Charles de Foucauld: hermano universal

Charles de Foucauld, será canonizado el 15 de mayo junto a otros nueve beatos, en la primera de las canonizaciones después de la pandemia. En el prefacio del libro de la hermanita Annie de Jesús: Charles de Foucauld sur le pas de Jésus de Nazareth, se afirma que el hermano Charles es más admirado que conocido. En lo personal, me identifico con esa admiración más que con su conocimiento, pues siempre he querido al hermano Charles de Foucauld; pero ha sido ahora, haciendo camino juntos con la Iglesia que vive en Marruecos, que he podido descubrirlo un poco más.

Cuando los javerianos llegábamos a Marruecos, en octubre 2020, se acababa de constituir un equipo interdiocesano para preparar y animar la canonización y las celebraciones en torno a Charles de Foucauld. Este artículo quiere transmitir esta experiencia de trabajo en equipo, esperando que ayude para que cada uno, desde el lugar dónde se encuentre, haga suya la experiencia y redescubra la figura de este hermano universal.

No puedo pasar por alto la citación con la que el Papa Francisco termina su encíclicaFratelli Tutti y que firmará precisamente el 3 de octubre de 2020, fecha en que p. Juan Antonio Flores sx  llegaba a Casablanca…

En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos.

Se trata del beato Carlos de Foucauld. Él fue orientando su sueño de una entrega total a Dios hacia una identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a un amigo: «Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos». Quería ser, en definitiva, «el hermano universal». Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén.”[1]

Un aspecto muy importante sobre el que hemos reflexionado en Marruecos ha sido su espiritualidad. Tiene mucho que ver con la búsqueda de Dios, la encarnación y la vida oculta de Jesús durante sus años vividos en Nazaret, su amor hacia la Eucaristía por el que crece el deseo de imitación, su vivencia de la Fraternidad Universal con una exquisita bondad hacia todos y su continua conversión interior para hacer presente a Jesús a los demás al estilo de María. Ella, en el misterio de la Visitación a su prima Isabel, es portadora de Jesús y, además, en este encuentro acoge la acción del Espíritu Santo que redimensiona la vida y la fe.

Voy ahora a abordar cuatro puntos breves con los que quisiera transmitir mi experiencia.

Retiro itinerante:
“En búsqueda de Dios,
siguiendo los pasos de Charles de Foucauld”

En el equipo interdiocesano se han organizado diferentes actividades: artículos, vídeos, retiros WhatsApp, elaboración de material, exposiciones etc. Quisiera detenerme en una de estas actividades que ha sido un regalo para mi: un retiro itinerante. Este se inició en el Monasterio de Notre-Dame de l’Atlas (continuación del de Tibhirine en Marruecos) con la visita del memorial de Tibhirine y en dirección hacia las montañas del Alto Atlas marroquí, dónde viven los nómadas. Es bueno saber y recordar que Charles de Foucauld vivió en la Trapa durante siete años: en la de Nuestra Señora de las Nieves en Francia, en la de Akbès en Siria y finalmente, en Staoueli en Argelia. Los monjes de Tibhirine, ahora beatos mártires, se inspiraban en Charles de Foucauld para su presencia en Argelia.

Nuestro grupo era pequeño, pero de gran belleza en su diversidad: Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, España, Francia, Gabón, Guinea Conakry y México. La mayoría jóvenes estudiantes que viven en Marruecos, dos madres de familia, una hermanita de Jesús, un laico asistente parroquial y yo. Me quedo con las palabras de Maylise, madre de seis hijos y esposa de un militar: “Nuestro retiro ha tenido el valor no de visitar lugares por los que Charles de Foucauld haya pasado, sino personas que han continuado su espiritualidad: los monjes de Tibhirine, los de Notre Dame de l’Atlas, el padre Peryguère, Cécile y Marie (franciscanas misioneras de María) que han vivido en la tienda de los nómadas, Sharif, nuestro guía musulmán, que ha conservado la capilla de las hermanas intacta y que nos la ofrece para orar, y desde luego los nómadas que nos han acogido en su tienda en las montañas del Alto Atlas”.

Hemos vivido varias cosas que podemos subrayar: la diversidad de orígenes en el deseo de caminar juntos y hacer todo para compartir entre nosotros en fraternidad; el hecho de caminar y orar a la vez, signo de nuestro caminar en la vida y el deseo del encuentro con el Otro y con los otros; la hospitalidad de los nómadas y musulmanes, la misma que Charles de Foucauld ha vivido y de la cual ha aprendido mucho del misterio de Jesús en Nazaret y de la acción de Dios en los pueblos que nos acogen.

En la Eucaristía que hemos celebrado en la montaña, Sharif, nuestro amigo y guía musulmán, nos ha pedido participar durante la reflexión compartida, él nos decía: “Esto es lo que nos pide la religión de cada uno, pensar en el pobre, vosotros habéis decidido dejar el momento del café, de los amigos para venir a visitar a los nómadas y pobres, para conocerlos, esto es lo que Dios quiere, eso es la fraternidad”. Y un joven marfileño se exclamaba después: “Jamás pensé que un musulmán estaría en la Misa y que además pudiese participar en nuestra reflexión, ahora vuelvo a Rabat y en el tranvía ya no seré indiferente a los musulmanes, como hasta ahora, sé que ellos tienen una riqueza que darnos y nosotros debemos estar abiertos”.

Es evidente que me vino al espíritu la experiencia de Charles de Foucauld cuando hacía su exploración de Marruecos y que describía años más tarde a su amigo Henry de Castries: “El islam ha producido en mí una profunda conmoción. La vista de esta fe, de estas almas viviendo en la presencia continua de Dios, me hizo vislumbrar algo de más grande y de más verdadero que las ocupaciones mundanas. Empecé a estudiar el islam, luego la Biblia”.

La presencia javeriana en Marruecos y Charles de Foucauld

La hermana Elli Miriam, provincial de las Hermanitas de Jesús en Marruecos y Argelia estaba impresionada al saber de nosotros, los javerianos: tres sacerdotes que vivimos en una ciudad en dónde somos los únicos cristianos. Con ocasión de la preparación para la canonización, ha estado en nuestra comunidad y se ha sorprendido del amor y alegría que tenemos de vivir aquí y la convicción con la que vivimos nuestra fe y nuestra presencia en medio de los demás hermanos y hermanas musulmanes. Ver celebrar aquí, los tres, todos los días la Eucaristía que nos une al pueblo al que hemos sido enviados es la espiritualidad de Foucauld. Tal fue su impresión, que ha sugerido a Claude Rault, obispo emérito del Sahara argelino, donde se encuentra Tamanrasset, que venga para conocernos y charlar con nosotros. Claude Rault nos visitó, por cierto, y de inmediato se ha tejido una comunión convertida en lazo de amistad. Quiso, además, acompañarnos a una oración con los sufíes de la cofradía Alawiya, y nos ha hablado del Ribat-El-Salam, del que es fundador junto a Cristian de Chergé.

¿Cómo vivimos nosotros, los javerianos, el espíritu de Charles de Foucauld?

Acabamos de llegar a Marruecos para una nueva fundación en la diócesis de Tánger, para abrir una comunidad donde los principales destinatarios son nuestros hermanos y hermanas marroquíes. Nuestra familia misionera tiene como lema “Hacer del mundo una familia” de hermanos. En cierto modo nos sentimos en el mismo camino del hermano universal en medio de los musulmanes tal y como está expresado en el número 9 de nuestras Constituciones “Por nuestro carisma específico, somos enviados a poblaciones y grupos humanos no cristianos, ajenos a nuestro entorno, cultura e Iglesia de origen. Fieles a las preferencias de Cristo, nos dirigimos, en particular, entre los no cristianos, a los destinatarios privilegiados del Reino: los pobres, los débiles, los marginados de la sociedad, las víctimas de la opresión y la injusticia.”

La espiritualidad de la Visitación

El documento Servidores de Esperanza de la Conferencia Episcopal Regional del Norte de África (CERNA) del 1 de diciembre 2014 (memoria litúrgica de Charles de Foucauld), nos describe de manera bella la Misión como una visitación: “Nos gusta leer en el relato de la visitación (Lc 1, 39-56) el paradigma de la misión. Lejos de toda conquista, la misión es una Visitación. Como María, que lleva a Aquél que nos lleva a nosotros, salimos a visitar a nuestros hermanos y hermanas para ayudarles, y cada encuentro es como una efusión del Espíritu Santo, un Pentecostés. Como en el relato de la Visitación, el Espíritu es el artífice del encuentro, posibilitando la acción de gracias por los frutos recibidos, frutos que son siempre sorprendentes. … María porta la Gran Esperanza. El Espíritu empuja a María y a la Iglesia para que se den prisa. Con su trabajo en el interior de los corazones dispone a la acogida y abre a la fecundidad del Cielo. La historia de nuestras Iglesias es la historia de estos encuentros de humanidad. La gracia “de ir hacia” nos hace experimentar una alegría parecida a la que brotó durante el encuentro entre Isabel y María. Los tesoros que una y otra llevan en su seno se estremecieron dentro de ellas mismas… Nuestras Iglesias, tras las huellas de María, viven el apostolado del encuentro. Conducidos por el Espíritu, en nosotros brota la alegría cuando nuestros corazones se abren al misterio del otro. Isabel ha “liberado” el Magníficat de María.” En resumen, como me decía Jean-Pierre Flachaire, prior del Monasterio de Notre-Dame de l’Atlasnuestro trabajo es convertirnos cada día más a Cristo, para poder llevarlo a los demás, y que nosotros seamos mejores cristianos y ellos sean mejores musulmanes”.

Conclusión…

Cuando Charles de Foucauld llegaba a Tánger el 20 de junio de 1883, él no tenía fe, venía disfrazado de judío, tenía una gran inquietud en su corazón, y no se daba cuenta de que Dios lo llevaba de la mano. Su encuentro con el mundo musulmán le ha impresionado profundamente. Recibirá el premio de la Société de Géographie de Parisdebido a su libro “Reconaissance du Maroc”. Su corazón se había prendado de Dios y entraba en las iglesias con una extraña oración “Dios mío, si existes, haz que yo te conozca”. Y más tarde dirá con gran convicción “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir para él. Mi vocación religiosa data de la misma hora de mi fe. ¡Dios es tan grande! Hay tanta diferencia entre Dios y todo aquello que no lo es”.

El itinerario de Charles de F. marca a muchos jóvenes que hoy salen de sus zonas de confort al encuentro de experiencias como voluntarios. Curiosamente, muchos de estos jóvenes, en el encuentro con la fe sencilla de pueblos lejanos, vuelven a vivir la experiencia de Foucauld. Recuerdo a un joven español que, después de encontrarse con los indígenas de la Huasteca en nuestra parroquia de Sta. Cruz en México, exclamaba: “es que ellos viven a Dios. Aquí todo te habla de Dios, la naturaleza, la gente, las celebraciones de fe”.

Quisiera referirme al libro de Christian Salenson “Témoins de l’avenir Charles de Foucauld, Luis Massigon, Christian de Chergé”. En sus conclusiones, nos invita a redescubrir el tiempo de la misión en el que vivimos, a una conversión del discurso de la conversión, a darnos cuenta de que existe un nuevo paradigma de la misión en el que se vive una hospitalidad fecunda, la fraternidad universal, el diálogo de salvación, la oración unida a la misión y la Eucaristía como sacramento de la misión de Dios y en diálogo con el islam. “Charles de Foucauld fue particularmente un innovador. La celebración y la presencia eucarística no fueron únicamente elementos importantes de su espiritualidad. La celebración y la adoración eucarística eran su misión en medio de los Tuaregs… (Sin la Eucaristía) no era la misa que le faltaba, sino la misión misma no tenía sentido y razón de ser: conservar el signo de la presencia eucarística[2].

Elli Miriam nos decía que los momentos de comida con los musulmanes son una celebración eucarística. Así lo hemos vivido este pasado mes de abril, en la Pascua Misionera del Encuentro, con unos jóvenes españoles y nuestros hermanos de la cofradía Alawiya de Tetuán, viviendo el Iftar (ruptura del ayuno), momento en que ellos terminan el ayuno cotidiano del Ramadán. Hemos experimentado comunión y oración, presencia divina, presencia humana y una gran alegría que da paz.

Charles de Foucauld: siguiendo tus pasos aprendemos a vivir la misión en nuestro siglo XXI. Que el Espíritu Santo nos abra a su acción; que, como decía Jean-Pierre Schumacher, “nuestra tarea sea la de percibir la acción de Dios en nuestros hermanos musulmanes” y en todos los demás hermanos y hermanas que no comparten nuestra fe y que son ocasión para descubrirnos en camino hacia Dios.

Rolando Ruiz Durán sx

[1] Fratelli Tutti, 286-287.

[2] Christian Salenson, Témoins de l’A-venir Charles de Foucauld, Luis Massigon, Christian de Chergé. Publications Chemins du Dialogue, Marseille, 2021, pp.296.

Pascua de la Presencia, la salida y el encuentro

Este año el Señor nos ha regalado una Pascua muy especial en Marruecos. Soy Javi, estudio medicina y tengo 23 años. El Miércoles Santo salimos tres jóvenes y un misionero javeriano desde Madrid y fuimos acogidos por otros tres misioneros javerianos (Juan Antonio, François y Rolando). Ellos viven en Fnideq, una ciudad al norte de Marruecos, donde no hay ningún cristiano aparte de ellos. Entonces, ¿por qué viven allí?

Por un lado, son presencia de los cristianos en ese lugar y cuidan con mucho cariño a los pocos cristianos de las ciudades cercanas. Una Iglesia pequeña en número, pero significativa, con la que tuvimos la suerte de compartir las misas del Triduo y de conocernos.

Por otro lado, son impulsores del diálogo interreligioso. Una mañana fuimos a visitar a Lamya, una mujer musulmana, para acompañarla por el fallecimiento de su madre. Estaba pasando por un mal momento, pero nos acogió y fue un momento de gran intimidad. Me gustó mucho ver cómo ella llamó a François el mismo día de la muerte de su madre, para que le acompañara en el entierro y rezara por ella. Me recordó al papel del cura cuando fallece un fiel de la parroquia: acompaña, cuida, reza. Los misioneros aquí no sólo son padres de los cristianos, sino también de los musulmanes.

Durante el día teníamos varios momentos de oración. En ellos rezábamos juntos, compartíamos libremente lo que cada uno vivía por dentro, y nos acordábamos de muchas personas a las que habíamos conocido. En estos momentos yo me di cuenta de algo importante: que la oración de los misioneros siempre tenía una mirada hacia los demás. Eso me hizo ver que tenía que salir más de mí mismo, primero en la oración. Muchas veces voy a rezar e intento solucionar todos mis problemas, olvidándome de que hay otros que también necesitan esa oración. Ver la generosidad de los misioneros en este aspecto me ha ayudado a cambiar la mirada.

Y este encuentro con Dios en la oración era el principal motor para salir al encuentro con los demás. He vuelto a experimentar que una Iglesia en salida es una Iglesia viva, que puede llevar la alegría y esperanza que recibimos de Dios. Además, es bonito ver cómo Dios está en las personas que conocimos y en los momentos que compartimos con ellas, de una forma especial en los amigos musulmanes.

Tuvimos la suerte de estar en Marruecos durante el mes del Ramadán, por lo que muchos de los días, al caer el sol, nuestros amigos musulmanes nos invitaron a romper el ayuno con ellos. Como es un mes importante para ellos, suelen hacerlo en familia, pero esos días decidieron pasar ese rato con nosotros. Me pareció un bonito gesto de acogida y cariño.

Un momento único que guardo del viaje es la oración que compartimos con ellos el Jueves Santo después de romper el ayuno. Primero, estuvimos presentes en su oración; después, compartimos en qué consiste el Ramadán y la Pascua; y finalmente, cantamos nosotros con la guitarra, como hacemos en nuestras parroquias. Lo mejor de todo es que no fueron momentos independientes, sino que cuando ellos rezaban, ahí estaba Dios y nosotros podíamos también rezar por ellos, y ellos por nosotros. Sentimos una unión fuerte entre nosotros y con Dios, porque pudimos compartir libremente nuestra fe, sin entrar en discusiones.

Otro momento muy especial para mí fue el encuentro con Mohammed. Él es un estudiante de 23 años, que tiene su fe musulmana, vive con su familia y tiene sus amigos, como cualquier joven. Pasamos una hora con él, nos conocimos y nos contamos cómo vivíamos cada uno nuestra fe, a qué nos dedicábamos… fue como charlar con un joven cristiano de cualquier parroquia que se haya encontrado con Dios. Ambos sabemos que hay diferencias en nuestra fe, pero intentamos vivir el día a día en clave de Dios y se ha creado una bonita amistad.

Algo que me llevo de estos días es haber vivido la Pascua como “el paso de la muerte a la vida”. Dios nos ama y desea lo mejor para nosotros, y eso lo he experimentado. Estoy muy agradecido, porque han sido días de compartir con mis amigos en el grupo, con los misioneros y con los que viven en Marruecos. También el Señor me sigue rompiendo esquemas, me descoloca para poder vivir mejor colocado y me ayuda a abrirle mis puertas a su acción.

Javier Contreras Mora, Madrid

 

Charles de Foucauld, un santo evangélico

Tánger, 8 de mayo de 2022,

Domingo del Buen Pastor

Queridos hermanos y hermanas de la diócesis de Tánger.

El próximo domingo 15 de mayo el papa Francisco, junto con otros seis beatos, proclamará santo a Charles De Foucauld.

  1. ¿Quién es este hombre?

Alegrémonos con toda la Iglesia, que nos invita A contemplar el camino espiritual de un hombre que, a través de las peripecias de su vida, de sus búsquedas, de sus insatisfacciones, y después de haber reencontrado su fe a los 28 años, nunca dejará de seguir a su “hermano amado y Señor Jesús”, como lo llamaba él, queriendo imitarlo, darlo a conocer, haciendo que lo amen.  En sus “conversaciones familiares” con Jesús, que nos ha dejado por escrito, vemos cómo esta relación con Jesús lo impulsó y lo transformó.

 

“… No estoy aquí para convertir a los tuaregs, sino para intentar comprenderlos”

La manera en que Charles De Foucauld, después de ser ordenado sacerdote, convivió con los tuaregs de  Tamanrasset durante los últimos 11 años de su vida, queriendo ser un trabajador del Evangelio en medio del pueblo musulmán, estudiando su cultura, aprendiendo su lenga, dialogando, testimoniando con amabilidad y sencillez, constituye una manera de caminar que no es ajena a lo que queremos vivir en nuestras diócesis del Norte de África, acercándonos a nuestros hermanos y hermanas musulmanes, viviendo en medio de ellos; haciendo nuestra la experiencia original vivida por Charles De Foucauld hace 100 años. Él se sintió impulsado a acercarse en primer lugar a los que, a sus ojos, aparecían como los “más abandonados” espiritualmente, a quienes nunca habían oído hablar del Evangelio, a todos los “hermanos de Jesús que no lo conocen”, como dice él mismo.

Y nosotros, ¿cómo es nuestro modo de presentarnos? ¿cómo es el testimonio que damos? ¿Cómo podemos anunciar el Evangelio? Estas cuestiones deberán alimentar también nuestras reflexión personal y comunitaria, de manera que podamos abrir caminos de presencia y acogida aquí y ahora.

 “…  Amando a las personas es como aprendemos a amar a Dios”.

Hay quienes afirman de Charles De Foucauld que es “¡admirable, pero inimitable!” Y, sin embargo, no hizo otra cosa que seguir paso a paso la senda del Evangelio, comprendiendo que “forma parte de la vocación gritar el Evangelio desde la azotea, no con la palabra, sino con la vida”. Él afirmaba que “la gente que se ha alejado de Jesús tiene que leer sin libros y sin palabras, tiene que conocer el Evangelio contemplando mi vida… Al verme tienen que ver cómo es Jesús”. Su vuelta al Evangelio lo condujo finalmente hacia aquellos a los que reconoció como los más alejados de Dios y de su amor. Quedó fuertemente impactado por las palabras de Jesús en la parábola de Mateo, 25 (juico final), unas palabras que transformarán su vida: “Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

Y a nosotros, ¿hay alguna palabra del Evangelio que nos impresione, que haya tenido la fuerza suficiente para transformar nuestra vida? Tengámoslo presente en nuestra existencia cotidiana; busquemos y profundicemos para dejarnos iluminar por una Palabra del Evangelio que anime nuestra vida y nos enseñe a servir a los pobres de nuestro mundo, a los más abandonados. El hermano Charles había comprendido que era necesario estar tan atentos a la presencia de Jesús en los pobres como a su presencia en la Eucaristía.

Esta predilección de Dios por los pobres y los últimos, le conducirá a llevar una vida marcada por la acogida, la disponibilidad, el compartir fraterno con los más necesitados. Cuanto más se aproximaba al Dios que se le había revelado en Jesús, más se ponía en camino para salir al encuentro de cada ser humano, tratando con cada uno y amando a cada uno como a un hermano o una hermana, estimando a cada persona por sí misma, con independencia de cualquier otra consideración. Para él es amando a los hermanos como se aprende a amar a Dios.

“…Un descubrimiento impresionante del Islam en Marruecos”.

Con 25 años, antes de su reencuentro con la fe de su infancia, Charles realizó como explorador un viaje de 11 meses a Marruecos; llevó a cabo un ingente trabajo topográfico que, a su regreso a Francia, le valió el Primer Premio de Geografía. Esta experiencia afectará profundamente toda su vida posterior. Contemplar a los musulmanes en oración le impresionó tanto que, una vez ordenado sacerdote en 1911, quiso volver de nuevo a Marruecos para ofrecerles el testimonio de su “amado hermano y Señor Jesús”.

La situación política de aquel tiempo le obligó a permanecer en Argelia, primero en Béni-Abbès, cerca de la frontera, luego en el sur, en Tamanrasset, hasta su muerte. Porque muy a su pesar, Charles De Foucauld será víctima de los conflictos de intereses producidos en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tendrá sus repercusiones también en el sur del Sahara argelino. Cuando tenía 58 años de edad morirá asesinado.

  1. ¿Cómo celebrar este acontecimiento en nuestras diócesis de Marruecos?

Desde hace varios meses está funcionando un Equipo de Coordinación para ayudarnos a todos, de norte a sur y de este a oeste, a descubrir o redescubrir esta figura de vida evangélica cuya santidad es ahora definitivamente reconocida por la Iglesia con la canonización.

La canonización en Roma, el domingo 15 de mayo

Una Delegación oficial de 8 personas, encabezada por el cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat y yo como administrador apostólico de Tánger, iremos a Roma del 13 al 16 de mayo para participar en los actos de la canonización (Vigilia de oración el sábado a las 21 h, conferencias y espectáculo musical sobre Charles de Foucauld, la canonización en la Plaza de San Pedro presidida por el papa Francisco, el domingo a las 10 h, y la Eucaristía de acción de gracias en la basílica de San Juan de Letrán, el lunes a las 10 h). Se agregarán otras 12 personas queque han querido participar personalmente en los actos. Se trata, pues, de una veintena de personas que representarán a nuestras diócesis de Rabat y Tánger. Muy probablemente la ceremonia de canonización será transmitida por las redes sociales.

Dos domingos de Acción de Gracias en Marruecos

El 22 de Mayo en la catedral de Tánger y el 29 de mayo en la catedral de Rabat, daremos gracias a Dios por lo que el Espíritu ha llevado a cabo en Charles de Foucauld, a través de su vida “expuesta y entregada”. Animamos a todas las parroquias y comunidades a participar en las celebraciones eucarísticas de Rabat y Tánger. Es una acción de gracias para toda la Iglesia que peregrina en Marruecos. Una nueva oportunidad para encontrarnos en torno a esta figura de vida profundamente evangélica.

Animación en las parroquias

Desde finales de mayo y durante el mes de junio tendremos en las parroquias de la diócesis encuentros de animación y celebraciones para dar gozosamente gracias a Dios y para compartir juntos la fe.

Los símbolos que se transmitirán de parroquia en parroquia son:

  • Un icono pintado por Abdelkader alioui, un musulmán, amigo de los monjes trapenses de Midlet; es una copia del original pintado por la Hermanita María Carla (Hermanita de Jesús) que vivía en el Cairo.
  • Una exposición de 14 paneles realizados por la diócesis de Ghardaïa en Argelia.
  1. Un envío al ser vicio de la Fraternidad

Dos figuras espirituales ayudarán a partir de ahora a las comunidades cristianas de la diócesis a asumir el reto de la Fraternidad: Francisco de Asís y Charles De Foucalud. Cada uno en su propio tiempo se esforzaron para que este valor evangélico diera frutos como promesa de paz entre pueblos, culturas, tradiciones religiosas, que convergen hacia el único y verdadero Dios.

También el papa Francisco, con su encuentro con Ahmad al-Tayyeb, imán de Al-Azhar en El Cairo, nos anima a buscar la fraternidad humana mirando hacia la construcción de la paz mundial y la convivencia común: “la fe lleva al creyente a ver en el otro un hermano al que apoyar y amar…” (4 de febrero de 2019). Son palabras que enlazan muy bien con el modo en que Charles de Foucauld concebía esta Fraternidad amplia y abierta: “Quiero acostumbrar a los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos… a verme como su hermano, el hermano universal”.

Charles De Foucauld deseaba, cultivando actitudes de bondad y paz hacia los demás, que todos, cualquiera que fuese su identidad y sus convicciones, pudieran llegar a verlo como un hermano. Poco antes de su muerte lo manifestaba en una carta: “Debemos ser aceptados por los musulmanes. Convertirnos para ellos en el amigo al que acudimos con confianza cuando tenemos dudas o dolor…”.

Y lo que dice Charles De Foucauld sobre su manera de comportarse con los musulmanes, debemos vivirlo con respecto a todos aquellos que percibimos como “otros” para nosotros, extraños por su fe religiosa o por sus convicciones. Que, al encontrarnos, el otro sepa que realmente puede contar con nosotros: el otro, marroquí, europeo, estudiante y subsahariano; el otro, pobre y débil, el otro en busca de paz y fraternidad. Programa sencillo que implica a cada día de la existencia, es un programa de paz y alegría que anuncia el Reino de Dios en este mundo, que es el nuestro, en este Marruecos en el que vivimos y que es también nuestro país.

Asumamos este desafío que resuena también en nosotros como una llamada. ¡Vivamos esto aquí en Marruecos!, será una forma luminosa de vivir el Evangelio, de caminar juntos siguiendo a Cristo, Él, Buen Pastor que, resucitado la mañana de Pascua, nos envía como testigos gozosos de la Buena Noticia.

Sí, nos sentimos enviados al mundo para ser artesanos de paz y fraternidad. Que por intercesión de san Charles de Foucauld, amigo fuerte de Dios y amigo de todos, nos bendiga Dios a nosotros, a este país y a todos los que viven en él.

¡Nuestra humanidad crecerá y nuestra fraternidad florecerá!

La pascua del encuentro, Dios estaba presente

Este año he tenido la oportunidad, junto a otros amigos, de acompañar a los hermanos Javerianos que están en Marruecos (Fnideq) en el camino de la Semana Santa y la celebración de la Pascua. Bajo la rúbrica de “La Pascua del encuentro” hemos podido disfrutar de un viaje intenso y diferente a todo lo vivido antes, un verdadero encuentro con la cultura marroquí, con el hermano musulmán, un encuentro con Dios y un rencuentro con la humanidad. Este año goza de la particularidad que en un mismo tiempo convive la celebración del ramadán, la pascua judía y la pascua cristina.

En tan solo cinco días hemos conocido a familias católicas que viven su fe, creencias y costumbres en un país donde no son mayoría, hemos compartido con ricos, pobres, mujeres, hombres, jóvenes y personas mayores, en definitiva, todo lo bello de la especie humana.

Llegamos de noche a Fnideq, un pueblo costero limítrofe con Ceuta allí se sitúa a la casa de los javerianos, pero es en M´diq, a una media hora de distancia donde está la parroquia más cercana. Económicamente esta zona se nutre de la frontera, de la entrada y salida entre marroquíes y españoles. Hoy en día los españoles son pocos y los católicos una pequeña pero gran familia.

El primer encuentro lo vivimos junto a una comunidad sufí, con quienes gracias a su generosidad pudimos compartir con ellos la ruptura del ramadán. Fue una noche muy especial donde compartimos no solo la comida, fuente capaz de unir a todas las naciones, sino también la oración. Vivimos un momento muy especial y difícil de describir donde sin duda estaba presente Dios. Nosotros nos encontramos con Dios a través de sus suras, y espero que ellos también sintiesen a Alá a través de nuestros cantos. De este encuentro una de las imágenes que se han quedado en mi retina es el valor que la mujer tenía dentro del sufismo, eran ellas quienes predominaban la conversación. Parte de mis prejuicios se rompieron y de una sociedad donde esperaba un rechazo a la mujer vi como desde la compresión y el respeto la fe efectivamente nos une como seres humanos.

Otro de las grandes experiencias sucedió el viernes Santo, donde a través de la naturaleza acompañamos a Jesús en su cruz. Ese día compartimos con una mujer la realidad de la muerte y la de la muerte por la migración. Ambas, duras realidades, pero contadas con humildad y dese el corazón. Todo resucitó en la vigilia pascual donde pude reafirmarme en mi fe y saber que Dios es luz y resucita para todos.

El Papa Francisco nos habla de la fraternidad humana, un concepto que resonó en mi cabeza durante esos días, para convivir en paz debemos conocer de verdad al otro. En esta experiencia he aprendido la necesidad de efectivamente conocer al otro, en mí día a día en un país donde hay pluralidad de religiones, ideologías y creencias parece que lo lógico en compartir espacio y tiempo, pero no convivimos. Conocer al otro es esencial para comprender lo que siente y saber lo que necesita, no tener miedo a las discrepancias sino ver en las diferencias el camino a Dios. Debemos salir de la homogeneidad, es decir, crearnos a todos como iguales y buscar la igualdad en la dignidad humana. En definitiva, esa bella imagen de entender las religiones como los cuatro puntos cardinales en los que cuanto más me acerco a Dios, más me acerco a mi hermano en la fe.

Fátima de la Calle, Madrid

Ha fallecido el cardenal Carlos Amigo Vallejo OFM

Ha fallecido el cardenal Carlos Amigo Vallejo OFM arzobispo de Tánger de 1973 a 1982

El arzobispo emérito de Sevilla, cardenal Carlos Amigo, ha fallecido la mañana del miércoles 27 de abril, a los 87 años de edad, como consecuencia de una insuficiencia cardiaca. El cardenal estaba ingresado en el Hospital Universitario de Guadalajara, donde fue intervenido quirúrgicamente el pasado lunes 25 de abril.
El cardenal Carlos Amigo Vallejo nació en Medina de Rioseco (Valladolid), el 23 de agosto de 1934. Inicia sus estudios de Medicina en la Facultad de Valladolid, que pronto abandona para ingresar en el noviciado de la Orden de Hermanos Menores franciscanos en la Provincia Franciscana de Santiago de Compostela. Se ordena sacerdote y, en Roma, cursa estudios de Filosofía.
Destinado a Madrid, compagina los estudios de Psicología en la Universidad central con el profesorado en centros de educación especial. Imparte clases de Filosofía de la Ciencia y de Antropología. En 1970 es nombrado Ministro Provincial de la Provincia Franciscana de Santiago.
El 17 de diciembre de 1973 es nombrado arzobispo de Tánger y el 22 de mayo de 1982, de Sevilla. Estuvo al frente de esta sede hasta noviembre de 2009. Fue creado Cardenal el 21 de octubre de 2003, con el título de la Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles.
Siendo obispo de nuestra archidiócesis asistió en febrero de 1976, como miembro de la Delegación de la Santa Sede, al Seminario de Diálogo Islamo-Cristiano celebrado en Trípoli (Libia) y patrocinado por el Secretariado Pontificio para los No Cristianos y la República Árabe de Libia; y en 1977 participó en la IV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos como delegado de los obispos de la Conferencia Episcopal del Norte de África.

En la Conferencia Episcopal Española ha sido miembro del Comité Ejecutivo (1984-1987 y 2005-2009), habiendo desempeñado también los cargos de Presidente de las Comisiones Episcopales para el V Centenario de la Evangelización de América (1984-1993), de Obispos-Superiores Mayores (1993-1999) y de Misiones y Cooperación con las Iglesias (1999-2005).
Ha escrito multitud de obras, entre libros, colaboraciones y artículos en revistas. De entre sus libros destacan “Caminar con Francisco de Asís”, “Mi vida descansa en Dios”, “Dios clemente y misericordioso: experiencia religiosa de cristianos y musulmanes” y “Testigos del amor a la Iglesia: aproximación a una eclesiología de la vida religiosa”.
Oremos a Dios, nuestro Padre, por el que fue nuestro pastor durante nueve años; Él, que no se deja ganar en generosidad, sabrá acoger con misericordia y abrir las puertas de la vida eterna a quien, supo gastar su vida como franciscano al servicio del reino de Dios en las diversas misiones y tareas que le encomendó la Iglesia.

FELICITACIÓN PASCUA DE RESURRECCIÓN 2022

Iglesia Católica en Marruecos-Archidiócesis de Tánger

Queridos hermanos y hermanas, unidos todos por un mismo bautismo y una común fe, esperanza y caridad, el Señor os bendiga con la paz.

Apenas llegado a esta archidiócesis de Tánger como vuestro Administrador Apostólico me dirijo a vosotros para compartir juntos la inmensa alegría que anima nuestros corazones: ¡Cristo ha resucitado!, vencedor del pecado y de la muerte, y con su victoria, como dice el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma que acabamos de concluir, “nos abre definitivamente la puerta entre Dios y los hombres, entre la tierra y el cielo”.

Cristo ha roto las cadenas de la muerte y abre un horizonte de esperanza a una humanidad que parece empeñarse en caminar por sendas de desesperación y de muerte. Los cristianos, portadores por pura gracia de los dones de amor y salvación que Dios Padre nos ha revelado en su Hijo Jesucristo, somos en medio de nuestro mundo faros de esperanza y dispensadores de la misericordia de Dios a quienes, lacerados por el dolor, la violencia, la soledad, la marginación y la pobreza en sus más variadas formas, se sienten incapaces de poder mirar más allá del estrecho círculo de su precariedad.

Como a los discípulos de Emaús, el Señor resucitado nos sale al encuentro en medio de nuestros caminos cotidianos para levantarnos de los desalientos y desesperanzas e invitarnos a compartir con quienes van a nuestro lado la alegría de la Pascua. Cuando el Evangelio es vivido por los cristianos con pasión y es testimoniado en primera persona con gestos y actitudes portadores de vida se desborda y tiene la capacidad de hacer brotar por doquier un surtidor que brota para la vida eterna.

La Pascua que estamos celebrando con gozo desbordante nos urge a salir de nuestras perezas y comodidades; es una invitación apremiante a dejarnos fortalecer por la gracia del Resucitado y a ponernos en camino compartiendo con los demás lo que hemos visto y oído, siendo para ellos expresión visible de quien “no vino a servir sino a ser servido y a dar su vida en rescate por muchos, manifestando con su vida que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

En nuestra diócesis de Tánger la Pascua del Señor nos impulsa a seguir ayudando con renovado brío a que nuestra sociedad avance incesantemente hacia cotas de mayor crecimiento humano, sabiendo, como nos dice san Ireneo de Lyon “que la gloria de Dios es el hombre viviente”.

Las numerosas dificultades que nos afectan: la guerra y el terrorismo, la pobreza, la soledad, la inmigración forzosa, la explotación de las personas… son para nosotros un ámbito en el que debemos sembrar semillas de resurrección. La salvación que nos trae Jesús no se reduce al anuncio del ¡Sepulcro vacío! Jesús es sobre todo el vencedor del pecado y de la muerte, y con su victoria pascual quiere hacer de todos los hombres y mujeres una humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre sí.

La Resurrección inaugura una «nueva humanidad», no sólo en su dimensión escatológica, sino que garantiza «un futuro posible» para los hombres y su historia. A Jesús le interesa que toda la humanidad se salve: por eso resucita a los muertos, cura a los enfermos, alimenta a la multitud, acoge y favorece a los pobres y oprimidos, gente que no cuenta, condena la injusticia y la opresión, centra la vida ética en amor, enseña a perdonar rompiendo la lógica del «ojo por ojo, diente por diente».

Iluminados por la luz pascual construyamos en nuestras familias, comunidades religiosas y parroquias auténticos “cenáculos” de los que, fortalecidos y guiados por Jesucristo, salgamos con entusiasmo dispuestos a dar razón de “nuestra esperanza” y nuestra alegría, ésa que nada ni nadie nos podrá arrebatar.

¡Feliz Pascua a todos!

 

Fr. Emilio Rocha Grande, O.F.M.

Administrador Apostólico de Tánger

Saludo a la diócesis de fray Emilio Rocha, Administrador Apostólico de Tánger

Cuando el Señor envió a los Apóstoles a proclamar el Reino, les dijo que en la aldea o ciudad donde llegasen pidiendo hospitalidad y acogida dieran el saludo de paz. Con ese mismo espíritu pido en esta mañana que el Señor os dé la paz.

Como sabéis el Señor, a través de la mediación eclesial, por pura gracia ha pronunciado mi nombre para enviarme a anunciar el Evangelio entre vosotros (Mt 10, 1ss) como Administrador Apostólico. Aunque me siento un hombre de labios impuros como Isaías y pequeño como Jeremías, fiado en su gracia, he dicho: «Aquí estoy, Señor, mándame» (Is 6,8). Siguiendo las instrucciones de Jesús a los discípulos en misión, también yo imploro vuestra acogida, benevolencia y comprensión, al mismo tiempo que os pido me tengáis presente en vuestra oración, de modo que mi vida y mis palabras contribuyan a afianzar vuestros pasos por la senda de la santidad. Parafraseando a san Agustín puedo decir: lo que soy para vosotros me sobrecoge, pero lo que soy con vosotros -cristiano-, enraizados todos en un mismo bautismo, me consuela y me estimula a ponerme en camino a vuestro lado.

Como a terreno sagrado, me aproximo, con temor y temblor, a este templo espiritual, construido con piedras vivas, que es la Iglesia que peregrina en Tánger, siendo muy consciente de mis limitaciones y carencias y de que es mucho más lo que tengo que aprender que lo que puedo aportaros. Con todo, me siento enormemente agraciado y me salen espontáneamente del corazón las palabras del Salmista: “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sal 15) y también “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 116).

Quienes formamos la iglesia diocesana de Tánger, estamos llamados a reforzar cada vez más los lazos que nos van configurando como una verdadera familia, partícipe de la única misión de la Iglesia.

  • Que, con lazos de íntima fraternidad sacramental entre los sacerdotes, nos ayudemos mutuamente en el ejercicio del ministerio y en la santificación nuestra y del pueblo de Dios que tenemos encomendado.
  • Que quienes conformáis la vida consagrada masculina y femenina, –de la que también formamos parte los presbíteros–, y que tan fundamental es en nuestra diócesis, sigáis aportando la variedad y riqueza de vuestros dones y carismas, testimonio de la fecundidad del Espíritu entre nosotros.
  • Y que los laicos, en vuestra vida familiar y comprometidos en el mundo de la cultura, de la política, de la economía seáis cada vez más fermento de vida evangélica en medio de la sociedad marroquí, en la que, de manera muy especial, la presencia y el talante personal son los cauces privilegiados para el anuncio silencioso de la Buena Noticia de Jesucristo.

La Iglesia en Tánger, que tiene sus orígenes en el siglo IV y que, tras numerosas vicisitudes enmarcadas en el devenir de la historia, fue erigida por el papa Sixto IV en 1472 y constituida como archidiócesis por el papa Pío XII en 1955, vive su camino de fe en una realidad social, política y religiosa que nos pide hoy saber responder a unos retos que se encuadran en torno a cuatro ejes:

  1. Un primer eje lo constituye el acompañamiento en su camino de fe y el cuidado pastoral a los católicos, de modo particular a aquellos hermanos y hermanas que viven en la diócesis y que, habiéndose incorporado a la Iglesia por el bautismo y completado en muchos casos su Iniciación cristiana con la Confirmación y la Eucaristía, son como sarmientos injertados débilmente en Cristo, Vid verdadera. Quienes, sostenidos por la gracia de Dios vivimos insertos en la vida de la Iglesia diocesana, tenemos la gozosa responsabilidad y obligación de colaborar con la acción del Espíritu Santo para ayudar a estos hermanos nuestros a adentrarse por el camino que conduce de vuelta a Casa.
  2. Un segundo eje lo tenemos en la atención particular a los inmigrantes, sobre todo subsaharianos que, por motivos muy diversos, generalmente vinculados a experiencias dolorosas de pobreza extrema y violencia, vienen hasta aquí buscando, muchos de ellos, el modo de llegar a lugares en los que puedan desarrollar una vida personal y familiar abierta a horizontes de prosperidad y respeto a la dignidad inherente a la persona humana.
  3. Un tercer eje lo tenemos situado en la presencia personal e institucional en la sociedad marroquí en la que vivimos y de la que formamos parte; son encomiables y dignas de mención, a este respecto, las numerosas obras e iniciativas de carácter cultural, educativo, sanitario y de promoción social llevadas a cabo por la vida consagrada y por los laicos en la Iglesia diocesana, expresión visible de una presencia de Jesucristo resucitado, silenciosa en las palabras y elocuente en los gestos, que no puede dejar de ser animada y potenciada.
  4. Por último –lo cual no quiere decir que sea algo de menor importancia– está el diálogo ecuménico e interreligioso con otras confesiones cristianas y con las diversas tradiciones religiosas presentes en la diócesis, de modo muy particular con el Islam. El diálogo, cuando es auténtico, no está hecho de negociación, sino de mutua escucha atenta y empática tratando de acoger y comprender la palabra y la vida del interlocutor. Cuando esto se produce, se están poniendo las bases y favoreciendo el mutuo conocimiento, que se encuentra en el origen del respeto, la tolerancia y la amigable colaboración en todos aquellos campos en los que tenemos elementos en común.

Son cuatro retos que se encuadran dentro del esfuerzo incesante que tenemos que hacer en la Iglesia diocesana por revitalizar “ad intra” nuestra vida de fe, esperanza y caridad, apoyándola sobre los pilares firmes de la escucha obediente de la Palabra de Dios, la formación doctrinal, la oración personal y comunitaria y la intensa vida sacramental; que dan a la Comunidad eclesial su identidad y no le permiten asimilarse sin más a una Organización no gubernamental de promoción social y asistencia caritativa.

Cuando nos disponemos a celebrar el “Sínodo de la Sinodalidad”, en el que, junto con toda la Iglesia queremos caminar juntos, contar con todos y no dejar a nadie atrás,  encomiendo a la materna intercesión de la Virgen María, “Nuestra Señora de África” y a la del Beato Charles de Foucauld, que será próximamente canonizado, los trabajos que se están llevando a cabo con vistas a la Asamblea sinodal, pero también la entera vida de la archidiócesis y mi servicio pastoral en bien de la misma.

Agradezco de corazón vuestra presencia en la catedral este Domingo de Ramos, que auguro sea la puerta de entrada en una Semana Santa que haga verdaderamente honor a su nombre; agradezco también la presencia “ausente” de quienes deseando estar aquí no han podido hacerlo para poder atender a sus responsabilidades pastorales. A todos os pido ayuda y colaboración para desempeñar mi ministerio y os suplico de nuevo me tengáis presente en vuestra oración.

Gracias de nuevo, y que el Señor nos conceda avanzar unidos con paso alegre y decidido al encuentro de Quien, vencedor del pecado y de la muerte, es causa para todos de salvación eterna.

 

Primavera en Nador

La vida en la Frontera Sur tiene sus aspectos difíciles, pues en el acompañamiento a la familia humana migrante nos enfrentamos con frecuencia a realidades muy dolorosas: fracaso, sufrimiento, injusticia, precariedad, atropellos… e incluso enfermedad y muerte. Pero de vez en cuando la vida se nos manifiesta en todo el esplendor de su belleza, y entonces no cabe sino agradecer y celebrar. Podríamos decir que en medio del crudo invierno surgen brotes primaverales, o que en el áspero camino cuaresmal experimentamos de manera inequívoca los signos de la Pascua ya próxima.

Hace unas semanas tuvimos la alegría de participar en la boda de dos compañeros de la Delegación de Migraciones: ella española y él guineano, ella blanca y él negro, ella cristiana y él musulmán… Día a día hemos sido testigos de cómo su amor crecía y se fortalecía, haciéndose capaz de superar los prejuicios y las diferencias de lengua, cultura, color de piel, religión o nacionalidad. Omnia vincit amor, como decían los antiguos: todo lo vence el amor.

El acto civil del matrimonio tuvo lugar en la residencia del cónsul general de España en Nador. El cónsul y su marido fueron los anfitriones de la sencilla pero emotiva ceremonia en la que nuestros compañeros se dieron el “sí” en presencia de un reducido grupo de familiares y amigos. La fiesta continuó al día siguiente en los locales de la iglesia, con una comida a la que asistió una concurrencia más nutrida, entre ellos muchos de nuestros amigos y colaboradores. Brindis, discursos, bailes y felicitaciones fueron llenando la tarde y permitiéndonos celebrar ese amor que derriba fronteras y que, en medio de un mundo como el nuestro, tan lleno de muros y de incomprensiones, nos habla de Dios, del Dios en el que creemos de maneras diferentes pero complementarias.

Unos días más tarde tuvimos en la misa dominical el bautizo de un niño, el pequeño Samuel. En nuestra parroquia hay muy pocos bautismos (los cristianos en Marruecos somos una minoría muy reducida), pero de vez en cuando alguna de las mujeres migrantes que acogemos temporalmente en la residencia de la Delegación pide este sacramento para su bebé. En este caso, la madre, aun perteneciendo a otra confesión cristiana, expresó su deseo de bautizar a su hijo en la Iglesia católica, ya que es la única presente en Nador.

Festejar el bautismo de un niño, en un contexto como el nuestro, es una invitación a acoger y celebrar la vida, frágil pero poderosa, que Dios nos regala, y a renovar nuestro compromiso de cuidar, proteger y defender esa vida. El sacramento fue administrado por Jos, un compañero jesuita holandés que se encontraba esos días en Nador haciendo la experiencia apostólica de su tercera probación, y actuó como madrina Trini, Hija de la Caridad y miembro del equipo médico que hace el seguimiento sanitario a la madre de Samuel.

Poder estar aquí y ser testigos de estas realidades es un regalo para nosotros, los jesuitas y las religiosas destinados en Nador, pero también para los voluntarios, en su mayoría procedentes de España, que este año forman un grupo bastante numeroso. Su presencia y dinamismo, el servicio generoso que prestan y la disponibilidad para dedicar su tiempo y sus capacidades a otras personas más vulnerables son también parte de esos signos de primavera y de resurrección que el Señor va poniendo en nuestras vidas.

La otra cara del éxodo migratorio

Personas desaparecidas y fallecidas en el Mediterráneo, llegada de migrantes irregulares a Canarias, cierre de fronteras, controversia, posiciones encontradas… Titulares impactantes que esconden la severa pobreza y desigualdad que empuja a muchos africanos a buscar una nueva vida fuera de sus países.

En Manos Unidas conocemos de cerca a muchas familias africanas asfixiadas por las duras condiciones que impone la pobreza, los conflictos internos o los efectos del cambio climático; realidades que las obligan a desplazarse dentro de su propio país o a buscar refugio en países vecinos.

Víctimas de la creciente desigualdad entre el Norte y el Sur y de las escasas perspectivas de desarrollo en sus lugares de origen, numerosos jóvenes parten en busca de esa vida mejor que prometen las redes sociales y los medios de comunicación. Para lograrlo, apoyados y «empujados» por sus familias y comunidades, ponen todas sus esperanzas y recursos en la vía de escape que supone la migración.

Desde 2013, Manos Unidas colabora en Marruecos con organizaciones que ayudan a las personas migrantes. Una de estas organizaciones es la Delegación Diocesana de Migraciones Zona-Oriental (DDM). Día tras día, acompaña a jóvenes que han sufrido enfermedades, maltratos y violaciones en la ruta migratoria; les ayudan a superar traumas psicológicos y físicos, y les ofrecen formación para facilitar su integración en la sociedad local o en los países a los que quieren llegar.

Desde allí nos llegan historias como las de Khadjou Faye, migrante senegalesa:

Salí de Senegal para tratar de entrar en Alemania. Debía cruzar desde Marruecos, pero la persona que debía pasarnos nos engañó y se quedó con el dinero. Tras una semana en los bosques de Nador, tuve un accidente de tráfico y quedé paralizada. Fui acogida por la DDM. En mi país no habría sobrevivido. Aquí me habéis operado y con la rehabilitación puedo moverme un poco (Khadjou Faye).


Una cadena humanitaria para reducir el dolor

Las vivencias de los equipos de la DDM y el conocer de cerca el poder de las mafias y los riesgos de la ruta migratoria, han animado a la Delegación Diocesana de Migraciones Zona-Oriental a embarcarse en un nuevo reto: reducir esos riesgos proporcionando a la población información veraz y realista sobre las condiciones en las que se realiza la migración irregular. En otras palabras: avisar y alertar de peligros para prevenir situaciones traumáticas.

En este desafío, Manos Unidas es, también, una organización aliada. Apoyamos un proyecto en Senegal que, si bien no puede acabar con las desigualdades que impulsan la migración, sí aspira a que crezca en las comunidades la conciencia colectiva sobre los riesgos que asumen los jóvenes al abandonar el país. Se trata no solo de minimizar los sufrimientosque pueden encontrar durante el periplo, sino de reducir los traumas y el sentimiento de fracaso de los jóvenes al encontrase con una realidad muy diferente a la que les habían contado y esperaban descubrir.

Texto de Ana Lucas. Departamento de Proyectos de África.
Este artículo fue publicado originalmente en la Revista de Manos Unidas nº 217.

LES CŒURS UNIS CRÉENT LA PAIX : RIBAT EL-SALAM

Les cœurs unis créent la paix : Ribat el-Salam

Jean Pierre Schumacher, le dernier survivant de Tibhirine, écrit dans son livre l’esprit de Tibihirine : « Je ne puis imaginer que le Seigneur ne soit pas l’artisan de cette heureuse circonstance, qui allait contribuer au plein essor des Rencontres Ribât el -Salâm, créées au printemps 1979 par le Père Christian de Chergé et le Père Blanc Claude Rault. Deux fois par an, à partir d’octobre 1980, des mystiques musulmans de Médéa appartenant à la confrérie Alawiya de Mostaganem venaient partager avec nous des temps de prière au monastère de Tibhirine, qui constituait une expérience spirituelle modeste mais inédite, porteuse de grandes espérances pour le dialogue islamo-chrétien».

Que ce soit Soufian Al Kadaoui ou moi-même, nous sommes tombés sur ces pages et nous avons ressenti un appel très fort à vivre la même chose, à la développer et à essayer de la démarrer au Maroc. En tant que «diocidence», nos rencontres entre la confrérie alawiya de Tetuoan et les missionnaires xavériens se sont multipliées autour de moments de prière, de recherche de Dieu, d’amitié et de soutien. Ce parcours a été couronné par la présence de Mgr Claude Rault, évêque émérite du Sahara algérien (diocèse de Laghouat-Ghardaïa) et actuellement membre du Service National pour la Rencontre avec les Musulmans de la Conférence Épiscopale de France, qui était à Tétouan pour une session sur l’Évangile de Marc au noviciat des Petites Sœurs de Jésus.

Ce fut une rencontre souhaitée qui nous a permis de l’écouter :

Chacun de nous doit être ce qu’il est, qu’il soit musulman ou chrétien

– L’expérience que l’autre apporte de Dieu m’aide à grandir dans ma foi

– Notre unité réside dans la recherche de Dieu à travers nos diverses pratiques de foi

– Il ne s’agit pas d’un amalgame, il s’agit de s’identifier pleinement à sa foi et de se laisser toucher par l’expérience spirituelle que vit l’autre

– Il y a des moments de prière musulmane auxquels les chrétiens assistent par leur simple présence et des moments de prière chrétienne auxquels les musulmans assistent par leur simple présence

Bref, il s’agit de voir comment Dieu a permis la différence et comment nous nous soutenons pour que chacun soit plus ce qu’il est, mais avec l’aide de la présence de l’autre.

Asmae a dit : « le plus important est de chercher ce qui nous unit et non de regarder ce qui nous différencie, lorsque nos cœurs se rejoignent, la paix se produit. Et c’est ainsi, Ribat est l’union des cœurs, et cela produit la Paix, favorise la Paix et donne un sens à notre cheminement. »

Rolando Ruiz Durán sx

https://afrique.xaveriens.org/blog/dialogue-interreligieux/item/les-coeurs-unis-creent-la-paix-ribat-el-salam