Feliz Navidad 2024

A las puertas de celebrar el nacimiento de Jesús, Fr. Emilio Rocha Grande, ofm, arzobispo de Tánger, se dirige a los diocesanos y a la sociedad en general con sus deseos para esta Navidad y el próximo año 2025, año jubilar.

Carta a la diócesis en la apertura del curso 24-25

Fr. EMILIO ROCHA GRANDE O.F.M.

Arzobispo de Tánger

Tánger, 5 de septiembre de 2024

Acabamos de cerrar la página del mes de agosto y con ella en la mayoría de nuestras parroquias y comunidades damos por concluido el tiempo que merecidamente hemos dedicado al descanso veraniego y también, en muchos casos, a actividades y trabajos distintos de los que nos ocupan durante el curso académico y pastoral; cuando estamos adentrándonos de nuevo en lo que solemos llamar “vida cotidiana”, me dirijo cordialmente a todos con el saludo franciscano de paz y bien.

Con estas líneas quiero hacer presentar la realidad de nuestra archidiócesis, nutrida de innumerables acontecimientos tejidos al hilo de lo cotidiano y de muchos rostros e historias personales, cuya hondura sólo Dios conoce. De ello os ofrezco una panorámica.

1.- Asamblea diocesana.

El inicio del curso 2024-2025 que estamos estrenando está fuertemente marcado por la Asamblea diocesana que, Dios mediante, se desarrollará en Tánger el próximo 5 de octubre, y en la que esperamos fijar los elementos fundamentales del Plan Pastoral Diocesano en el que hemos estado trabajando juntos a lo largo de los últimos meses. Como sabéis bien su lema es Iglesia en Tánger: familia que acoge y peregrina en Marruecos. De cada uno de nosotros depende que sea sólo un lema o que con la colaboración de todos los que formamos esta Iglesia local, se haga una gozosa realidad. Desde estas líneas invito y animo a todos los católicos a participar, aportando el fruto de la propia reflexión y del trabajo llevado a cabo en las parroquias, en las Comisiones diocesanas en los grupos y en las comunidades de vida consagrada; cuantos más nos encontremos en Tánger, más nuestro sentiremos el Contenido del Plan Pastoral Diocesano. Con la colaboración de todos será una Jornada de convivencia festiva, de reflexión y de toma de decisiones.

2.- Memoria agradecida.

Mirando hacia el curso que acaba de concluir, lo hago dando gracias a Dios por todos los acontecimientos que lo han tejido; en cada uno de ellos se puede percibir su paso y su bondad; ha sido un curso en el que hemos podido comprobar la verdad de esa frase que solemos decir en cada encuentro de “nuevos llegados”, cuando se presenta a la Iglesia que peregrina en Marruecos: “cada año una parte importante de la Iglesia deja Marruecos y cada año se incorpora nuevos miembros a la comunidad eclesial”. Consciente de que Cada Instituto de vida consagrada tiene sus propios ritmos y necesidades, pero con dolor por su partida, comparto con todos vosotros la acción de gracias a Dios por el don que para la archidiócesis de Tánger han sido todos y cada uno de los hermanos y hermanas a los que la fragilidad estructural o la obediencia ha llevado a residir a otros lugares.

  • El Instituto secular “Pro Ecclesia” (María Rosa Clotet y Enaam Lofti) da por concluida su presencia en la archidiócesis de Tánger. Han sido muchos años de servicio abnegado a la mujer marroquí en las Escuelas de corte y confección de Tánger y Tetuán; además de la labor llevada a cabo en diversas estructura eclesiales: Caritas, Delegación de Migraciones…

  • Las Hijas de la Caridad (sor Carmen Suárez, sor Sagrario Ortega y sor Rafaela Campo) dejan su presencia en Al-Hoceima después de muchos años de servicio apasionado y fiel a la población local: hospital y personas especialmente vulnerables de la ciudad y de la provincia de Al-Hoceima.

  • La Compañía de Jesús (p. José Luis Vázquez, p. Joaquín Fernández y p. Álvaro Sánchez) ha dejado Nador a partir del 1 de septiembre, para seguir su misión al servicio especialmente de la población migrante en la Prefectura de Laâyoune (Sahara Occidental); dejan atrás su servicio en la parroquia de Santiago el Mayor y la atención pastoral a las Hijas de la Caridad y a las Esclavas de la Inmaculada Niña, además de su eficiente presencia en la Delegación Diocesana de Migraciones (DDM) y en el Centro BARAKA de Formación e inserción profesional) y su servicio a la diócesis en Caritas y en distintos Equipos y Comisiones.

  • El Instituto de la Bienaventurada Virgen María/Congregación de Jesús (Hermanas María López y Victoria Ripa); tras el regreso a España de la hermana Victoria, ahora es la hermana María quien lo hace; de este modo se suprime la presencia del Instituto en Asilah a partir del 12 de octubre.

Agradezco en nombre de la archidiócesis la presencia y la misión llevada a cabo por algunas personas concretas, que han sido trasladadas de comunidad en estos últimos meses:

  • Las hermanas Carmen Blat, religiosa de Jesús María (Tánger); Saray, Misionera de la Caridad (Tánger), Cristina Ramos, religiosa Adoratriz (Tánger), Francisca Sánchez, Hija de la Caridad (Ksar-El-Kebir), Trinidad González y Carmen Galera (Hijas de la Caridad (Nador), Sahar Sedrak, Franciscana Misionera del Inmaculado Corazón de María (Tánger), Hermanos Pedro Hernández y Juan Ignacio González, Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca (Tánger y Al-Hoceima), Hermana Norma de la Trinidad, Carmelita Descalza (Tánger).

  • Con gratitud recordamos la vida y testimonio de la hermana Clemente Passarello, religiosa Franciscana Misionera del Inmaculado Corazón de María, fallecida tras una larga vida dedicada a la misión en el Hospital Italiano de Tánger.

  • Un agradecimiento también al P. Nazario Vasciarelli, Franciscano Capuchino que ha estado durante el curso que acaba de concluir en Tánger, viviendo la experiencia del año sabático plenamente incorporado en la vida y misión de la Iglesia local.

  • En la Comunidad de las Carmelitas de la Caridad (Vedruna) en Tánger, Clara Muñoz, voluntaria, ha compartido con la hermanas durante el curso pasado su vida y misión

A todos ellos un recuerdo agradecido, la certeza de contar con nuestra oración por su vida y misión y recordarles que tienen siempre abiertas las puertas de la diócesis y las de cada una de nuestra comunidades.

3.- Una diócesis que se renueva.

Hemos tenido y seguiremos teniendo también la alegría de acoger a nuevos hermanos y hermanas incorporados a la vida de la archidiócesis:

  • Desde el mes de abril la hermana Anna Pili’s, Hija de la Caridad, forma parte de la comunidad de Nador-

  • El P. Benjamin Bekale Mba, religioso Trinitario fortalece humana y ministerialmente desde el mes de julio la comunidad de Al-Hoceima

  • El 30 de julio el P. Dieudonné Ombeni, Misionero Javeriano diácono, que recibirá próximamente la ordenación presbiteral se incorporó a la comunidad de Fnideq.

  • La hermana Inmaculada Guerra, religiosa de Jesús María forma parte desde finales de agosto de la comunidad de Tánger.

  • La comunidad de Carmelitas Descalzas de Tánger acoge desde hace unos meses a dos jóvenes Aspirantes, las hermanas Guadalupe y Olivia.

  • En el mes de octubre está prevista la incorporación a la archidiócesis una comunidad de Misioneras del Señor de los Corazones y Santa María de Guadalupe, Congregación de origen mejicano que vivirá en Asilah, en los espacios ocupados hasta ahora por las hermanas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María/Congregación de Jesús y continuando la misión desarrollada por ellas durante muchos años.

  • Está prevista la incorporación a la Comunidad de las Franciscanas Misioneras del Inmaculado Corazón de María del Hospital Italiano (Tánger) de la hermana Sanaa Hishmat.

  • Las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción en Tánger (Casa Riera) cuentan desde hace algunos meses con dos Aspirantes, las hermanas Carine Katuisiko Kavunga y Maria Ofrande Lukitu, que inician de este modo su discernimiento vocacional dentro de la Congregación.

4.- Una diócesis viva.

Es mucha la vida que hay en las parroquias, en los grupos y en las comunidades de vida consagrada; son muy numerosas las actividades que a nivel personal y comunitario se desarrollan en la catequesis, la liturgia, la oración, la formación, el acompañamiento pastoral a los jóvenes, la familia, la atención caritativa y social que se da en parroquias y comunidades a muchas situaciones de fragilidad y penuria, los espacios de formación y socialización que se ofrecen a la mujer, los centros culturales, la preocupación por la educación de los niños, que se plasma en las guarderías, la acogida y respuesta en sus necesidades a las personas en movilidad por parte de la DDM en Tánger, Tetuán Al-Hoceima y Nador, la pastoral penitenciaria, el cuidado a los enfermos y ancianos, el diálogo ecuménico e interreligioso… Por todo ello doy gracias a Dios y animo a toda la archidiócesis a seguir anunciando con las obras el reino de Dios; hacerlo con sencillez y poniendo en ello lo mejor de nosotros mismos es un testimonio creíble de nuestra fe cristiana.

No quiero dejar pasar algunos acontecimientos que han marcado gozosamente la vida de la archidiócesis de Tánger y son un estímulo para seguir caminando con esperanza teologal en medio de las dificultades propias del camino:

  • La Jornada diocesana de la Familia

  • Las Jornadas diocesanas de la Juventud

  • La ordenación diaconal y presbiteral del P. Marko Bagaric, Franciscano (Tánger)

  • La institución como Lector y Acólito de José Antonio Camacho en Tetuán, que prestará su servicio ministerial en la parroquia del Espíritu Santo en Tánger (catedral).

  • El curso de formación sobre islamología desarrollado por el P. Manuel Corullón, Franciscano, en septiembre de 2023 y que tendrá una continuidad en septiembre de este año.

  • Está previsto que para el nuevo curso académico se incorporé al Centro Lerchundi de Tánger un aula, financiada por el Instituto secular “Pro Ecclesia” en que se dé una continuidad -si bien más reducida- a la Escuela de Corte y Confección que durante muchos años ha formado a cientos de mujeres marroquíes.

  • La presencia muy abundante de jóvenes voluntarios; que, sobre todo durante los meses de julio y agosto han compartido con nosotros su alegría, su disponibilidad, su capacidad de trabajo y servicio y en la mayoría de los caso también el testimonio de su fe cristiana.

  • En primavera comenzó a funcionar el Centro de día “Niño Jesús” que, dentro del proyecto “El Faro” orientado a acoger, proteger, promover e integrar a los niños que viven en la calle, propone la posibilidad de compartir un espacio seguro, desarrollar actividades socioculturales, recibir la asistencia de un dentista e ir adquiriendo algunos hábitos que ayuden a su integración en la sociedad.

  • Dentro del proyecto “El Faro” a finales de septiembre está prevista la apertura de una “casa familia” en los espacios del obispado en que han vivido durante años las hermanas del Instituto secular “Pro Ecclesia”.

  • Desde el 1 de septiembre las comunidades parroquiales de san Bartolomé (Asilah) y Nuestra Señora del Pilar (Larache) tienen un nuevo párroco: el P. Marko Bagaric, Franciscano de la Fraternidad de Tánger.

No pretendo ser exhaustivo; seguramente se pueden añadir muchos más elementos a un elenco que no puede reflejar adecuadamente toda la vida que crece y se desarrolla en la geografía de la diócesis. Sirvan estas líneas como signo de gratitud a Dios y a todas las personas que desde la condición de seglares, vida consagrada y ministerio ordenado nos esforzamos por ser testigos creíbles del Evangelio, y sean también un estímulo para seguir caminando gozosos, con la certeza de ser trabajadores enviados por el Señor a su mies y de que no ha de faltarnos la fuerza de su Espíritu. A Santa María la Virgen, cuya natividad celebramos próximamente, encomiendo nuestro camino eclesial en esta porción de Marruecos, “Puerta de África” en la que hemos sido plantados y en la que queremos fructificar.

+Fr. Emilio Rocha Grande, ofm

Arzobispo de Tánger

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Fray Emilio, de nuevo en Tánger

Fr. Emilio, en su primer acto público a su regreso a Tánger

Después de poco más de un mes de ausencia, Fray Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, ha regresado a su sede episcopal después de la intervención quirúrgica de prótesis de cadera que tuvo lugar a inicios de mayo en España, según el comunicado de este Arzobispado.

El estado de salud de Fray Emilio es muy bueno y su pleno restablecimiento progresa adecuadamente. Tanto es así que llegó a Tánger el viernes 7 de junio y el día 8 participó en el encuentro del área de Acción Social sobre salvaguarda. El domingo día 9, impartió la confirmación a un grupo de jóvenes de las dos parroquias de la ciudad de Tánger.

El domingo 9 de junio, confirmaciones en la catedral, por parte de Fr. Emilio

Fray Emilio agradece las oraciones por su salud y las muestras de cercanía en este periodo, que le han llegado numerosas por diversos canales, de todos los rincones de la diócesis.

Carta a la diócesis en Pentecostés 2024

En vísperas de la solemnidad de Pentecostés, Fray Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, dirige una carta a toda la diócesis con el deseo de compartir unas reflexiones sobre el Espíritu Santo, admirable constructor de la unidad, y su acción vivificadora en la Iglesia.

Lo hace desde su convalecencia tras la operación de prótesis de cadera que se realizó, según lo anunciado y de la que se repone adecuadamente.

En su carta, Fr. Emilio explica cómo la celebración de Pentecostés “nos libra de las tentaciones de la resignación y la autorreferencialidad” y cómo “Dios conforma la vida de la Iglesia como vida de comunión” a través del Espíritu Santo.

Con diversas referencias a la Palabra de Dios, al papa Francisco y otros autores, concluye con una invitación a “seguir caminando al ritmo que marca la etapa final del Sínodo de la sinodalidad”, mencionando también como ejemplo de sinodalidad la elaboración del “Plan diocesano de pastoral” que servirá como punto de referencia para toda nuestra Iglesia local.


      EL ESPÍRITU SANTO “ADMIRABLE CONSTRUCTOR DE LA UNIDAD”

Carta de Fray Emilio Rocha Grande, ofm, arzobispo de Tánger, a la diócesis
con motivo de la solemnidad de Pentecostés 2024

Cáceres, 15-5-2024

Físicamente ausente de la archidiócesis debido al proceso de recuperación tras la reciente operación de prótesis de cadera a la que he sido sometido en Cáceres (España) y que espero me permita regresar a primeros del mes de junio, mi mente y mi corazón se encuentran junto a vosotros en la Iglesia local que peregrina en Tánger.

En vísperas de la solemnidad de Pentecostés, me hago presente entre vosotros con estas líneas para compartir con toda la archidiócesis unas reflexiones sobre el Espíritu Santo, admirable constructor de la unidad, y su acción vivificadora en la Iglesia que peregrina en el espacio y en el tiempo, y hoy sigue siendo guiada en su itinerario hacia la plenitud, cuando Cristo recapitulará en sí todas las cosas (cf. Ef 1,10), palabras que quieren ser un estímulo para nuestro cotidiano vivir y actuar, tantas veces marcado por el cansancio y la aparente escasez de frutos.

En el ya lejano 1968 Mons. Ignacio Hazim, metropolitano de Lattaquié (La antigua Laodicea), participando en Consejo Ecuménico de las Iglesias describía así la acción del Espíritu Santo: «Sin el Espíritu Santo Dios está lejos, Cristo queda relegado al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia es una simple organización, la autoridad es sólo dominio, la evangelización se reduce a propaganda, el culto a una evocación dramatizada, y la actuación del ser humano es sólo una moral de esclavos. Pero en el Espíritu Santo el cosmos es elevado y gime en el proceso de gestación del Reino, Cristo resucitado está vivo y presente, el Evangelio se manifiesta como fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad se ejerce como un servicio liberador, la liturgia es anámnesis y anticipación, el actuar del ser humano se hace colaboración en la obra creadora del Padre. El Espíritu Santo (…) crea comunión, atrae a la Iglesia hacia el segundo adviento: “Es Señor y da la vida”. Por medio de Él la Iglesia grita “Ven, Señor Jesús”» (cf. Ap 22,17-20).

Estas palabras presentan un Pentecostés prolongado en el tiempo que nos libra de las tentaciones de la resignación y la autorreferencialidad. Dios conforma la vida de la Iglesia como “vida de comunión” y lo hace por medio del don del Espíritu Santo. La fuente y el modelo de la sinodalidad, que tan intensamente estamos viviendo en este momento de la Iglesia, se encuentran precisamente en el misterio de la Santísima Trinidad que se hace presente en la acción del Espíritu, tal y como lo afirma el documento de la Comisión Teológica Internacional del 2 de marzo de 2018 “La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia”: «La acción del Espíritu en la comunión del Cuerpo de Cristo y en el camino misionero del Pueblo de Dios es el principio de la sinodalidad. (…) El don del Espíritu Santo, único y el mismo en todos los Bautizados, se manifiesta de muchas formas: la igual dignidad de los Bautizados; la vocación universal a la santidad; la participación de todos los fieles en el oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo; la riqueza de los dones jerárquicos y carismáticos; la vida y la misión de cada Iglesia local» (n.46).

La comunión, la misión, la sinodalidad, el diálogo… no son estrategias de una Iglesia que quiere hacerse presente en el mundo actual, son expresión de la comunión con Dios que, por medio del Espíritu Santo, sigue vivificando y dinamizando la historia.

La Palabra de Dios(1) nos lleva a profundizar en el hecho de que el Espíritu Santo precede e ilumina las sendas que el Señor nos pide que recorramos personal y comunitariamente. En nuestro “aquí y ahora” tenemos la urgencia de reafirmar nuestra confianza en la acción del Espíritu Santo y de poner en acción los medios que pone a nuestro alcance. Se trata de un profundo camino de conversión eclesial.

En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, el papa Francisco afirma que «La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí. Él envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor. La Iglesia es enviada por Jesucristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios. Ella, a través de sus acciones evangelizadoras, colabora como instrumento de la gracia divina que actúa incesantemente más allá de toda posible supervisión. Bien lo expresaba Benedicto XVI al abrir las reflexiones del Sínodo: “Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser -con Él y en Él- evangelizadores» (n. 112).

Es algo que no podemos perder de vista. El principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización en Marruecos, pero también en todo lugar en que la Iglesia anuncia con su vida y su palabra la llegada del Reino de Dios. Los bautizados formamos un pueblo reunido no porque compartamos unos mismos ideales o porque tengamos que vivir en una misma tierra, o porque tengamos en común vínculos lingüísticos o culturales. Cuando decimos que “somos el Pueblo de Dios” estamos afirmando algo que tiene unas raíces mucho más profundas que las de una común sintonía cultural, lingüística, carismática…; sus raíces se sustentan sobre la comunión con el Dios Uno y Trino que, por el bautismo, nos ha constituido “pueblo de sacerdotes, profetas y reyes”. San Ireneo de Lyon en un texto tomado de su Tratado contra las herejías, que leemos en el Oficio de Lectura de la solemnidad Pentecostés, compara la acción del Espíritu Santo con la del agua que empasta la harina y cayendo como lluvia tiene la capacidad de hacer reverdecer un tronco seco(2), relacionando directamente la comunión y la misión.

En su Exhortación apostólica Evangelii gaudium el papa Francisco afirma en el n. 119 que, por el hecho de ser discípulos, somos misioneros, personas con capacidad para anunciar el Evangelio: «En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible “in credendo”. Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y lo conduce a la salvación. Como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe -el sensus fidei– que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que les permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión».

Todos los bautizados, la totalidad del Pueblo de Dios, hemos recibido el don de la profecía. Todos hemos recibido la unción del Espíritu Santo, y todos estamos llamados a caminar en un proceso siempre inconcluso de discernimiento con el fin de ahondar más radicalmente en nuestro camino de seguimiento a Cristo y de anunciar con nuestra vida y nuestra palabra la irrupción del “Reino de Dios”.

Llamados los cristianos a vivir en continuo proceso de discernimiento, podemos preguntarnos ¿sobre qué tenemos que discernir? Cada uno de nosotros y nuestras comunidades de vida consagrada tienen su propio camino personal y comunitario que provocará necesariamente itinerarios propios de discernimiento, pero como comunidades parroquiales y diocesana estamos llamados a tener muy presentes las orientaciones de la Iglesia universal que nos pide seguir caminando al ritmo que marca la etapa final del Sínodo de la sinodalidad. En la archidiócesis de Tánger estamos además trabajando sinodalmente la elaboración del “Plan diocesano de pastoral” que servirá como punto de referencia para que toda nuestra Iglesia local fije metas, señale prioridades, determine objetivos y concrete mediaciones que nos permitan ser más intensamente misioneros y evangelizadores en esta porción de Marruecos a la que el mismo Espíritu, por caminos tan diversos nos ha convocado y conducido.

+Fr. Emilio Rocha Grande, ofm
Arzobispo de Tánger

Notas

1 Cf. Hch 2,1-13: el relato de Pentecostés; Hch 10,34-43, pasaje en el que San Pedro presenta a la  Iglesia lo que podemos llamar una “conversión pastoral”, fruto de la escucha del Espíritu Santo y del discernimiento, que ahora comparte con la comunidad cristiana; Hch 15,1-29, estamos en el contexto del llamado “Concilio de Jerusalén” que ve a la primera comunidad cristiana discerniendo, en la escucha de la Palabra de Dios y la escucha mutua, sobre cuál sea la voluntad de Dios sobre las exigencias que han de cumplir los paganos que desean recibir el bautismo.
2 “Pues del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto”.

Tiempo de cuaresma, tiempo del Espíritu

El Miércoles de Ceniza da comienzo al tiempo litúrgico de la Cuaresma: son los 40 días que llevan hasta la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Este año el calendario litúrgico marca el comienzo de la Cuaresma el 14 de febrero.

¿Cómo vivir de manera renovada, como si fuera la primera cuaresma de nuestra vida, este periodo marcado por la conversión, la escucha de la Palabra de Dios, la oración, la limosna y el ayuno?

Para ayudarnos a ello, el papa Francisco ha escrito un mensaje para la Cuaresma 2024, titulado “A través del desierto Dios nos guía a la libertad” . En el texto, evoca en continuación la vivencia del Éxodo del Pueblo elegido y desde ahí, el Papa asegura que se trata de un “tiempo de conversión, tiempo de libertad” y explica que “el desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud”.

Fray Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, también ha escrito una carta para motivarnos a vivir intensamente este tiempo litúrgico, con el título “Tiempo de cuaresma, tiempo del Espíritu”. Con sus palabras, desmenuza los pasajes del mensaje del Papa, a partir de una reflexión personal. Una invitación a vivir este tiempo conversión que es un espacio simbólico de tránsito, no de permanencia, hacia la libertad.


En este 2024, en que el Ramadán inicia el 10 de marzo, coincidirán a partir de ese día durante casi tres semanas estos dos tiempos fuertes de conversión para los creyentes cristianos y los musulmanes.

“Aunque es de noche”:

Es la fiesta del santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

El místico escribió así de este misterio: “Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche”.

La misma fe que alumbró la noche del místico nos toma de la mano en este día y nos introduce en el misterio del mismo pan vivo, para que creamos, para que comamos, para que vivamos.

Aquel Verbo que, hecho carne, habitó entre nosotros, de cuya plenitud todos hemos recibido, gracia sobre gracia, en este pan vivo lo acogemos, aunque es de noche.

Aquel Unigénito que el Padre le dio al mundo, medida sin medida de su amor, para que el mundo tuviese vida eterna, en este pan vivo se nos da, aunque es de noche.

Aquella luz que vieron los que habitaban en tierra y sombras de muerte, la misma luz que iluminó los ojos del ciego de nacimiento, brilla para ti en este humilde sacramento, aunque es de noche.

La vida que se anunció en la resurrección de Lázaro y se manifestó gloriosa en la resurrección de Cristo Jesús, ésa es la vida que recibes con este pan del cielo, aunque es de noche.

En este sacramento el Padre te convida, el Hijo se te entrega, el Espíritu te santifica, aunque es de noche.

En este admirable sacramento, el Espíritu Santo nos transforma para que formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu, y seamos así ofrenda agradable a los ojos del Padre, aunque es de noche.

La paz y la salvación que, con el don del Espíritu Santo, el amor del Padre ofreció al mundo entero por la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en este pan vivo se nos dan, aunque es de noche.

En este pan siempre te espera el que te ama, aunque es de noche.

Y si quieres abrazarlo porque te mueres de amor, porque necesitas decírselo, que le quieres, porque se ha quedado contigo, porque no sabes vivir sin él, entonces abrázalo en los pobres, díselo al oído de los pobres, díselo quedándote con ellos, porque no sabes vivir sin ellos, porque en ellos lo ves a él, aunque es de noche.

Aprender a Dios en Dios:

Dios es amor. No te conformes con creerlo. Entra en lo que crees: entra en el amor con que te aman, aprende el amor con que has de amar.

Porque es amor, Dios sólo puede ser Uno, pues el amor es vínculo de perfecta unidad. Pero, iluminados por la palabra de la revelación, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna y única divinidad, adoramos a Dios Padre, con su único Hijo y el Espíritu Santo, tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.

He pedido palabras a la liturgia para decir de lo indecible, para hablar de lo inefable. Pero has de buscar en la memoria de la fe otras palabras que te ayuden a entrar en el misterio que confiesas, a gustar lo que se te conceda conocer, a contar lo que allí se te haya concedido gustar.

No se entra en el misterio de Dios por la fuerza de la deducción lógica, sino por la gracia del encuentro amoroso. Sólo el amor abre el cielo para que oigas y veas, para que conozcas y creas, para que gustes y ames.

Se te ha dado conocer el amor del Padre al Hijo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Se te ha concedido saber del amor que el Padre te tiene a ti: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Te han llamado a morar en el amor que has conocido: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor”.

Ya sabes dónde has de aprender a Dios, para conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa: a Dios lo aprendemos en Cristo Jesús. Nadie va al Padre, si no va por Jesús. Nadie recibe el Espíritu, si no lo recibe de Jesús. Quien ha visto a Jesús, ha visto al Padre, porque Jesús está en el Padre, y el Padre está en Jesús.

En Cristo Jesús aprendemos este misterio, que no es sólo de Dios, sino que, por el amor que Dios nos tiene, es también nuestro misterio: “Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”.

A ti, por la fe, se te ha dado beber de la eterna fuente que es la Trinidad Santa, pues el Hijo de Dios salió del Padre y vino al mundo, salió de Dios y vino a ti: creíste en él para salvarte, bebiste en él para tener vida eterna.

A ti, por la fe, se te ha dado volver con el Hijo a la eterna fuente de la que Él ha nacido, de la que Él había salido. Ya no podrás hablar del Hijo de Dios sin hablar de ti, pues Él no quiso volver al Padre sin llevarte consigo.

Considera dónde moras, en qué fuego tu zarza arde ya sin consumirse, en qué infinito caudal se apaga tu sed de eternidad, y deja que el deseo de Dios te mueva hasta que te pierdas en el Amor.

Y mientras no llega para ti la hora del deseo apagado, entra en el tiempo divino de la Eucaristía, y habrás entrado por el sacramento en la eterna fuente que mana y corre.

Allí aprenderás a Dios; allí conocerás la gracia del Hijo, el amor del Padre, la comunión del Espíritu; allí, con Cristo y con los hermanos, imitarás el misterio de la divina unidad, para tener, con todos, un mismo sentir, un solo corazón, un alma sola.

Desde dentro de la fuente llegan a tu corazón palabras para nombrarla: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en clemencia y lealtad”.

Imita lo que nombras, y, de ese modo, por la puerta humilde de tu compasión y tu misericordia, los pobres aprenderán en ti el misterio de Dios.

Sólo espero el gozo de abrazarte

Pilato preguntó a Jesús: “¿Y qué es la verdad?”

Pilato preguntó, y no esperó la respuesta.

Cada uno de nosotros, lo mismo que Pilato, tiene “su verdad”, su mundo de convicciones interiorizadas, un patrimonio religioso-moral-cultural que nos permite movernos sin desentonar y nos garantiza un cierto orden personal y social.

De ahí que las palabras de Jesús: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”, debieron de resonar en los oídos Pilato –también en los de tantos hombres de hoy- si no como locura, ciertamente como palabras sin sentido.

De hecho, el Prefecto romano formuló una pregunta que, más o menos, quería decir: ¿de qué me estás hablando?

Así es que no esperó la respuesta.

Pero nosotros hemos creído en aquel loco Testigo de la verdad.

Eso significa que no nos conformamos con nuestro pequeño mundo de verdades, sino que buscamos, como quien busca un tesoro, esa verdad de la que Jesús vino a dar testimonio.

Lamentablemente, algunos han reducido la verdad a fórmulas dogmáticas, han confundido verdad y ritos, verdad y normas morales, verdad y tradiciones, verdad y devociones… olvidando que Jesús es la verdad y, porque es la verdad, es también el Testigo de la verdad.

El cristiano debiera haber aprendido a definirse a sí mismo como “discípulo de la verdad”, “buscador de la verdad”, “amigo de la verdad”, “testigo de la verdad”.

Y en seguida, el otro Defensor que el Padre nos ha dado –el primero es Jesús-, el Espíritu de la verdad, nos recuerda que somos “discípulos de Jesús”, “buscadores de Jesús”, “amigos de Jesús”, “testigos de Jesús”.

Como veis, por la fe habéis entrado en un mundo que sólo vosotros podéis conocer: sólo vosotros podéis conocer al Padre que nos dio a su Hijo y que nos da el Espíritu Santo.

Sólo vosotros podéis saber que Jesús está con el Padre, que vosotros estáis con Jesús, y que Jesús está con vosotros.

Sólo vosotros, que aceptasteis la vida de Jesús y acogisteis sus palabras, sabéis que habéis entrado en un mundo de amor, un mundo que, sin la fe, ni siquiera se puede pensar.

Ése es nuestro mundo, el del Espíritu de la verdad, el de nuestro Defensor, el de los humildes y sencillos que han acogido el evangelio: amáis a Jesús; el Padre os ama a vosotros; Jesús también os ama y se os revela –se os revela la verdad-.

Ese mundo nadie ni nada nos lo puede quitar si no es la fe perdida.

Ninguna pandemia, ningún confinamiento, ninguna alarma nos deja sin Jesús, sin su Espíritu, como no nos deja sin Jesús, sin su Espíritu, la ausencia obligada de ningún rito, la privación de ninguna devoción. Tengo la certeza de que, al creyente, pandemias, confinamientos y alarmas lo han dejado más cerca del Señor y le han permitido tomar conciencia de que el Señor nuestro Dios, el Padre con el Hijo y el Espíritu, está más que nunca cerca de nosotros.

Eso sí, pandemias, confinamientos y alarmas nos han robado el gozo del encuentro con nuestros hermanos en la fe, para escuchar juntos a Cristo resucitado, para ofrecernos con él y como él, para recibir de sus manos el alimento que da vida eterna.

Pero ese encuentro llegará pronto y será tanto más gozoso cuanto más esperado.

Tu camino es Cristo Jesús:

Se lo dice Jesús a sus discípulos: “Que no se agite vuestro corazón”.

El verbo “agitar” evoca el estremecimiento que Jesús sintió ante la muerte de su amigo Lázaro y ante la traición de Judas.

“Que no se agite vuestro corazón”. Las circunstancias justifican las palabras de Jesús. Para sus discípulos se acercan horas en que, como barquilla en una tempestad, serán zarandeados por la angustia y, esta vez, habrán de enfrentarse solos a la furia del mar.

No es que Jesús ya no estará dormido en la barca: Ahora ¡Jesús no estará!

Ahora los discípulos no podrán gritar aquel angustiado: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”

Hoy, desde el corazón de sus hijos, desde el corazón de los obligados al confinamiento para huir de la muerte, desde la preocupación de los expuestos al contagio allí donde hay enfermos que atender, desde el dolor de los contagiados que todavía luchan por vivir, desde el silencio de los que ya han caído en esta batalla, la Iglesia clama al Resucitado: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.

La Iglesia clama, y recuerda, dichas para ella y para todos, las palabras de Jesús: “Que no se agite vuestro corazón”.

Y después de la invitación, recordamos el imperativo que hace posible la calma: “Creed”.

“Creer” es entregar del corazón –entrega total de nosotros mismos- que sólo se puede hacer a Dios y a Jesús: “Creed en Dios y creed también en mí”.

Recuerda las palabras de Jesús cuando la tempestad en el mar de Galilea: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?”

La fe es el antídoto de las zozobras del corazón.

Pero el Señor nos habló también del motivo de su ausencia.

Es como si la relación de Jesús con sus discípulos, que había empezado con una pregunta sobre una estancia –“Señor, ¿dónde vives?”-, llegase ahora a su culminación con una revelación inesperada, sorprendente, asombrosa, sobre esa vivienda: “En la casa de mi Padre hay muchas estancias”.

No sólo Jesús “vivía” en la casa del Padre. Ésa es también la casa en la que van a vivir sus discípulos. Jesús va a prepararles –a prepararnos- sitio.

No te asombres, Iglesia de Cristo, de esta locura de amor, pues por llevarte con él a donde él vive, a donde él está, a la casa del Padre, a la casa que es Dios, recorrió todo el camino que baja desde el cielo hasta ti, todo el camino que baja desde Dios hasta nuestra debilidad, nuestros confinamientos, nuestros miedos, nuestra muerte.

Tú ya no preguntas como Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Tú has creído y sabes a dónde ha ido Jesús.

Tú has creído y sabes también por dónde ir a dónde ha ido Jesús: El camino es Jesús.

Tú has creído y sabes también cómo ir por el camino que es Jesús: Si los escuchas, vas por el camino que es Jesús; si lo sigues, vas por el camino que es Jesús; si comulgas con él, vas por el camino que es él; si cuidas de él en los pobres, vas por el camino que es él.

Tu camino es Cristo Jeús, su palabra, su vida, su cuerpo que son los pobres.

“Nada temo, porque tú vas conmigo”:

Todo indica que, en nuestro mundo, un mundo de dioses efímeros, hemos sepultado sin duelo la memoria del que es el Bien, sumo Bien, todo Bien, Dios único y eterno.

Si el mundo se puede explicar sin Dios, si puede moverse sin que un Dios lo mueva, si puede haber un mundo sin Dios, se habría quedado sin sentido un Dios sin mundo.

A Dios siempre se le reprochó la lejanía y el silencio. Y en nombre de la lejanía y del silencio hemos terminado por declararlo Dios inútil, inservible, superfluo, y no sólo por eso, también dañino.

Me pregunto de qué han hablado durante siglos los predicadores del Reino, si los hombres todavía no han aprendido que el nombre de Dios es “Dios-con-nosotros”. Más aún, que su nombre es “Dios-en-nosotros”; y que pretende que el nuestro sea “Nosotros-en-Dios”.

Me pregunto de qué hemos hablado, si todavía no hemos aprendido que Dios es Palabra, que lo es desde siempre, y que la Palabra, que es Dios, se hizo carne y acampó entre nosotros para ser escuchada, para ser guardada en el corazón, para ser nuestra luz y nuestra vida.

Me pregunto de qué hemos hablado si de Dios y su misterio hicimos un enigma filosófico, y de la liberación del hombre –de la salvación que viene de Dios- hicimos una cuestión académica.

Me pregunto de qué hemos hablado si hemos interiorizado la obligación de oír Misa todos los domingos y fiestas de guardar, y no reconocemos a nuestro lado, con nosotros, en nosotros, a Cristo resucitado.

Abandona el enigma y entra en el misterio. Fíjate en lo que dice del Dios de Jesús, del Jesús de Dios, la liturgia de este domingo.

“La misericordia del Señor llena la tierra, la palabra del Señor hizo el cielo”. Si ayer necesitaba escuchar en patera las palabras de la revelación, hoy necesito escucharlos en cada confinamiento, en cada UCI, en cada tanatorio, en cada espacio donde a Dios se le pueda acusar de ausencia y de silencio: “La misericordia del Señor llena la tierra, la palabra del Señor hizo el cielo”. La misericordia busca la cercanía; la palabra rompe el silencio. Misericordia y palabra se nos han hecho de casa en Cristo resucitado, Dios-con-nosotros, Dios-en-nosotros, Dios-para-nosotros, “buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey”.

Él dice de sí mismo: “Yo soy la puerta. Quien entre por esa puerta se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrar pastos”.

Ojalá resuenen en todos los espacios de nuestra debilidad las palabras del Salmo: “El Señor es mi pastor; nada me falta”. El Señor Dios se nos hizo pastor cercano y premuroso en Cristo Jesús: en él nos buscó, nos rescató, nos liberó, nos curó, nos alimentó…

Creyendo, hemos entrado por Cristo en el recinto de la gracia y de la vida.

Creyendo, entramos y salimos por Cristo, con libertad de hijos.

Creyendo, aunque caminemos por las cañadas oscuras de nuestros confinamientos, de nuestras fragilidades, de nuestras agonías, de nuestra muerte, lo decimos con verdad, “nada temo”, y lo decimos porque la fe nos ha dejado la certeza de que él, Cristo el Señor, “va con nosotros”: “Nada temo, porque tú vas conmigo”.

Creyendo, sabes que él, Cristo Jesús, “ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia”. Feliz abrazo con Cristo resucitado en la intimidad de tu vida. No se ha quedado fuera de ella el que ha venido al mundo para ti.