Un Domingo de Confirmación en Nador

Iglesias Parroquial Santiago el Mayor

Nador 16/04/2023

¡Dichosos los creen sin haber visto!

Hoy la Iglesia de Nador se ha vestido de fiesta para celebrar con alegría en esta Octava de Pascua, Domingo de la Misericordia la Confirmación de Beatriz Prieto. Una joven madrileña, estudiante en el Colegio Español que tras tres años de preparación catequética acogió con gozo la posibilidad de recibir el Sacramento de la Confirmación en su parroquia de Nador, donde semanalmente participa junto a su familia en la celebración dominical.

A finales de este año, momento de cierre del año jubilar de la Parroquia, le pedimos a Fray Emilio Rocha, como Administrador Apostólico de la diócesis de Tánger que guardara en su ocupada agenda este día para celebrar el Sacramento de la Confirmación. No sabíamos que meses después lo recibiríamos como Arzobispo en nuestra pequeña y alegre comunidad de Nador.

En este domingo II de Pascua, domingo de la Misericordia, Dios ha querido bendecir con sus dones a esta joven que inicia un camino como creyente en un país de creyentes, como signo visible de la fraternidad que anhelamos y que construimos con luces y sombras en nuestro cotidiano vivir.

Dios en su gran Misericordia nos ama a todos, pone su corazón enamorado junto a nuestro corazón, frágil y vulnerable invitándonos a salir de nuestras pequeñeces y limitaciones para vivir una vida nueva, abierta a su gracia e inspirada por su ternura y compasión. Nuestra comunidad parroquial se ha vestido de gala, ha cantado con alegría, ha vibrado con fuerza y ha sentido la fuerza del Espíritu de Dios que nos anima a amar más, a servir mejor al estilo de Jesús, nuestro Maestro y Señor.

Damos gracias a Dios de todo corazón a nuestro Arzobispo Emilio Rocha, a sus compañeros franciscanos, a Beatriz, familia y a todos los que formamos la Comunidad parroquial de Nador por vuestra presencia y generosidad.

¡Dichosos los que creen sin haber visto!

Hoy la Iglesia de Nador se ha vestido de fiesta para celebrar con alegría en esta Octava de Pascua, Domingo de la Misericordia la Confirmación de Beatriz Prieto. Una joven madrileña, estudiante en el Colegio Español que tras tres años de preparación catequética acogió con gozo la posibilidad de recibir el Sacramento de la Confirmación en su parroquia de Nador, donde semanalmente participa junto a su familia en la celebración dominical.

A finales de este año, momento de cierre del año jubilar de la Parroquia, le pedimos a Fray Emilio Rocha, como Administrador Apostólico de la diócesis de Tánger que guardara en su ocupada agenda este día para celebrar el Sacramento de la Confirmación. No sabíamos que meses después lo recibiríamos como Arzobispo en nuestra pequeña y alegre comunidad de Nador.

En este domingo II de Pascua, domingo de la Misericordia, Dios ha querido bendecir con sus dones a esta joven que inicia un camino como creyente en un país de creyentes, como signo visible de la fraternidad que anhelamos y que construimos con luces y sombras en nuestro cotidiano vivir.

Dios en su gran Misericordia nos ama a todos, pone su corazón enamorado junto a nuestro corazón, frágil y vulnerable invitándonos a salir de nuestras pequeñeces y limitaciones para vivir una vida nueva, abierta a su gracia e inspirada por su ternura y compasión. Nuestra comunidad parroquial se ha vestido de gala, ha cantado con alegría, ha vibrado con fuerza y ha sentido la fuerza del Espíritu de Dios que nos anima a amar más, a servir mejor al estilo de Jesús, nuestro Maestro y Señor.

Damos gracias a Dios de todo corazón a nuestro Arzobispo Emilio Rocha, a sus compañeros franciscanos, a Beatriz, familia y a todos los que formamos la Comunidad parroquial de Nador por vuestra presencia y generosidad.

Iglesia Parroquial Santiago el Mayor

Nador 16/04/2023

 

 

Feliz Pascua. Carta de nuestro Obispo

Con la Iglesia y como Iglesia celebramos jubilosos la Pascua, la fiesta de las fiestas, fundamento de la fe cristiana. En este Día estamos llamados a anunciar con alegría a todos los hombres la victoria de la vida sobre la muerte, porque Jesús el Mesías ha resucitado y está vivo para siempre: el que se hizo hombre como nosotros, el que murió de muerte violenta y fue sepultado, ha resucitado de entre los muertos, primicia de todos nosotros (cf. 1 Co 15,20; Col 1,18), llamados en él y con él a la vida en Dios. Sí, Jesús fue resucitado por su Padre como respuesta a su vida, entregada por amor hasta el extremo; una entrega que abre para nosotros un camino a recorrer aquí en la tierra y luego en el más allá de la muerte, un camino que nada ni nadie podrá cerrar jamás.

Descripción generada automáticamente con confianza media“No está aquí. Ha resucitado” (Mt 28,6). Este es el corazón del mensaje de la Pascua que, una vez más, el Señor nos dirige hoy, y para comprenderlo mejor, os invito a meditar el acontecimiento de la resurrección de Cristo, con quienes han sido sus primeros testigos.

Igual que se celebran los aniversarios de aquellos acontecimientos que dan origen y consistencia a nuestras familias (matrimonio, nacimiento…), los cristianos hacemos lo mismo, todos los domingos y en cada eucaristía, haciendo un memorial (anámnesis) de aquello que está en el origen de nuestra fe, es decir, la Resurrección de Cristo. Del mismo modo que nos encanta, en los aniversarios familiares, hojear juntos un álbum de fotos o ver unos vídeos recordando la celebración de un matrimonio o un bautizo, al abrir el Evangelio también redescubrimos a Cristo en la frescura del día de Pascua en compañía de María Magdalena, Pedro, Juan y los discípulos de Emaús. Caminemos con sus sentimientos y, como ellos dejémonos también nosotros sorprender por Cristo Resucitado.

Encontrar a Cristo Resucitado con María de Magdala

María Magdalena viene al sepulcro para llorar a quien ama y al que, después de haberlo visto en la cruz, cree ciertamente muerto. San Gregorio Magno veía, en su obstinación por ir hacia Cristo, aunque estuviera muerto, un modelo para todos. Incluso cuando atravesamos la noche de la fe y Cristo, para nosotros, parece estar como muerto, somos invitados a seguir volviéndonos hacia él y a desearlo sin descanso.

Ante María aparece una tumba abierta y vacía; no comprende, razonando cuerdamente cree que alguien se ha llevado el cuerpo de Cristo. Así se lo contará a los Apóstoles y después, una vez, ha regresado llorando al sepulcro, también lo hará a los ángeles y al mismo Cristo, a quien confunde con el hortelano. ¿Por qué no reconoce a Aquel a quien ha seguido hasta la Cruz? Para nosotros resulta fácil entender la idea de la Resurrección, la Iglesia lleva proclamado la de Cristo durante casi dos mil años, pero hemos de comprender que, para quienes la habían experimentado por primera vez, era simplemente inimaginable.

Ahora es Jesús quien la llama suavemente por su nombre: «María». Ni tambores trepidantes, ni trompetas atronadoras, ni una aparición deslumbrante sobre las nubes como la del Hijo del Hombre anunciada por Daniel (7, 13). ¡Qué discreción en esta primera aparición después de su victoria sobre la muerte! Y es por la voz, instrumento de la fe (cf. Rom 10, 17) como María lo reconoce. Inmediatamente se da la vuelta, es decir, se convierte (es la misma palabra), y le grita su amor: “¡Maestro!”. Jesús se muestra aparentemente duro: «suéltame, porque aún no he subido al Padre»; ha de ayudar a María a abandonar su amor hacia el hombre que conoció antes de la Pasión para aprender a encontrarse con el Señor. Y añade unas palabras profundamente significativas: “Pero ve a mis hermanos y diles que yo iré antes que ellos a Galilea”.

Cristo resucitado sale a nuestro encuentro para encomendarnos una misión: ser sus testigos. La Resurrección es el centro de la Historia, pero no es su último acto, y si Dios es su autor, nos ofrece la posibilidad de proclamar su anuncio y lo que significa para todos: es posible la victoria sobre el mal y sobre la muerte, la esperanza de la vida y la felicidad eternas.

Encontrar a Cristo Resucitado con Juan y Pedro

Corramos con el apóstol Juan hacia a la tumba vacía. Ve la sábana con la que habían envuelto el cuerpo de Jesús y cree; lo cierto es que sus ojos solo ven unos cuantos lienzos y un sudario vacío, pero su corazón comprende: Cristo ya no está en el sepulcro: ¡está vivo! En cuanto a Pedro, el Evangelio según San Juan no especifica su reacción ante sepulcro vacío y su personal camino de reconocimiento de la Resurrección. Pero además de lo que escribe San Lucas: que Cristo se le apareció el día de Pascua, tenemos algo mejor: su propio testimonio en Pentecostés (Hch 2, 14-36). A la luz de su encuentro con el Resucitado, Pedro descubrió lo que proclamó ese día: el plan de salvación previsto por Dios para con la humanidad a lo largo de la historia, culmina en la Resurrección de Aquel que fue clavado en la Cruz.

Además, los Evangelios de la Resurrección especifican la misión de Pedro. Es hacia él, hacia quien María Magdalena corre al ver el sepulcro vacío (Jn 20, 1-2) y Juan, el discípulo amado, se aparta para dejar que Pedro entre primero en el sepulcro (Jn 20, 3-10); la Iglesia reconoce con amor su primado. Más tarde, a orillas del Mar de Galilea, Jesús Resucitado confirma y clarifica su misión de pastor y concreta su papel al servicio de toda la Iglesia: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-19).

Encontrar a Cristo Resucitado con los discípulos de Emaús

Aquí es de nuevo Jesús quien toma la iniciativa del encuentro; camina con estos dos discípulos desolados por lo sucedido en el Calvario. Aunque convivido con él antes de su muerte, ahora tampoco lo reconocen; es lo que nos sucede a nosotros, que frecuentemente no lo reconocemos cuando camina a nuestro lado en el transcurso de la vida. Este camino hacia Emaús es importante para ayudarnos a comprender el papel que juega la Palabra de Dios en el encuentro con Jesús. El Resucitado les da, a partir de las Escrituras, el sentido de la Cruz. Es la fe en Cristo resucitado lo que abre nuestro entendimiento para comprender las Escrituras y no al revés, pero también es verdad que entendemos mejor lo que significa para nosotros su resurrección cuando nos alimentamos de la Palabra de Dios.

Cuando Jesús llegó a Emaús, se sentó a la mesa con los dos discípulos, «tomó el pan, pronunció la oración de bendición, lo partió y se lo dio». Ahora es cuando lo reconocen y comprenden quién es. También para nosotros, la Eucaristía es el lugar del encuentro sensible con Jesús resucitado.

Y, lo mismo que María Magdalena y Juan, también estos dos discípulos entienden que ha sido el amor quien los ha conducido a él: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” Los caminantes de Emaús han comprendido, y nos invitan a hacerlo con ellos, que el camino que han recorrido con Cristo Resucitado, y que se apresuran a compartir con los demás discípulos, es en realidad el mismo Jesús: “Camino, Verdad y Vida” (cf. Jn 14, 6).

Un itinerario que vale para todos nosotros

Podemos seguir nuestra meditación acompañando a los otros testigos del encuentro con el Resucitado: las piadosas mujeres, el incrédulo Tomás, los demás apóstoles. Son luces diferentes enfocadas a una realidad que siempre nos superará, y que nos hacen vislumbrar lo que Cristo Resucitado espera de nosotros.

Es Siempre Él quien toma la iniciativa de manifestarse, eligiendo libremente a quien quiere; desea ser reconocido y da señales para poder hacerlo, pero no fuerza nada ni a nadie, dejando que su interlocutor sea libre para responder.

El encuentro con Él rompe todas nuestras precompresiones sobre la vida y la muerte; todos tendremos que llevar a cabo un viaje completo experimentando el miedo, la duda, la alegría, la incredulidad, el malestar y la adoración; y en él, cada uno vamos descubriendo nuestras propias disposiciones interiores y comprendemos que el amor es determinante para avanzar hacia Él.

Una vez reconocido, Jesús revela que no está muerto sino vivo (habla, camina, come) siendo el mismo, lo es manera diferente, porque es dueño de los límites de este mundo, y va conduciendo progresivamente de lo visible a lo invisible, del contacto físico a los signos, de la presencia sensible a los sacramentos, en los que -sobre todo en la Eucaristía, es Él mismo quien se nos entrega; finalmente sus interlocutores acaban comprendiendo que Jesús es mucho más que el Maestro y el Mesías: “¡Señor y Dios mío!”, Exclama Tomás, bienaventurado porque ha creído sin ver.

El encuentro personal con el Resucitado no es privilegio de los discípulos de la primera hora; cada uno de nosotros estamos llamados a vivirlo hoy en los sacramentos, en la escucha orante de la Palabra, en la comunidad eclesial y en el tejido de la entera existencia. Jesús es para siempre nuestro contemporáneo; también a nosotros nos llama a asumir la misma misión que sus primeros testigos.

Todos los encuentros con el Resucitado terminan en los evangelios con una misión. Jesús confía también hoy a cada uno de nosotros la responsabilidad de comunicar la buena noticia de la Salvación, formando así nuestro corazón y nuestra mente para testimoniarlo con la vida y la palabra.

¡Feliz Pascua 2023!

+Fr. Emilio Rocha Grande OFM

Arzobispo de Tánger

JUEVES SANTO 

Con el Jueves Santo acaba la Cuaresma y se inicia el Triduo Pascual, es decir, el periodo en que se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que se extiende del Jueves Santo al Sábado Santo.

En este día hacemos memoria de la Institución de la Eucarisitia, del sacerdocio y aprendemos de Jesús a inclinarnos delante del hermano siendo asi siervos por amor.

¿Quién no se espantaría de que le fuesen lavados por el Hijo de Dios los pies?   Pedro se arriesgó con gran audacia preguntando a Jesús:  Señor, ¿tú me lavas los pies?

El día de los Ázimos, todo estaba preparado para la cena de Pascua: el cordero, el pan sin levadura y el vino. El pan que da Cristo a sus discípulos “es su cuerpo, verdadero don de Dios” (Lc 22,19); el vino, bien precioso que hace la vida agradable (Eclo 32, 6), tiene significado cultual y cultural. Jesús y los suyos celebran un festín ritual y un acto de despedidas que invita al silencio y a las miradas de cariño.Un adiós provoca emoción, amor y tristeza al mismo tiempo. El lavatorio era un rito judío de hospitalidad que marcaba las distancias porque lo realizaba una persona de poca categoría de la casa. Se explica así que Pedro, se extrañara al ver a Jesús arrodillado a los pies de los apóstoles con un paño ceñido a la cintura. No es un gesto banal y tampoco de humildad por parte de Jesús. Es la expresión visible de su idea de la vida como servicio, alejada del boato y de las distinciones honoríficas. Si el amor no es inclusivo y servicial, no es nada.

Aquella cena familiar judía – conmemoración del éxodo que liberó a los hebreos de la esclavitud egipcia –, los cristianos la repetimos diariamente en el mundo con el nombre de cena del Señor. “Recibid, pues, y comed el cuerpo de Cristo, transformados ya vosotros mismos en miembros de Cristo en el cuerpo de Cristo; recibid y bebed la sangre de Cristo. Para no desintegraros, comed el vínculo que os une; no os estiméis en poco, bebed vuestro precio” (Sermón 228 B, 3).

La institución de la Eucaristía y del sacerdocio – confiado a un grupo de torpes pescadores – hablan del firme deseo de presencia de Jesús en medio de la humanidad.

Hoy es un día para contemplar el amor colmado de Jesús y examinarnos acerca de nuestro amor. Es el testamento que Jesús nos entrega para que sea argumento básico de nuestra existencia. Amar al estilo de Jesús sin miedo a vaciarse.

MISA CRISMAL

Nuestra diócesis adelanta  la fiesta del Jueves Santo para celebrar la misa Crismal sin prisas ni agobio.
El obispo convoca a sus ayudantes, al presbiterio de la diócesis para preparar juntos los óleos con los que ungir a los catecúmenos, a los bautizados y a los enfermos.
El aceite es la materia y es el espacio físico para que el Espíritu inmaterial actúe en nuestro cuerpo.
Por eso hoy también, antes de bendecir los óleos y consagrar el santo crisma, el obispo y sus presbíteros renuevan juntos las promesas del día de la ordenación.
Promesas que prensan  “aceitunas” y de ellas sacan la unción del Espíritu que se derrama de forma tan desmesuradamente abundante por la iglesia.
Se pronuncian las promesas, año tras año, con un temblor y un gozo, por lo grandes que son las promesas y los frutos. Provoca temblor, y no temor porque no hay lamento donde no hay duda en que lo prometido se llevará a cabo;   Esto soy, esto haces: Todo contigo, por ti y en ti.
¿Y vosotros? ¡Vosotros mostráis la medida que usa Dios para cumplir sus promesas!
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor
Siervos del Señor,
bendecid  al Señor,
almas y espíritus justos
bendecid al Señor,
santos y humildes de corazón,
bendecid al Señor.

DOMINGO DE RAMOS

Con el Domingo de Ramos, toda la Iglesia se prepara para vivir “La Gran Semana”, la más importante del año litúrgico y la central para cada creyente. Recorriéndola interiormente y en comunidad, hacemos memoria del camino que deseamos seguir para vivir “vestidos de fiesta” de la Fiesta de la Resurrección.

También en nuestra Archidiócesis de Tánger hemos comenzado la Semana Santa, celebrando en cada parroquia este momento de aclamación del Señor, pidiéndole que nos ayude a acompañarLo hasta su Pascua, y muy especialmente en su Via Crucis.

Nuestro Arzobispo, Monseñor Emilio Rocha Grande,  nos invitó a acompañar a Jesús en el realismo de lo que le tocó vivir, en el Getsemaní, cuando le pide al Padre que pase su hora; acompañar a un Jesús que se ve abandonado, negado, traicionado; nos exhortó también -según el momento personal que nos toca vivir-  a identificarnos,  poniéndonos en la piel de alguno de los personajes del tiempo Jesús,  con Maria Su Madre, al pie de la cruz; o con Simon Pedro, impulsivo, generoso pero debil, que lo siguió hasta el final pero “de lejos”. Tal vez con judas, que lo traiciona por pocas monedas, quedando  encerrado en su propia muerte interior. Tal vez con las mujeres,  que son las únicas que se quedan hasta el final y esperan… contemplandoLo…

Ante la muerte no podemos hacer nada, dijo, pero podemos permanecer abiertos a la esperanza, seguros de la fidelidad de Dios que es irremovible, y de que sus promesas se cumplen. Teniendo como última palabra la Resurrección.

Buen camino hacia la Pascua!

NUEVO ARZOBISPO DE TÁNGER

Con gran alegría la Archidiócesis de Tánger ha celebrado el sábado 25 de Marzo, fiesta de la Anunciación de Maria, la Consagración Episcopal de Monseñor Emilio Rocha Grande como nuevo Arzobispo de Tánger.

La Santa Misa con el rito de Ordenación Episcopal ha comenzado a las 17.00 hs. Nuestro Arzobispo saliendo de su Palacio Episcopal recorrió algunos metros por la calle Sidi Bouabid e hizo el ingreso formal en su Catedral del Espíritu Santo, allí lo esperaban el Cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat que presidía esta celebración, junto con el Nuncio Apostólico en Marruecos, S.E. Mons. Vito Rallo, primer concelebrante, y el arzobispo emérito de Tánger, Mons. Santiago Agrelo junto a otros once Obispos, algunos provenientes de la CERNA (conferencia episcopal del norte de Africa) particularmente Argelia y Túnez; y también de España. Treinta y seis sacerdotes algunos diocesanos y otros que nos visitaron desde España e Italia, completaron esta fiesta del Espíritu. No podemos dejar de mencionar, la presencia franciscana que desde el tiempo de  San Francisco bendice esta tierra de Marruecos, particularmente nos acompañaron el Padre Custodio de los franciscanos en tierra marroquí, el párroco de la Catedral y el canciller de la Diócesis que donaron un particular toque de fraternidad a Monseñor Emilio, también él franciscano. Numerosos franciscanos de la Provincia de la Inmaculada, en la  que fray Emilio creció por más de cuarenta años.

El santo pueblo de Dios que peregrina en Tánger acogió esta gracia participando vivamente en toda la celebración. La Catedral estaba repleta de hermanos y hermanas provenientes de Alhucema, Nador, Alcázarquivir, Asilah, Larache, Fnideq, Tetuán, y de Tánger contando también con autoridades musulmanas, representantes de los Consulados de España e Italia y de numerosas entidades de la cultura española a la que nuestra Iglesia de Tánger está unida desde su origen. Así mismo familiares y amigos de nuestro Arzobispo han querido estar presente para la ocasión.

Una nota de particular júbilo es de agradecer al nutrido coro conformado por la parroquia francófona que tanto trabajó guiado por su párroco, juntamente con el naciente coro de la catedral que dirige nuestra hermana de Jesús Maria.

Gracias también a los jóvenes subsaharianos que con su simpatía ofrecieron dones al son de la música que traen de sus países de origen.

Y por último la fiesta, que de la Mesa del Altar, se prolongó en la mesa del pan compartido, del diálogo fraterno y de la música africana que  seguimos escuchando en nuestros corazones como gratitud,  y como alabanza al Señor de La Vida.

Gracias a todos los que han hecho posible vivir este momento inolvidable.

Paz y bien!

A continuación los textos de la homilía del Cardenal Cristóbal López Romero; el saludo de Mons. Emilio Rocha Grande y la homilía del inicio de su Ministerio Episcopal.

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Homenaje interreligioso a la Poesía Mística

El 21 de marzo, poco antes del inicio del Ramadán, en la ciudad de Tánger, el espacio Artístico y Cultural Riad Sultan ha organizado en el día de la poesía un homenaje al poeta sufí Ahmed Tribak Ahmed, invitando a las tres religiones monoteístas para expresar con poesía mística la belleza de Dios.

Esto ha dado lugar a un encuentro entre judíos, musulmanes y cristianos a través de diferentes místicos. Hoy se habla de Dios de diferentes maneras, esta es una de esas que nos permite descubrir el recorrido espiritual de creyentes.

Mons. Emilio Rocha Grande, arzobispo de Tánger ha declamado dos poesías de San Juan de la Cruz: El cántico espiritual y coplas del alma que pena por ver a Dios.

Ha sido bello este encuentro que Zoubier Ben Boutcha, ha tenido la gran inspiración de organizar invitándonos a vivir poesía mística que nos habla del único Dios.

Des Femmes Migrantes : Des Femmes Courageuses

Migrer, quitter son pays, sa famille, ses amis, son travail, son environnement, sa culture… pour les améliorer et chercher un avenir. Un avenir que le pays d’origine ne peut pas offrir.

Pour mieux connaître cette réalité des migrants, nous nous sommes rendus en février 2023 à la Délégation Diocésaine des Migrations à Tanger et Tétouan. Sur leur chemin, les migrants rencontrent de nombreuses difficultés, mais aussi des personnes et des organisations désireuses de les aider. L’une de ces organisations est la Délégation Diocésaine des Migrations rattachée à l’Église Catholique du diocèse de Tanger, qui accompagne les migrants dans la mesure de ses moyens.

Nous y avons rencontré des femmes migrantes, démunies, mais dignes, courageuses et résilientes. Leur rêve, une vie meilleure ; leur espoir, atteindre l’Europe et avoir un travail pour nourrir leurs enfants, leur donner une bonne éducation et la paix. Ce que nous désirons tous pour nos enfants, rien de plus.

Nadia, 21 ans, est arrivée au Maroc il y a quatre ans, en provenance de Côte d’Ivoire. Après avoir terminé ses études secondaires dans son pays d’origine, elle voulait étudier la médecine, mais sa famille ne pouvait pas payer ses études. Il n’y avait pas d’emploi lui permettant de vivre dignement.

Elle est arrivée à Tanger avec son compagnon et le rêve de rejoindre l’Europe. Ils ont dû traverser le détroit en bateau. Le prix: 3 000 euros. Pendant qu’ils recevaient l’argent, ils ont eu un fils, Bouba. Nadia s’est formée, elle a suivi tous les cours proposés par le diocèse : pâtisserie, cuisine, couture, coiffure… mais elle n’a pas non plus trouvé d’emploi régulier au Maroc. Elle n’a pas de papiers.

Après plus de deux ans submergée de travail   et vivant de mendicité, ils ont réussi à obtenir l’argent. Ils étaient déjà dans la zone et sont partis. Mauvaise mer. Bouba tombe à l’eau et son père saute dans la mer pour le sauver. Il y parvient, mais se noie en sauvant son fils. Nadia reste seule avec son fils. Sans un sou, sans maison, sans famille. Elle veut toujours aller en Europe. Elle ne veut pas retourner en Côte d’Ivoire, elle n’y voit pas d’avenir et sa famille la traite mal. Comme presque toutes les femmes d’Afrique subsaharienne. C’est pourquoi elle travaillera et demandera l’aumône jusqu’à ce qu’elle obtienne les 4 000 euros qu’on lui demande aujourd’hui pour traverser quatorze kilomètres du détroit de Gibraltar à bord d’une embarcation de fortune.

Un voyage en avion de Tanger à Malaga, Barcelone ou Bilbao coûte moins de 200 euros. Elle paiera 4 000 euros et n’arrivera peut-être jamais car l’histoire de son mari pourrait se répéter. Elle ignore les malheurs et les dangers. Elle se dit simplement : «si c’est mon destin…», elle n’a que 21 ans et du désespoir dans les yeux. Elle est née en Côte d’Ivoire, pas en Espagne, c’est son péché.

Nous rencontrons Hawa dans la salle de consultation.  Elle nous amène sa fille Binette, âgée d’un an, parce qu’elle a une mauvaise toux nocturne et de la fièvre. Elle nous amène aussi Zenab, qui a deux ans. C’est une femme joyeuse, polie et souriante qui transmet la sérénité. Nous l’interrogeons sur le père de ses filles. Elle nous explique que son mari travaillait sur le chantier et qu’il est mort en tombant de l’échafaudage. Elle nous dit que Zenab est sa nièce, la fille de sa sœur décédée en couches au Maroc. Elle s’occupe seule d’elle-même, de sa fille et de sa nièce: ses deux filles. Elle dit avoir beaucoup pleuré, beaucoup, beaucoup…. On lui a conseillé d’aller à Tétouan car la DDM pouvait l’aider là-bas. Elle vit maintenant dans une chambre fournie par une ONG pour 10 mois. Après cela, elle devra chercher un logement. Elle cherche du travail, mais ce n’est pas facile sans papiers et avec deux enfants. Hawa veut rester au Maroc, elle ne rêve pas de traverser le détroit.

Nelly vient avec son fils Ibra, âgé de deux ans, car elle s’inquiète pour sa santé. Elle explique qu’elle a fui la Côte d’Ivoire parce qu’elle a divorcé et que son mari l’a menacée et a envoyé des hommes pour l’abattre. L’un d’entre eux l’a également violée et neuf mois plus tard, Ibra est né. Nelly a 31 ans et, à l’âge de 16 ans, son père l’a forcée à épouser un homme de 20 ans son aîné. Ils ont eu trois enfants. Une relation très difficile, marquée par les abus. À la mort de son père, elle a divorcé et les menaces du mari et sa peur ont commencé. Pour sauver sa vie, elle a dû quitter ses enfants et son pays. Elle ne peut pas y retourner ni les contacter car son mari la tuerait.

Les femmes migrantes, les femmes seules, les femmes qui n’ont aucune protection, mais qui sont courageuses, très courageuses. Elles s’occupent de leurs fils et de leurs filles, les protègent et leur donnent de l’amour. Elles les amènent à la clinique, propres, bien coiffées, avec leurs nattes colorées. Elles cherchent des organisations, des églises ou des ONG qui peuvent les aider. Heureusement, il y en a.  Mais ce n’est qu’une aide temporaire. Elles doivent poursuivre leur chemin, parfois seules, parfois accompagnées, parfois heureuses, parfois désespérées, mais avec une force exemplaire et poussées par l’amour de leurs enfants. Toujours avec espoir.

Elles rêvent en bleu, nous ont-elles dit, le bleu de la mer qu’elles veulent traverser pour atteindre une terre promise qui ne les attend pas et qui ne veut pas d’eux, notre terre. Une terre qui a tout, mais qui refuse de le partager. Une terre qui a besoin d’eux et qui, par égoïsme, ne leur donne pas la possibilité de le faire.

Nous remercions la Délégation Diocésaine des Migrations et le diocèse de Tanger de nous avoir accueillis et de nous avoir permis de connaître le travail qu’ils réalisent avec ces personnes qui, pour beaucoup n’existent pas. Nous les remercions pour cette aide, cette chaleur humaine, cet accompagnement… Et nous remercions toutes les ONG et les personnes qui consacrent une partie de leur temps à ce service.

*Les noms des personnes citées dans l’article ont été modifiés afin de protéger leur identité.

Par Maite de Aranzábal et Dolors Canadell

Pédiatres à Vitoria, Pays Basque

(première publication en espagnol sur le site: Cáritas Diocesana de Sevilla, 21/03/2023)

Francisco y Benedicto: ¡diez años juntos!

Francisco y Benedicto: ¡diez años juntos!
Mons. Giovanni D’Ercole
Obispo emérito de Ascoli Piceno

Hace diez años, el 13 de marzo de 2013, fue elegido Papa el cardenal Jorge María Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, el primer argentino y el primer jesuita, el primero también en llamarse Francisco. Sucedió a Benedicto XVI, que había dimitido inesperadamente el 11 de febrero de 2013, tras menos de ocho años de pontificado. Estos primeros diez años de Francisco coinciden en su mayor parte con la época del Papa emérito, una figura sin precedentes en la historia del papado. Dos meses y medio después de su muerte el 31 de diciembre de 2022, el recuerdo de Benedicto XVI sigue muy vivo en el corazón de muchos fieles.
Durante diez años, por tanto, dos Papas juntos: uno plenamente activo y el otro emérito, voluntariamente «recluido» en un monasterio, con la intención de apoyar en la oración la actividad de su sucesor y la misión de toda la Iglesia.
Permítanme ser claro, solo hay un Papa y su nombre es Francisco. Sin embargo, en la mente de muchas personas, dentro y fuera de la Iglesia, se ha desarrollado la percepción de un tándem papal inusual, por el cual Francisco y Benedicto, diferentes entre sí en sensibilidad, formación y actitud pastoral, han seguido estando presentes juntos en la crónica de nuestros días. Por lo tanto, es comprensible que el pontificado de Francisco haya estado acompañado por la presencia, aunque oculta y deliberadamente apagada, de su predecesor. Una presencia que, más allá de lo dicho y escrito por algunos, ciertamente jugó un papel providencial en el misterioso plan divino, que hoy no podemos comprender del todo. También hay que añadir que la presencia de Benedicto no afectó a la actividad de Francisco, que llevó a cabo con valentía y libertad una profunda renovación de las estructuras de la Iglesia y lo hizo desde el primer momento, procediendo con un incansable dinamismo juvenil a pesar de su edad. y sus dolencias. No se preocupó por las predecibles reacciones y resistencias que surgen y crecen ante cada cambio. Desde el primer momento empezó a hablar de la «Iglesia en salida» hacia las periferias existenciales, de la Iglesia como «hospital de campaña» que cultiva la «cultura del encuentro», con el conjunto de pensamientos, actitudes, opciones que superan los cierres, el egoísmo, el clericalismo, empujando a los creyentes a “salir” también, a ir a las periferias del mundo hacia los más pobres, los inmigrantes y todas las formas de marginación social. Este es el estilo con el que quiere operar Jorge Bergoglio, y si algún eclesiástico que vivió en las últimas décadas despertara de la tumba, vería a la Iglesia, a la Curia romana y al Vaticano como una obra de construcción en plena renovación. Decir, sin embargo, que esta renovación que él deseaba con tenacidad es bien recibida por todos sería no decir la verdad, porque seguimos registrando una gran resistencia por parte de algunos cristianos, mientras que por el contrario, el aprecio es cada vez mayor por parte de personas que, en ocasiones se declaran no creyentes. En algunos momentos Francisco ha experimentado la soledad, como por ejemplo debido a la guerra en Ucrania. De hecho, sus repetidos y sentidos llamamientos siguen sin ser escuchados: ni siquiera sus lágrimas han suscitado emoción y movido a los responsables a decidirse por la paz. También hay quienes siguen señalando la diferencia en las redes sociales, cuando incluso hablan de contraste, entre Francisco y sus predecesores, especialmente con Benedicto.
Pero, ¿es realmente así? ¿Existe realmente una diferencia sustancial y profunda entre ellos? ¿No podría considerarse el camino de renovación de Francisco, percibido por algunos como un cambio radical, en sintonía con lo que también esperaba Benedicto XVI, aunque partiendo de visiones diferentes y no opuestas sino complementarias?
Si no hace falta demostrar la diversidad de estilo y enfoque que caracteriza a cada uno de ellos, hay sin embargo un punto importante que los ve unidos: desde dos horizontes especulares Francisco y Benedicto miran al Concilio Vaticano II y ambos lo consideran la estrella guía, quien debe guiar a la Iglesia en este tiempo. Por eso, ambos, al comienzo de su ministerio petrino, se refirieron expresamente al Concilio. Por lo tanto, es necesario tener paciencia para unir y no oponer el enfoque teológico de Benedicto y el enfoque pastoral de Francisco, si queremos percibir la riqueza del mensaje cristiano a proponer y vivir plenamente hoy.
Reuniéndose con la Curia Romana con motivo de su primera Navidad en 2005, Benedicto, citando el Concilio Vaticano II, se hizo la pregunta: «¿Por qué la recepción del Concilio, en gran parte de la Iglesia, ha sido hasta ahora tan difícil? Pues bien -añadió- todo depende de la correcta interpretación del Concilio o -como diríamos hoy- de su correcta hermenéutica, es decir, de la correcta interpretación y clave de aplicación». Y explicó que hay una interpretación del Concilio a la que llamó “hermenéutica de la disconformidad” y de “la ruptura” favorecida por la simpatía de los medios de comunicación, y también de una parte de la teología moderna. Por otro lado, se interpreta el Concilio como una “hermenéutica de reforma”, es decir, de renovación en la continuidad de la Iglesia que crece y se desarrolla en el tiempo, pero siempre siendo el mismo, único sujeto: el Pueblo de Dios en camino. Y concluyó recordando que si las decisiones conciliares se interpretan como «discontinuas» respecto al pasado, se corre el riesgo de acabar en una ruptura entre la Iglesia preconciliar y la Iglesia posconciliar. En cambio, es necesario entender que hay una continuidad en la renovación, como bien explicaron el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 y el Papa Pablo VI en su discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965. Y es esta última manera de leer y aplicar el Concilio Vaticano II que, según el Papa Ratzinger, podrá estar al servicio de la nueva evangelización.
Por su parte, Francisco, a pocos días de su elección, en su primer encuentro con más de seis mil periodistas de todo el mundo reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano el 16 de marzo de 2013, ha querido esbozar el programa de su pontificado. con estas palabras paradigmáticas: “¡Cómo quisiera una iglesia pobre y para los pobres!”. Es una referencia directa y precisa al Concilio Vaticano II, y más precisamente al llamado «Pacto de las Catacumbas de Santa Domitilla», definido por algunos como «el testamento secreto del Concilio Vaticano II». Con estas breves palabras Francisco manifestó el deseo de una presencia valiente y profética de la Iglesia entre los hombres de nuestro siglo, que quizás durante la reunión del Concilio aún no estábamos preparados para comprender y acoger plenamente. Así, precisamente a partir del Concilio Vaticano II, Francisco quiso también trazar el camino de la Iglesia en el anuncio del Evangelio en el mundo de hoy, publicando su primera exhortación apostólica «Evangelii gaudium», «la alegría del Evangelio». Estos diez años son la crónica de una Iglesia que, a pesar de haber conocido abandonos y escándalos, divisiones y herejías, no se ha cansado de proclamar la verdad del Evangelio y su misión universal. En sus viajes por el planeta, Francisco reafirmó su atención prioritaria a toda periferia existencial; llamó a la acogida de los inmigrantes y de los pobres; ampliando los espacios de diálogo ecuménico y con otras religiones, mostró el estilo de una Iglesia que tiene un corazón que incluye y abraza sin excluir a nadie.
Para comprender mejor la figura de este papado, quizás sea más útil que nunca conocer en qué consiste el Pacto de las Catacumbas de Domitilla al ue nos referíamos más arriba. Era el 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio Vaticano II, cuando en la penumbra de la tarde cuarenta y dos padres conciliares, que luego se convertirían en quinientos obispos, firmaron un pacto de fidelidad al Evangelio que los comprometía a traducir en la vida cotidiana un programa de doce puntos que fue y sigue siendo un desafío a los «hermanos en el episcopado» a llevar una «vida de pobreza», una Iglesia «sierva y pobre», como había sugerido el Papa Juan XXIII . Los firmantes se comprometieron a vivir en la pobreza, a renunciar a todo símbolo o privilegio de poder y a poner a los pobres en el centro de su ministerio pastoral. El 20 de octubre de 2019, este Pacto fue retomado por un grupo de participantes en el Sínodo por la Amazonía, que también se reunió en las catacumbas de Santa Domitilla y quisieron actualizar la «casa común» a las nuevas emergencias para el mundo y presentar como un «Pacto por una Iglesia con una Amazonía, pobre y servidora, profética y samaritana».
Desde aquí entendemos el estilo y el lenguaje del Papa Francisco, amado por muchos y criticado por otros, como siempre sucede: ¡pero ese no es el problema! En cambio, es peligroso caer en la tentación de dividirse como la afición en un estadio entre los que aplauden y los que abuchean. Es más fecundo y necesario tratar de captar, leer e interpretar los «signos» de este tiempo que Dios nos regala para vivir con libertad interior y con sabio discernimiento. Durante casi una década, la Providencia colocó al emérito Benedicto junto a Francisco: su inédita compañía puede convertirse en un ejemplo que muestre la convivencia como una oportunidad para el respeto mutuo y el diálogo más allá de las diferentes sensibilidades y visiones de la realidad. ¿No es un signo que tanto Benedicto como Francisco nos inviten a redescubrir las riquezas inexploradas del Concilio Vaticano? ¿No es igualmente cierto que los textos conciliares son más citados que estudiados y que quien habla del llamado espíritu del Concilio quizás sepa poco de estos documentos?
El 11 de octubre de 2022, el Papa Francisco celebró una misa en la basílica del Vaticano, frente al cuerpo exhumado de San Juan XXIII, el Papa que abrió el Concilio Vaticano II en este mismo lugar hace sesenta años, el 11 de octubre de 1962. Recordando su memoria, dijo: «Redescubramos el Concilio para restaurar el primado de Dios». Por eso nos invitó a volver al Concilio para «redescubrir la pasión por el Concilio y renovar la pasión por el Concilio» para «devolver el primado a lo esencial», para volver a Jesús y a una Iglesia «libre y liberadora», pero sobre todo a una Iglesia «habitada de alegría», porque -observó- si la Iglesia «no se alegra, se niega a sí misma», y en el fondo «Una Iglesia enamorada de Jesús no tiene tiempo para confrontaciones, venenos o polémicas». Por tanto, es necesario rezar para que «Dios nos libre de ser críticos e intolerantes, duros e iracundos. No es sólo una cuestión de estilo, sino de amor, porque quien ama hace todo sin murmurar».
En 2025 celebraremos el Jubileo que cae cada veinticinco años. ¿Por qué no aceptar la invitación del Papa Francisco a volver al Concilio Vaticano II y redescubrirlo y vivirlo en su integridad? En este sentido, serían útiles las preciosas indicaciones metodológicas para la lectura, interpretación y puesta en práctica de los textos conciliares, sugeridas por el Papa Benedicto. El joven teólogo Joseph Ratzinger vivió el Concilio como testigo directo. Como estimado teólogo ya entonces, contribuyó a la elaboración de algunos textos conciliares que en el transcurso de los años siguientes trató de profundizar en su vasta y apreciada producción teológica, patrimonio hoy de toda la Iglesia.
Y me gustaría concluir tomando prestadas las palabras que Francisco escribe en el prefacio de un libro que recoge el pensamiento espiritual de su predecesor, publicado pocos días después de su muerte. Entre otras cosas, escribe: «Benedicto hizo teología de rodillas. Su argumento de fe se realizó con la devoción de un hombre que se ha entregado por completo a Dios y que, bajo la guía del Espíritu Santo, buscaba una comprensión cada vez mayor del misterio de ese Jesús que lo había fascinado desde temprana edad. «. Una invitación a tomar en serio nuestra misión cristiana, porque sólo redescubriendo la fuerza de arrodillarnos podemos ayudar a la Iglesia a recorrer todos los caminos del mundo.