VISITA DE OMP DE CANADA

En los días 8 al 18 de abril de 2014,  llegaron a Marruecos los representantes de la OMP de la Iglesia francófona de Canadá: P. André Gagnon sj y el matrimonio Jeslin y Charle Richard.  El año 2013 fue apoyado solidariamente en los proyectos sociales y pastorales por la Iglesia de Canadá. Fue oportuno a constatar la presencia, muy dinámica, de los cristianos en Marruecos.

En las dos Archidiócesis de Rabat y Tánger los visitantes se encontraron con sus pastores y muchas personas responsables en diferentes comunidades.

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Obras Misionales Pontificias

Marruecos, DOMUND 2013

 
omp2013Por primera vez me dirijo a VOSOTR@S. Nombrado para acompañar a las OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS (OMP) en Marruecos, agradezco primeramente al Señor de la vida por su mirada amorosa puesta en mi persona. Confío ser fiel y creativo en el camino de la Obra Misionera de la Iglesia de Marruecos en sus dos realidades de Rabat y Tánger. Agradezco la vida y la dedicación del  Padre André Joguet a la OMP durante 15 años de su servicio y a todos vosotr@s por ser misioneros y por ayudar a crecer a las iglesias jóvenes en todo el mundo.
 
La Congregación para la Evangelización de los Pueblos nos solicita, lo siguiente: “Para que el mes de octubre brinde a los cristianos la ocasión de dar una dimensión universal a su cooperación misionera, y para aumentar el espíritu misional en el pueblo cristiano, foméntense las oraciones y los sacrificios diarios, de suerte que la celebración anual de la Jornada Mundial de las Misiones venga a ser exponente espontáneo de ese espíritu”(Estatuto OMP, art. 8).
 
A modo orientativo, y para canalizar las acciones propias de la cooperación misionera, se nos propone de potenciar las sendas  de la vida cristiana proyectada hacia la misión: la oración, el sacrificio, la cooperación económica (limosna) y la vocación misionera.
La Jornada del  DOMUND correspondiente lleva el lema:
“Fe + Caridad = Misión»
Fe + Caridad. No es legítimo separar, y menos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.
= Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la MISIÓN. El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica, entre otras implicaciones sociales.
El DOMUND de este año, domingo 20 de octubre, coincide prácticamente con la clausura del Año de la Fe. La Jornada tiene una dimensión universal, que desborda cualquier tentación de las comunidades cristianas de cerrarse en sí mismas por la preocupación de dar respuesta a sus propios problemas.
La Jornada Mundial: es católica, de toda la Iglesia y para toda la Iglesia. No hay ámbitos misioneros propios, sino que compete a la Iglesia la solicitud por todas las Iglesias. De ahí la invitación que nos hace el Santo Padre “a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes, y a ayudar a las Iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana”(Mensaje DOMUND 2013, 5). Este servicio se hace realidad en los 126 países donde están presentes las Obras Misionales Pontificias, a cuyos directores nacionales ha pedido el Papa“continuar vuestro compromiso para que las Iglesias locales asuman cada vez más generosamente su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia” (Roma, 17-5-2013).
Hermanas y Hermanos, Amigos de la Iglesia Misionera de nuestra Archidiócesis de Tánger os invito a ORAR este mes de misiones (OCTUBRE) más intensamente al Señor de la mies por nuevos obreros de su viña. Que bello saber que en nuestra Iglesia del Norte siempre hay nuevos misioneros que el Señor nos regala. Este año llegaron: hno. Jean Baptiste, franciscano, párroco de la Asunción de Tánger, hna. Leida y Pilar, Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de Tánger, tres hnos franciscanos de Larache: Sóstenes, Zenon y Bronek, P. Esteban de la Compañía de Jesús, responsable del Centro Baraka en Nador, hna. Eladia, Hija de la Caridad de Ksar El Kbir, Hna, María Jesús, Hija de la Caridad de Dar Driouch.
    Hagamos sacrificios como nos pide el Señor Jesús, ayudándonos los unos a los otros.
Os pido que la colecta del domingo 20 de octubre de 2013 sea enteramente entregada a las Obras Misionales Pontificias. Es obvio, que donde no hay parroquias, hagamos nuestro donativo a las Misiones de la Iglesia Universal.
“El que da – recibe y al generoso se lo premiará sin medida”
Podéis enviar la colecta o su donativo de la siguiente manera:
1.      Entregando directamente al hno. Simeón en Tánger o cuando realice la visita en vuestro lugar.
2.      Por medio de la cuenta bancaria al nombre:
            OEUVRES PONTIFICALES
BANCO: B.M.C.I. Agence Tanger, Place du Koweit
Nº de cuenta: 013 640 01042 201464 001 87 92
SWIFT: BMCIMAMCXXX
indicando que es DONATIVO y quién lo envía.
3.      Enviando el cheque con el  nombre:  OEUVRES PONTIFICALES
a la dirección nacional de la OMP:
      Hno. Simeón, OMP, 55 Rue Sidi Bouabid, BP 2116, TANGER
 
Gracias de corazón. Con lo que Dios nos da tenemos que florecer…
Simeón Stachera ofm
Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en Marruecos

Octubre Misionero 2013

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DOMUND 2013

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MISIONERA MUNDIAL 2013

logo_papado_catolico1Queridos hermanos y hermanas:

Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones.

1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería… un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer… es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros
para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la mentira, el error. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo, familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores
fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos  
que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien. El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago un llamamiento a todos aquellos que sienten la
llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana.Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren por su escasez. Al mismo tiempo exhorto a los  misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor. La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera 
más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3,1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y apoyan este
compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés
FRANCISCO

PRESENTACIÓN DOMUND 2013

img1La de las Misiones fue la primera de las Jornadas Mundiales que, por voluntad de la Santa Sede, se celebran en la Iglesia católica a lo largo del año. Después han ido surgiendo otras; en ellas, la Iglesia entera se siente especialmente unida a una intención particular: “El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Pío XI la instituye, con el nombre de “Domingo Mundial de las Misiones”, el 14 de abril de 1926, a los pocos años de haber nombrado “Pontificias” tres iniciativas particulares que promovían la cooperación misionera. Desde 1943, es conocida como DOMUND en todos los ámbitos eclesiales de lengua castellana.

El papa Francisco recuerda su finalidad: “Animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo” (Mensaje DOMUND 2013, 5). A ello contribuye la multitud de iniciativas de los responsables diocesanos de la animación misionera y de las comunidades eclesiales, secundando la explícita voluntad misionera de los respectivos pastores, que a comienzos de octubre exhortan a sus fieles con una carta pastoral.

domund2013El DOMUND de este año, domingo 20 de octubre, coincide prácticamente con la clausura del Año de la Fe, que se abría con la exhortación de Benedicto XVI: “«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Tes 3,1): que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues solo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero” (Porta fidei, 15). Anhelo que asume como propio el Papa Francisco: “Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año” (Mensaje DOMUND 2013, 5).

La Jornada tiene una dimensión universal, que desborda cualquier tentación de las comunidades cristianas de cerrarse en sí mismas por la preocupación de dar respuesta a sus propios problemas. Este carácter universal parece una obviedad al confesar la fe católica; sin embargo, el compromiso misionero encuentra sus principales obstáculos no solo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial, cuando los cristianos ceden ante los particularismos, que a veces llegan a ser excluyentes. Estos reduccionismos, en virtud de justificaciones subjetivas razonables, pueden llevar a que la responsabilidad misionera se circunscriba solo a las llamadas “nuestras misiones”.

Frente a tal peligro, esta es la grandeza de la Jornada Mundial: que es católica, de toda la Iglesia y para toda la Iglesia. No hay ámbitos misioneros propios, sino que compete a la Iglesia la solicitud por todas las Iglesias. De ahí la invitación que nos hace el Santo Padre “a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes, y a ayudar a las Iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana” (Mensaje DOMUND 2013, 5). Este servicio se hace realidad en los 126 países donde están presentes las Obras Misionales Pontificias (OMP), a cuyos directores nacionales ha pedido el Papa “continuar vuestro compromiso para que las Iglesias locales asuman cada vez más generosamente su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia” (Roma, 17-5-2013).

Esta corriente de solidaridad entre todas las Iglesias, en comunión con el Obispo de Roma –Pastor no solo de su Iglesia particular, sino también de todas las Iglesias, porque es “principio y signo de la unidad y la universalidad de la Iglesia” (LG 23)–, se enriquece, en primer lugar, con una cooperación espiritual: “Orar con espíritu misionero implica diversos aspectos, entre los cuales destaca la contemplación de la acción de Dios, que nos salva por medio de Jesucristo. De esta manera, la oración se convierte en una viva acción de gracias por la evangelización que nos ha llegado y sigue difundiéndose por todo el mundo; […] se convierte en invocación al Señor, para que nos haga instrumentos dóciles de su voluntad, concediéndonos los medios morales y materiales indispensables para la construcción de su Reino” (Juan Pablo II, Mensaje DOMUND 1994, 4).

domn13Cooperación personal, también, con el envío de nuevas vocaciones como “ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN 80). El DOMUND es otra oportunidad para que en las comunidades cristianas se susciten nuevas vocaciones para la misión, vocaciones misioneras ad vitam o vocaciones misioneras Fidei donum por un largo período de tiempo. “Me gustaría subrayar”, añade el papa Francisco, “que las mismas Iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las Iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad–, llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza” (Mensaje DOMUND 2013, 5).

Y, por último, cooperación económica. Las OMP gestionan el Fondo Universal de Solidaridad, al que llegan las aportaciones de los fieles que desean colaborar con la misión de la Iglesia. Es significativo cómo crecen las aportaciones de las Iglesias más jóvenes, que, conscientes de la gratuidad de lo que tienen, aunque sea poco, lo comparten. El Papa, a través de las OMP, distribuye equitativamente cuanto hay en dicho Fondo. De este modo, la caridad se hace universal y la misión es asumida por todos; y, con la limosna de todos, la Iglesia atiende como madre a sus hijos más necesitados. Se entienden así las palabras del Papa: “La Iglesia […] no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado” (Mensaje DOMUND 2013, 4).

 

Simeón Stachera ofm

Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en Marruecos

Octubre Misionero 2013

20 de OCTUBRE DE 2013 – DOMUND

“La Obra Pontificia de Propagación de la Fe despliega su actividad a lo largo de todo el año, pero con mayor intensidad durante el mes de octubre. Este debe ser considerado en todos los países como el Mes de las Misiones, del que el penúltimo domingo, denominado Jornada Mundial de las Misiones, es su momento culminante” (Estatuto de las Obras Misionales Pontificias, art. 7).

QUERIDISMOS EN CRISTO MISIONERO HERMANAS Y HERMANOS !!!

 Por primera vez me dirijo a VOSOTR@S. Nombrado por el Santo Padre Francisco para acompañar a las OBRAS Misionales Pontificias en Marruecos, agradezco primeramente al Señor de la vida por su mirada amorosa puesta en mi persona. Confío ser fiel y creativo en el camino de la Obra Misionera de la Iglesia de Marruecos en sus dos realidades de Rabat y Tánger. Agradezco la vida y la dedicación de Padre Andres Joguet a la OMP durante 15 años de su servicio.

 La Congregación para la Evangelización de los Pueblos nos solicita, lo siguiente: “Para que el mes de octubre brinde a los cristianos la ocasión de dar una dimensión universal a su cooperación misionera, y para aumentar el espíritu misional en el pueblo cristiano, foméntense las oraciones y los sacrificios diarios, de suerte que la celebración anual de la Jornada Mundial de las Misiones venga a ser exponente espontáneo de ese espíritu” (Estatuto OMP, art. 8).

 A modo orientativo, y para canalizar las acciones propias de la cooperación misionera, ya es tradicional que cada una de estas cuatro semanas se centre en potenciar sendas dimensiones de la vida cristiana proyectada hacia la misión: la oración, el sacrificio, la cooperación económica (limosna) y la vocación misionera. Obras Misionales Pontificias ofrece todos los años distintos materiales y sugerencias para vivir estas semanas, teniendo en cuenta también el lema y enfoque de la Jornada del DOMUND correspondiente.

Indicaciones para celebrar el Octubre Misionero

 1.ª Semana: ORACIÓN

En esta semana se pretende promover entre los fieles la constancia en la oración para dar gracias a Dios por el don de la fe, así como para pedir al dueño de la mies que envíe operarios a su mies y que el anuncio de la Buena Noticia llegue a todos los pueblos. Conviene llevar estas intenciones tanto a la oración personal como a la comunitaria, comenzando por la participación en la Eucaristía, y sin olvidar el rezo del Rosario Misionero, las vigilias de oración y otras posibles celebraciones litúrgicas de carácter misionero.

Benedicto XVI nos recuerda que “la oración se convierte en estos momentos en una exigencia muy concreta, como medio para recibir constantemente fuerzas de Cristo”.

 2.ª Semana: SACRIFICIO

Valorar la dimensión redentora y salvífica del sacrificio y del sufrimiento es el principal objetivo de esta semana. Así, se nos mueve a unir a la cruz de Cristo y ofrecer por la evangelización del mundo nuestras obras de penitencia y la aceptación de nuestros dolores. En este camino también se nos invita a contemplar la vida de Jesús, a conocer y valorar la vida de sacrificio y entrega de los misioneros, y a amar y cuidar a los enfermos (por ejemplo, acompañándoles y leyendo con ellos el tríptico Enfermos misioneros).

“Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor”, explica el Papa Benedicto XVI.

 3.ª Semana: LIMOSNA 

Esta semana se orienta a implicarnos en la cooperación económica con las misiones. Para ello es preciso informarnos sobre las necesidades en medio de las cuales viven y desarrollan su labor los misioneros, y sentir como nuestras esas urgencias, entregando en beneficio de las misiones una desprendida aportación económica. Se nos anima a compartir los bienes con quienes carecen de ellos, a la vez que se nos estimula a compartir la vida como voluntarios en tareas y acciones que ayuden a los más necesitados.

En palabras de Benedicto XVI, “quien es capaz de ayudar reconoce que precisamente de este modo también es ayudado”.

 4.ª Semana: VOCACIÓN MISIONERA 

El objetivo de esta semana es suscitar entre todos nosotros la apertura para escuchar la voz de Dios, que llama y envía a la misión. Para ello se recomienda participar en actividades de formación misionera, celebrar algún encuentro con misioneros, estar atentos y disponibles a la llamada de Dios, y mantener vivo el interés por las necesidades de la Iglesia a la hora de llevar al mundo el mensaje de Salvación. La animación misionera nos ayuda a comprometernos a ser instrumentos de unidad y de amor y a estar receptivos a la posible vocación misionera.

“Los misioneros”, dice Benedicto XVI, “han de ser personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo”.

En 1926 Pío XI estableció que el penúltimo domingo de octubre se celebrara en toda la Iglesia el “Domingo Mundial de las Misiones”, en favor de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, para mover a los católicos a amar y apoyar la causa misionera.

Desde 1943, esta “fiesta de la catolicidad y de la solidaridad universal” se conoce en España como DOMUND (de DOmingo MUNDial). Este nombre ha ayudado a identificar y difundir aún más esta jornada entre nosotros, y su mensaje —una llamada de atención sobre la común responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización del mundo— ha calado en la profunda sensibilidad y tradición misionera de nuestro país.

Los territorios de misión están confiados a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y dependen en gran medida de la labor de los misioneros y del sostenimiento económico las Obras Misionales Pontificias de todo el mundo. Mediante el DOMUND, la Iglesia trata de cubrir estas carencias y ayudar a los más desfavorecidos a través de los misioneros.

«Fe + Caridad = Misión»

DOMUND

Fe + Caridad. No es legítimo separar, y menos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. “La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y lafuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (Benedicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.

= Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la evangelización. “Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio […]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana” (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica, entre otras implicaciones sociales.

 

Crónica OMP (Roma)

CIUDAD DEL VATICANO, 17 de mayo de 2013 – El Santo Padre Francisco  recibió en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los participantes de la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias (OMP).

A los participantes en la audiencia, encabezados por el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el Santo Padre les recordó que “el obispo de Roma está llamado a ser pastor no solamente de su Iglesia particular, sino de todas las Iglesias, para que el evangelio sea anunciado hasta los extremos de la tierra”. Y en esta tarea “Las OMP son un instrumento privilegiado en las manos del Papa, el cual es principio y signo de la unidad y de la universalidad de la Iglesia”.

Francisco recordó que son ‘pontificias’ porque “bajo la directa disposición del obispo de Roma” de manera que “sea ofrecido a todos el don precioso del evangelio”.

Por ello, prosiguió el Santo Padre, estas “son plenamente actuales, más aún, necesarias porque hay tantos pueblos que todavía no han conocido ni encontrado a Cristo y urge encontrar nuevas formas y caminos para que la gracia de Dios toque el corazón de cada hombre y cada mujer y los lleve a Él”.

“Ciertamente -prosiguió- la misión que nos espera es difícil, pero con la guía del Espíritu Santo se transforma en una misión que entusiasma”. Y aunque todos experimentamos nuestra debilidad, debemos recordar la frase de san Pablo: “Nosotros… tenemos este tesoro en vasos de barro, para que sea visible que esta extraordinaria potencia le pertenece a Dios y no viene de nosotros”.

El Papa invitó a los directores OMP como lo hizo Pablo VI casi cincuenta años atrás a cuidar las Obras Misioneras que tienen el honor y la responsabilidad, de sostener con las ayudas necesarias a la misión que anuncia el evangelio.

Francisco recordó que si bien las OMP están puestas también bajo la solicitud de los obispos, para que se radiquen en la vida de las Iglesias particulares, “deben convertirse realmente en una herramienta privilegiada para la educación en el espíritu misionero universal y en la comunión y colaboración cada vez más intensas entre las Iglesias para el anuncio del Evangelio al mundo”.

Y “frente a la tentación de las comunidades de encerrarse en sí mismas, preocupadas por sus problemas -ha subrayado el Pontífice- vuestra tarea es llamar a la “missio ad gentes”, de testimoniar proféticamente que la vida de las Iglesias es misión y es misión universal”.

“En este contexto –prosiguió Francisco– les invito a tener una atención particular por las Iglesias jóvenes que, a menudo, viven en un clima de dificultad, de discriminación y también de persecución, para que sean sostenidas y ayudadas a la hora de testimoniar con la palabra y las obras el Evangelio”.

Y concluyó sus palabras invocando a María y alentando a los directores de las OMP a proseguir su labor “para que las Iglesias locales asuman cada vez con más generosidad, su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia”.

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Asamblea General OMP, Roma

Asamblea general anual de las Obras Misionales Pontificias, del 13 al 18 de mayo.

Desde Roma escribe Fr. Simeón Stachera ofm,

Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Marruecos.

omp-logoCon el saludo de bienvenida y la ponencia de Su Eminencia el Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el lunes, 13 de mayo se abrieron los trabajos de la Asamblea General Anual de las Obras Misionales Pontificias. La segunda intervención la realizó Su Exc. Mons. Protase Rugambwa, subsecretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Presidente de las Obras Misionales Pontificias (OMP).

En la Casa de Ejercicios de los Salesianos, en Vía de la Pisana, en Roma, se reunieron los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias de todos los continentes, junto con el Presidente y los Secretarios Generales de las cuatro OMP. La primera parte de la Asamblea, el lunes 13 y el martes 14 de mayo, se centró en las sesiones de pastoral. El miércoles 15 de mayo comenzó la Sesión Administrativa de la Asamblea, en la que tuvo lugar la presentación de los informes de los Secretarios generales de las cuatro Obras Misionales Pontificias, que presentaron el informe del año pasado, el presupuesto previsto para 2013 y las solicitudes de subvención de los distintos proyectos que han llegado.

El jueves, 16 de mayo ha sido el turno de Mons. Jan Dumon, Secretario General de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, de la Dra. J. Baptistine Ralamboarison, Secretaria General de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera y del P. Vito Del Prete, PIME, Secretario general de la Pontificia Unión Misionera. Se reserva también un espacio a la presentación de la Agencia Fides.

El viernes, 17 de mayo por la mañana se celebrará la audiencia con el Santo Padre Francisco.

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