, como Iglesia:

  1. Denunciamos el sistema Europeo de vigilancia de fronteras, Eurosur, cuyo “objetivo principal” es “prevenir la inmigración irregular, el crimen transfronterizo y las muertes en el mar”, o, como han expresado otros: “mejorar la detección, prevención y lucha contra la inmigración irregular y la delincuencia organizada”. Lo denunciamos porque:
    1. Asocia inmigración y crimen, inmigración y delincuencia, lo que evidencia un inaceptable juicio negativo sobre los emigrantes y favorece el desarrollo de sentimientos xenófobos en la sociedad.
    2. Prevé la colaboración de las autoridades nacionales en un intercambio de información que puede lesionar los derechos de los emigrantes a la protección de sus datos personales.
    3. Privilegia objetivos de control y represión, que harán fácil y legítima la violación de los derechos de los emigrantes, incluido el derecho a la vida. Evidencia de esto son los 3.530 millones de euros que “los países miembros de la Unión Europea van a recibir, entre 2014 y 2020, para reforzar sus fronteras exteriores”. Es escandaloso que las fronteras y su seguridad sean más importantes que las personas y sus derechos.
  1. Denunciamos el doble lenguaje de quienes deciden las políticas de fronteras. Puestos ellos también, después de Lampedusa y sus muertos, ante la evidencia de centenares de víctimas de la miseria humana y de leyes que la agravan, se apresuraron a manifestar sentimientos de pesar y voluntad de evitar en el futuro tragedias semejantes, voluntad que se ha concretado en la creación del sistema EUROSUR. Es decir, que a la necesidad y esperanzas de los emigrantes, se responde una vez más con medidas sobre todo represivas, que los empujarán a asumir en sus caminos cada vez mayores riesgos, incluido el riesgo siempre más alto de perder la vida.
  1. Denunciamos la presencia de concertinas con cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla. Estos elementos de control de fronteras representan un atentado a la integridad física de los emigrantes: esas cuchillas cortan, lesionan, mutilan, y no son coherentes con el deber que todos tenemos de respetar los derechos de hombres, mujeres y niños de África en su camino hacia los países de Europa.
  1. Denunciamos la obsesión por la seguridad de unos a costa de la salud de otros, puede que a costa de sus vidas. Se entiende que un Gobierno ha de garantizar con medios apropiados la seguridad de los ciudadanos en el territorio de la nación. Pero esos medios dejan de ser apropiados, su legitimidad se desvanece, cuando usarlos significa privar a otros del derecho fundamental a la salud, al bienestar, a la alimentación, al vestido, a la vivienda, a la asistencia médica, a los servicios sociales necesarios. Las condiciones de vida en los países de origen y las leyes de protección de fronteras en Europa empujan a hombres, mujeres y niños de África a un infierno interminable de soledad y clandestinidad por los caminos de la emigración. Denunciamos que se oculten sus sufrimientos; denunciamos que, bajo pretexto de seguridad, se destinen cantidades ingentes de dinero a multiplicar esos sufrimientos, a hacer más difícil la situación de esa humanidad extenuada, a hacer que esos empobrecidos sean más prójimos de la muerte que de nosotros; denunciamos que a los emigrantes, a quienes nosotros mismos hemos hecho irregulares, se les obligue a la marginalidad en los países de tránsito, se les persiga como delincuentes, y se les empuje a la muerte.
  1. Denunciamos la supeditación de las personas a intereses económicos. A nadie se le oculta que el criterio principal, por no decir único, para regular la entrada de emigrantes en un país, es el del beneficio económico que le pueden reportar. Esa supeditación de lo humano a lo económico deja sin protección derechos fundamentales de las personas, como son: el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad; el derecho a que nadie se vea sometido a esclavitud; el derecho a que nadie sea víctima de trata; el derecho a que nadie sea tratado de forma cruel, inhumana o degradante. Y denunciamos que, por intereses económicos, esos derechos universales sean derechos no vigentes en los caminos de los emigrantes.

Ni las medidas adoptadas hasta ahora por las autoridades europeas y españolas para el control de fronteras, ni otras más costosas que se puedan adoptar, impedirán que a esas fronteras sigan llegando pobres en busca de futuro: No hay cuchillas que frenen el ansia de vivir, no  hay cuchillas que puedan intimidar más que el hambre y la miseria, nada pueden perder quienes nada tienen. De ello son testimonio hombres, mujeres y niños que entre nosotros, a los ojos de este Iglesia que peregrina en Marruecos, esperan una oportunidad. Gastar dinero en destruir esperanzas es la peor de las inversiones.

Pero no se trata sólo de una mala inversión, es también una terrible irresponsabilidad, pues en las fronteras se multiplican sufrimientos y muertes. “¿Quien es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? Ninguno. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable de éstos, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita» (Palabras del Papa Francisco en Lampedusa).

Por sentido de responsabilidad, por amor a la justicia, por respeto a nuestros hermanos emigrantes, pedimos a quienes tienen autoridad para hacerlo, que, en el ejercicio de esa autoridad, dispongan la retirada inmediata de las concertinas instaladas en las vallas de Ceuta y Melilla, por tratarse de instrumentos que violan derechos fundamentales de las personas y en nada favorecen el deseado desarrollo moral, cultural y económico de la sociedad española y de la Unión Europea. Las cuchillas sólo causan dolor y muerte.

Tánger, 5 de diciembre de 2013.

Memoria de un emigrante, muerto en Tánger, durante una redada policial.

Con la esperanza de que algo así  nunca más vuelva a suceder.

 

 

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo de Tánger

 

(Siguen firmas y sellos de las diversas instituciones de la Misión Católica en la diócesis de Tánger)

Pobres, a la espera de Cristo

Adviento-2Mientras los ojos van de pobre a pobre, la fe indaga en la noche los indicios de tu llegada, Señor de la justicia y de la paz. Dejará de esperarte quien deje de verse pobre y ver a los pobres.

Ellos, los desamparados, los desvalidos, los acorralados contra las vallas del bienestar, ellos son humanidad en adviento y preparan en su noche tu venida, Jesús de Nazaret: ellos piden que vengas, necesitan oír tu palabra que ilumina y comer tu pan que fortalece, necesitan ver que en sus vidas florece la justicia y abunda la paz, necesitan ver la salvación que viene de Dios, necesitan que tú seas su pastor, necesitan tu Navidad.

El sufrimiento los mantiene alertos, la esperanza los mantiene vivos.

Puede que no conozcan tu nombre, vulnerable como sus vidas; puede que no conozcan tu Reino, pues no los conocen sin vallas, y tu Reino no las tiene; puede que no sepan de tus sueños, de tus promesas, pero sueñan siempre contigo, con tu Reino, con tu nombre: Jesús.

Y hoy, en este tiempo de adviento para todas las esperanzas, tu Iglesia, bautizada con tu Espíritu y con tu fuego, escuchando y comulgando, se reviste de ti para que te encuentren los que te buscan, los que te necesitan, los que tienen hambre de pan, de justicia, de ti.

Feliz adviento, Iglesia de Cristo; feliz adviento, pobres de Cristo.

Natal

La Misericordia que viene:

ADVIENTO1Es Adviento.

Nosotros pedimos lo que necesitamos, y decimos al Señor: “Muéstranos tu misericordia y danos tu salvación”. Y él nos dice: “Estad en vela para estar preparados”.

Prepara, pues, Iglesia peregrina, el advenimiento de lo que pides; prepara la llegada de la misericordia, el nacimiento de la salvación, la venida del Reino de Dios.

Mantén en vela mente y corazón, pues lo que pides, habrás de reconocerlo oculto en sus sacramentos, y a cada uno de ellos habrás de prestar la atención que requiere su naturaleza.

La fe me dice que la misericordia, la salvación, el Reino, se acercan a mi vida bajo el velo de la palabra inspirada; la fe me dice que recibiré lo que he pedido, que nacerá para mí lo que espero, si guardo la palabra de Dios que he escuchado, si amo lo que la fe me ha enseñado a guardar.

La fe me dice que la misericordia, la salvación, el Reino, se acercan a mi vida bajo el velo de la Eucaristía que celebro, en la forma humilde del Pan de Dios que recibo: Misericordia, salvación y Reino son gracia que se ha derramado sobre quien se ofrece con Cristo, sobre quien comulga con Cristo.

Pero algo me dice que no llegaré a guardar la palabra de Dios, que no llegaré a comer el pan del cielo, si antes no he aprendido a escuchar la palabra de los pobres y a compartir con ellos mi pan.

Nosotros pedimos que Dios nos muestre su misericordia y nos dé su salvación, y él nos confía la vida de sus pobres. Si tu misericordia los abraza, si tu pan alegra su mesa, los pobres habrán conocido por ti la salvación, y tú sabrás que la misericordia que has pedido, ya ha puesto en ti su morada.

La medida que usemos, la usarán con nosotros.

Feliz Adviento: Feliz espera de la Misericordia que viene.

¡Hoy estarás con tu Rey!

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

pantocratorLa de este domingo, el último del Año Litúrgico, es una fiesta reservada a pecadores redimidos, a esclavos liberados, a ciegos iluminados, a leprosos que han sido curados, a muertos que han resucitado. Sólo quienes hayan experimentado la dicha de la redención, de la liberación, de la luz, de la curación, de la resurrección, podrán aclamar con todo el ser a quien es para ellos la salvación, a su Rey.

La de hoy es una fiesta reservada a los pequeños, a los humildes, a aquellos a quienes nada les ha quedado en herencia si no es Dios, sus promesas y su fidelidad.

No te escandalices si de tu fiesta no participan los poderosos, los que a sí mismos se salvan, los que no necesitan que los visite la misericordia ni la bondad. Poder y orgullo los ciegan, y no verán al Cordero degollado, al Hijo de Dios que se les ha dado, a Jesús de Nazaret humillado en la carne, exaltado en la cruz. Poder y orgullo los ciegan para que no vean a su Rey.

Es ésta una fiesta para hijos de Dios, a quienes mueve el Espíritu de Dios, pues en ella, armonizados los contrarios, contemplan al “Cordero degollado” y lo aclaman “digno de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor”; recuerdan el dominio de las tinieblas que padecían, y dan “gracias a Dios, que los ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz”; sufren crucificados con Cristo y guardan en el corazón esperanzas de paraíso.

El salmo de las tribus que subían a la casa del Señor en Jerusalén es hoy nuestro canto, el de los redimidos que celebran a su Rey.

“¡Qué alegría cuando me dijeron”: «Vamos a la casa de la reconciliación, vamos a la gracia del perdón, vamos a la morada de toda plenitud, vamos a Cristo Jesús»! ¡«Vamos al “reino de la verdad y la vida”, vamos al reino “de la santidad y la gracia”, vamos al reino “de la justicia, el amor y la paz”, vamos al reino que Cristo Jesús ha entregado a la majestad infinita de Dios, su Padre»! ¡«Vamos a escuchar con la Iglesia la palabra de Dios, vamos a recibir en la Iglesia la visita del Hijo de Dios»!

Nuestros pies ya están pisando los umbrales de la dicha que esperamos, de la nueva Jerusalén que es nuestra madre.

 “¡Qué alegría cuando”, desde lo alto de su trono, el Rey nos reveló: «Hoy, conmigo, estarás entre los pobres; hoy, conmigo, estarás también junto a Dios»; “hoy estarás conmigo en el paraíso”!

“¡Qué alegría cuando la palabra de Dios y su Espíritu, la fe, la gracia y la Iglesia me dijeron”: «Hoy estarás con tu Rey»!

Fiesta es ésta para pobres, alegría para pequeños, bendición para hijos de la redención.

Feliz domingo.

“Ven, Señor Jesús”

xxxiiiLas palabras de Miqueas, que se proclaman como profecía, las escuchamos como promesa que Dios nos hace: “Os iluminará un sol de justicia”.

Las palabras del Salmista, que repetimos como oración, las entendemos como anuncio de lo que vamos a vivir en nuestra eucaristía: “El Señor llega para regir la tierra con justicia”.

Cuanto más oscura se nos hace la noche, más intensa se nos hace la memoria de la luz, y más se vuelven nuestros ojos al oriente, de donde esperamos que amanezca para los oprimidos el sol de la justicia.

La noche duele, pero la esperanza nos guarda en su regazo: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

Feliz domingo.

Porque tú me encontrarás, ya puedo por ti perderme

estad-preparadosEn este domingo la palabra de la revelación remite al más allá de la muerte, no como ámbito de una felicidad soñada para los que mueren, sino como ámbito reservado a la acción salvadora de Dios, al ejercicio de su poder creador, experimentado por los justos como poder que da vida y hace justicia a los oprimidos.

De ese más allá, que es todo de Dios, hablan los mártires de la Antigua Alianza, cuando dicen: “El rey del universo nos resucitará para una vida eterna… Dios mismo nos resucitará”.

De ese mundo de Dios habla también Jesús cuando dice: “Que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica… cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos”.

Esa fe que en la fidelidad de Dios profesan Jesús y los mártires, es la fuente de la libertad que necesitan para vivir con fidelidad en la hora presente su compromiso con Dios y con el hombre.

Puedes orar con los hombres de fe de todos los tiempos, diciendo: Porque creo, Señor, que “al despertar me saciaré de tu semblante”, aunque sea no más que un niño, tú me haces invencible frente al poder de los tiranos. Porque sé que tú “me enseñarás el sendero de la vida”, puedo recorrer en paz los caminos de mi noche. Porque creo, Señor, que eres Dios de vivos y no de muertos, puedo confiado seguir a Jesús de Nazaret por su camino: libre como él para amar, libre para dar la vida, libre para perderla. Porque creo, Señor, en tu fidelidad, tú me das fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.

Porque podemos dejar el futuro en tus manos, tú eres, Señor, la luz que ilumina el presente, un tiempo que tus hijos no necesitan para sí mismos, sino para tu Reino, para trabajar por la paz, realizar la justicia, ejercer la solidaridad.

La fe en tu fidelidad, Señor, Dios de vivos que no de muertos, nos permite ser ya de Cristo Jesús, ser como él de todos, entrar con él en la humanidad nueva de la que él es el primer nacido.

Porque tú “me saciarás de gozo en tu presencia”, porque tú; Señor, me encontrarás para que viva, ya puedo sin temor perderme por tus pobres, por tus hijos, por tu Iglesia, por tu cuerpo, por ti.

Feliz domingo.